Knokke es una pequeña ciudad costera en la región flamenca de Bélgica . Famosa por sus playas kilométricas y sus paisajes, ha sido, desde el siglo XIX, el lugar de descanso preferido de las grandes familias belgas. En estos comienzos del otoño, los abuelitos pasean con sus hijos y sus nietos junto al mar. Sin embargo, contrariamente a lo que se observa en otros lugares, en los que se practica exclusivamente “el estilo playero”, aquí todos visten elegantemente.
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Deportivos, sí, pero elegantes. Con zapatos, no sneakers. Incluso, las señoras, con un poco de tacón. Ropa de buena calidad, sin logos, por supuesto. Es una elegancia distinguida, la de aquellos que, desde hace generaciones, han tenido una vida acomodada. Mucha clase y ningún interés en llamar la atención.
Situada a una hora y media de Bruselas, la diseñó él mismo, tiene mil metros, siete habitaciones y alberga importantes obras de arte contemporáneo
Lo mismo que nuestro anfitrión. Edouard Vermeulen, barón Vermeulen, diseñador de moda de la realeza europea , de la Reina Paola y su nuera la Reina Matilde de los belgas; de Silvia, Reina de Suecia; de la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo, y, naturalmente, de Máxima, Reina de los Países Bajos. Escogió tener una casa en esta localidad, a una hora y media de Bruselas, como ya lo habían hecho sus abuelos. “Vivo en un apartamento en Bruselas —una gran suite al estilo de la de Coco Chanel en el hotel Ritz, de París—. Me encanta y es muy práctica porque está cerca de mi atelier. Pero, hace unos cuatro años, empecé a echar en falta una casa con jardín, como en mi infancia, para alejarme del bullicio y el ruido de la ciudad. También decidí que necesitaba un nuevo proyecto. Y como nunca había construido una casa…”.
Edouard necesita tener siempre nuevos proyectos. Posiblemente, esos desafíos creativos sean una forma de mantenerse joven. Una de las razones por las que está “enamorado” de su profesión es porque cada seis meses ha de imaginar una nueva colección. Ya había tenido, a sus treinta años, un pequeño castillo en el campo , que le divirtió para la vida social que entonces le parecía importante.
Su relación con la Familia Real belga se remonta a cuarenta años atrás: Paola, entonces princesa, fue la primera que lució sus diseños; vistió a Fabiola para el funeral de Balduino, y ahora la heredera al trono, Elisabeth, también lleva sus vestidos
“Esto es mucho más pequeño. Unos mil metros, cinco suites y dos habitaciones más. La idea era llenarla de amigos y que se encontraran aquí mejor que en sus propias casas. Es un lugar para ir a bañarse al mar temprano por la mañana, pasear en bicicleta y disfrutar de mis padres, que viven muy cerca”. Justamente, sus progenitores acaban de llegar de visita. Su madre, Eliane Vermeulen, una elegante señora, es, en cierto modo, la “culpable” de que Edouard sea el prestigioso couturier que es hoy. “¡Y mi abuelita! Las dos vestían de alta costura y de “hecho a medida”. En mi niñez, eso significaba ir a probarse muchas veces a la casa de costura. Yo tenía unos cinco años y, el miércoles que no había clases, las acompañaba. Cuando empecé en serio el colegió dejé de hacerlo”.
“Cuando su noviazgo con el príncipe Guillermo se hizo oficial (Máxima) vino a verme. Dijo: ‘El vestido lo va a hacer Valentino, pero los demás trajes de antes y después de la boda, me gustaría que los hiciera usted’”
Aquellas primeras experiencias influyeron en él en el sentido de que le abrieron los ojos y la mente a los colores, las formas, los volúmenes… Pero cuando buscó qué estudiar se decidió por la decoración de interiores. ”Me gustan las cosas bonitas, así que compraba objetos para luego venderlos. Necesitaba un local y pensé que si buscaba uno en una zona elegante, tendría mejores clientes. Lo encontré en un hermoso edificio, en el 158 de la Avenue Louise. La dueña, una señora de una cierta edad, llevaba las riendas de una antigua casa de costura que había sido muy célebre entre los años treinta y cincuenta: Paul Natan se llamaba”.
El nombre no significaba nada para Edouard. Sin embargo, las cosas empezaron a “complicársele” para bien. La señora decidió abandonar su actividad, pero las costureras seguían ahí. La decoración y la moda se parecen bastante y coincidió que su hermano, Pierre Vermeulen, decidió casarse. Su futura esposa, Michèle, le preguntó si podía hacerle el traje de novia. Con el atrevimiento de sus veintitrés años, Edouard contestó que sí.
“Llegó la boda y todos preguntaban: “¿Quién ha hecho el traje?”. Por lo visto, les gustaba y alguien señaló: “Ha sido el cuñado”. Encontré la situación divertida, pero ¿qué podía decirles? “No, en realidad soy decorador , pero encontré unas costureras al lado de mi tienda y… lo han hecho siguiendo mis directrices”. Al acabar la recepción, mi hermano afirmó: “Después del éxito de hoy, quizá, deberías pensar en ser couturier”. Y así empezó todo. Contrató a una modista y luego a otra. Compró una tela de algodón rojo, le añadió una pasamanería azul y colocó el modelo en la vitrina, todavía rodeado de objetos decorativos.
“Este es un lugar para ir a bañarse al mar, temprano en la mañana, pasear en bicicleta y disfrutar de mis padres, que viven muy cerca”
“También soy diseñador de moda”, era el mensaje. Y como su nombre era difícil de pronunciar “adoptó” el que ya estaba allí y llamó a su empresa Natan. “Seis meses más tarde, me atreví a diseñar y fabricar 30 modelos para un desfile de caridad, L’oeuvre Nationale des Aveugles, para recaudar fondos para los invidentes. Resultó que la princesa Paola era la madrina y acudió. Hacía un hermoso día. El escenario, los jardines de la casa del barón Coppée, estaban espectaculares y los modelos lucieron muy bien. La princesa se interesó y, dos días más tarde, visitaba mi atelier”. Ahí empezó la relación de Edouard y la Familia Real belga. El traje de la Reina Fabiola para el entierro de su esposo, el Rey Balduino, es de su creación.
A continuación, la ya Reina Paola se convirtió en clienta. “Más tarde, la Reina Silvia de Suecia, que tenía un hermano que vivía en Bélgica, decía: “Me voy a ver a mi hermano”, y luego se pasaba por el taller. En fin, un día me dije: “Pues parece que sí, que soy diseñador de moda”, y abandoné todo lo demás”. De nuevo esa sencillez y modestia, tanto en él como en su talento. Hay mucho trabajo y mucha dedicación para hacer muy bien las cosas y contar con la aprobación de la realeza. En el pasado, cuando empezó, era algo más fácil, porque el protocolo era más estricto. Hoy, los medios, el público, las observa como si fueran celebrities y si no les gusta lo que llevan, lo dicen muy alto.
“El Rey Felipe ha heredado de su madre, las Reina Paola, su gusto y refinamiento. Para mí, el castillo de Belvédère que ella decoró, y donde siempre ha vivido, es una obra magnífica. El Rey y yo compartimos este sentimiento y hablamos de ello con frecuencia”
“Hoy es mucho menos rígido. Son princesas y reinas modernas. Están al día. Consultan internet. Hablan con sus amigas y sus hijas y saben lo que quieren. Actualmente, hacemos al menos dos vestidos anuales de alta costura para ocasiones determinadas que sabemos casi con un año de antelación. El resto proviene del prêt-à-porter . Por eso, a veces, hay comparaciones entre algún modelo de la Reina Matilde y la Reina Máxima. Siempre las avisamos porque no creemos que sea bueno para nadie, pero ellas responden con una sonrisa y un “no pasa nada””.
Su sobrina Marie-Charlotte ha entrado a formar parte de la empresa: “Tiene un gusto exquisito, heredado de su madre y sus dos abuelas. Es nuestra styling advisor de accesorios y también pertenece al equipo de marketing e ideas de imagen”
La Reina Máxima es alguien muy cercano al corazón del modisto. Fueron presentados en una exposición de arte y ella le dijo espontáneamente: “Soy clienta de su boutique”. “Yo no lo sabía. Entonces el noviazgo era confidencial y, unos dos meses más tarde, al confirmarse, me contactó: “Valentino va a hacer el traje de novia, pero para los demás actos de antes y después he pensado en usted”.
“De esto han pasado más de veintidós años. Y, con todo el respeto, no puedo decir que seamos amigos en el profundo sentido de la palabra, pero sí que entre nosotros existe una complicidad”.Aunque se ha convertido en el modisto de las Familias Reales europeas, en realidad, a él le complace vestir a las mujeres en general. Sin límite de edad, como ocurría en el pasado con marcada definición abuela-hija-nieta. “La idea es ensalzar la femineidad de forma elegante en el contexto contemporáneo. Hoy se viste de forma más casual, pero para un evento importante, una boda, un bautizo, etcétera, se suele hacer un esfuerzo económico. El traje debe realzar lo mejor de la mujer porque si la clienta se siente favorecida con su atuendo, ya se ha conseguido, al menos, la mitad del éxito de la jornada”.
Edouard siente la necesidad de añadir a su equipo gente más joven porque cree que le aporta puntos de vista diferentes. Por ello, en los últimos tiempos, su sobrina Marie-Charlotte Vermeulen, hija, precisamente, de su hermano y su cuñada, con los que se estrenó como couturier, ha entrado a formar parte de la empresa. “Tiene un gusto exquisito, heredado de su madre y sus dos abuelitas. Estudió en la escuela Condé Nast, de Londres. Luego trabajó en Net-A-Porter y, por fin, en Selfridges, antes de unirse a nosotros. Es nuestra styling advisor de accesorios y también pertenece al equipo de marketing e ideas de imagen”.
Seguramente, Marie-Charlotte será la futura continuidad que se divisa lejos en el horizonte. De momento, todo parece transcurrir de una forma tranquila en esta gran mansión donde tiene su estudio- atelier , en el 158 de Avenue Louise. Sí, exactamente la misma dirección donde empezó la aventura cuando era apenas un muchacho.
“La casa está pensada para invitar a amigos y que se encuentren aquí mejor que en su propio hogar. Digamos que es de un estilo minimalista elegante y sencillo, en el que nada obstaculiza la mirada”