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Patrick Frey y su mujer, Lorraine, nos reciben en su casa de la Provenza, una antigua granja del siglo XVIII rodeada de olivos centenarios

Su padre, Pierre Frey, fundó en 1935, la reconocida firma de lujosas telas de la que él ha sido presidente y director creativo desde hace cincuenta y dos años


20 de agosto de 2022 - 19:47 CEST

Es el final de uno de esos luminosos días  en la Provenza y, mientras la noche pide paso, el protagonista de esta historia, Patrick Frey, empieza a recordar: “Mi padre decía que hay dos tipos de hombres, los que necesitan un jefe y los que quieren ser jefes”. Él era de estos últimos y por ello creó su propio negocio. Su padre era Pierre Frey, que, en 1935, fundó la empresa de tejidos de decoración que lleva su nombre, Pierre Frey Paris.

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Hoy, con más de trescientos empleados, es una compañía global que, además de tejidos, produce papel pintado, alfombras a medida y muebles. Posee incluso un archivo textil, que llega hasta el siglo XVII, en el que se encuentran, entre sus 28.000 “joyas”, los tejidos de decoración del fabricante real destinados a María Antonieta que la revolución francesa, en 1789, le impidió que pudiera disfrutar.

La propiedad, que Lorraine heredó de sus padres, tiene dos hectáreas de terreno y sus dueños piensan que “hay que conservar su estilo original y no exagerar en su decoración”
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Arriba, vista de pájaro de la propiedad, situada en la provincia de Luberon (Provenza). Está rodeada de olivos que producen una pequeña cantidad de aceite para el consumo familiar. Además de la casa principal, hay una segunda construcción, con su propia piscina, para invitados.

“Mi padre no lo tuvo fácil. Tras un revés de fortuna familiar, a sus quince años, su madre lo envió a trabajar como encerador de muebles en un anticuario. Más tarde, vendió cintas para el interior de los sombreros y, por fin, lo contrataron en una empresa de tejidos. Fue entonces cuando tuvo la idea de fundar su compañía. Tenía treinta y dos años”.

Con el correr del tiempo, Pierre conoció a Geneviève Prou, la madre de Patrick. Era hija de René Prou, el gran decorador de la época   art déco , a quien debemos el transatlántico “Normandie”, el “Orient Express”, etcétera. Una mujer extraordinaria, alegre, optimista, con un gusto exquisito, también decoradora, que murió recientemente, con ciento tres años.

La madre de Patrick, Geneviève Prou, fue una mujer extraordinaria, imaginativa y muy creativa, hija de René Prou, el gran decorador de la época ‘art déco’, responsable del trasatlántico ‘Normandie’ y los vagones del legendario ‘Orient Express’
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En la imagen, bajo uno de los arcos de piedra legendaria, se observan lo detalles del salón. Las sillas son diseño de Guillaume Delvigne para Pierre Frey, que ahora produce también algunos muebles. Sobre la consola podemos ver parte de la colección de arte africano de Lorrai­ne, que es periodista y fue durante más de veinte años la encargada de prensa internacional de la empresa. Creó, además, el Club Freyquence, con el que organizaba viajes culturales en Francia y el extranjero. Arriba, uno de los salones de la planta baja. Los sofás son de Philippe Hurel, tapizados con tela de Pierre Frey, con cojines de la firma. La escalera comunica con el segundo piso y el dormitorio principal.

“Le debo a mi madre el amor por los viajes, la decoración, los objetos hermosos. Me enseñó la diferencia entre mirar y ver. Camino de cualquier lugar, de pronto frenaba el coche: ‘Mira, ¿te has fijado en esa puerta?’. Muy original y con una energía contagiosa, me despertaba por la noche: ‘Creo que la cómoda del salón estaría mejor en mi habitación. Vamos a cambiarla’. Yo protestaba: ‘¡Mamá, son las tres de la mañana!’. No servía de nada, ya que, naturalmente, cambiamos la cómoda. Luego decía: ‘Ahora necesita un cuadro encima. Vamos a colgarlo’. ‘¡Mamá, son las tres de la mañana!’. ‘Es muy fácil —me explicaba—, das un golpe con el martillo. Esperas un minuto. Luego otra vez’. Obviamente, yo obedecía ¡y me divertía tanto!”.

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Arriba, Lorraine en su sofá favorito, de Pierre Frey, en su rincón de lectura preferido. En la imagen, uno de los salones de la planta baja; en la mesita, la original colección de madejas de hilos de nuestra anfitriona, a quien le gusta mezclar distintos tipos de vajilla en sus diseños de mesa. Al fondo, junto a la ventana, una escultura de su hija Johanna, artista, nacida de su primer matrimonio, para su marca Hiromi Ceramics.

Patrick cree que su sensibilidad feme­nina es el resultado de la influencia de su madre (que, divorciada de su padre cuando él tenía ocho años, lo crió sola) y de que siempre ha trabajado rodeado de mujeres, porque, en el pasado, eran ellas las que decidían la decoración, pero también periodistas o empleadas de su propia empresa…

“Las mujeres siempre me han inspirado. Encuentro que sois formidables. Os admiro porque, realmente, no sé cómo lo hacéis. Tenéis hijos y os ocupáis de ellos. La casa, en general, corre a vuestro cargo, la intendencia y la economía. Además, trabajáis fuera del hogar. Y, por si fuera poco, procuráis estar estupendas y aparentemente “descansadas” para cuando vuestra pareja vuelve a casa”.

“Le debo a mi madre el amor por los viajes, la decoración y los objetos hermosos. Me enseñó la diferencia entre mirar y ver”

No todos los hombres son capaces de entender y admirar la posición de la mujer en el mundo de hoy, pero es que Patrick no es un hombre como los demás, como tampoco es un empresario al uso. “Mi padre me dio el maravilloso regalo de poder tener mi propia empresa y la libertad de poder manejarla según mi criterio. Quizá, yo lo tengo un poco más fácil que otros, porque la nuestra es una compañía “pequeña”, con solo trescientas personas, que para mí son trescientas familias de las que me siento responsable.  Somos un equipo . Yo soy el jefe, pero todos los miembros del equipo son tan importantes como el jefe. En armonía, con la gente contenta, es la única forma de trabajar. O crear, que es lo que nosotros hacemos. En Pierre Frey hay tres cosas vitales: creación. Creación. Creación”.

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Arriba, el comedor principal, que solo se usa en invierno, con set azul y blanco, típico provenzal.

Sin embargo, no era tan obvio que Patrick estuviera destinado a ser no solo el presidente, sino el director creativo de la compañía. Le aburrían los estudios y, al terminarlos, su progenitor lo envió a Nueva York, a trabajar en Brunschwig & Fils, la lujosa marca textil. Le gustaba su vida allí y pensó seriamente en quedarse, pero el señor Frey sénior le obligó a volver. “Tenía un cierto miedo a la muerte, a no tener un sucesor, y a los seis meses de trabajar con él me llamó a su despacho: “Quiero que me diseñes un tejido para mañana”. “Pero, papá —contesté—, si no sé dibujar. Soy incapaz”. “Pues si no eres capaz de hacerlo, a lo mejor, no tienes sitio aquí”, respondió. Como lo conocía bien, me impliqué. Decidí hacer no uno, sino dieciséis dibujos. De rayas, que me pareció lo más fácil. Distintos colores, tamaños…, y los pegué en unos cartoncitos. A la mañana siguiente, cuando me preguntó si lo había hecho, le entregué las muestras”. Su padre las miró sin inmutarse: “Vamos a producirlos”. Patrick protestó: “¿Y si no funcionan?”. Y Pierre respondió: “¿Quieres saber si tienes talento o no?”.

La familia Frey posee un archivo textil, que llega hasta el siglo XVII, en el que se encuentran, entre sus 28.000 “joyas”, los tejidos de decoración del fabricante real destinados a María Antonieta que nunca pudo utilizar por la revolución, en 1789
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Arriba, dormitorio principal. El matrimonio ha querido hacer una casa sofisticada en su sencillez. Paredes blancas, salpicadas solo por el color de los textiles de su firma, que dan alegría a la decoración. Sobre esta imagen, cuarto de invitados.

“¿Qué podía contestar a eso? Fue muy inteligente por su parte, me dio la oportunidad sin comprometerse. Los tejidos funcionaron y así entré en la empresa y en la creación Yo tenía unos veintitrés años y él dejó todo en mis manos tres años después”. Posiblemente, este concepto de continuidad familiar es lo que le ha hecho involucrar a sus hijos. Pierre, el mayor, hoy se ocupa de la comunicación global, pero lleva trabajando en la empresa desde el año 2000. Matthieu, el pequeño, se ha encargado de Asia-Pacífico, y, por fin, Vincent, después de reco­rrer el mundo como gran ejecutivo, es hoy el presidente de la compañía. “Se pasó años diciendo que a él solo le gustaban las grandes “corporations” y no quería trabajar en algo ‘pequeño’, como lo nuestro. Por suerte para todos nosotros, cambió de opinión y hoy es ‘mi jefe’, excepto en la creación”.

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Arriba, una de las escaleras que comunican los pisos. En la imagen, a la izquierda, habitación en la casita de invitados, donde predominan los tonos neutros, y a su lado, el baño principal.

“Creación” es una palabra que repite con frecuencia. Parecería que, después de sesenta y cinco años como imagen emblemática del lujo en el hogar, lo tendrían todo conseguido, pero Patrick no lo cree: “Cuatro o cinco años de decisiones creativas y financieras equivocadas y puedes desaparecer”. “Es muy difícil saber de antemano por qué algo funciona o no. Dos telas casi iguales. Dos azules prácticamente idénticos. De una te piden mil metros y de la otra uno. ¿Por qué? ¡Ni idea! Jamás veo lo que hacen otros y procuro, además, no repetirme. Si me equivoco, me equivoco. soy muy ecléctico, en el sentido de que disfruto lo mismo haciendo la habitación de un niño que recuperando un tejido para el palacio de Versalles. Todo influye en mí y las ideas me vienen justo antes de dormir o durante la noche. Me despierto, lo dibujo y luego me vuelvo a dormir”.

Lo de “dibujo” es un decir, porque tanto Patrick como su padre no saben dibujar. Pero saben exactamente lo que quieren. Es intuitivo y suele colaborar con diseñadores —conocidos o no— a los que les encarga proyectos. No les dice lo que deben hacer, sino que los escoge en función de lo que creen que pueden hacer para la marca. Aunque siempre la decisión final es suya.

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Arriba, Patrick y Lorraine, en su jardín. En la imagen, la colección de gorros de baño ‘vintage’ de nuestra anfitriona.

“También, en los últimos años, estamos comprando pequeñas empresas familiares de artesanos que solas no podrían sobrevivir. Me encanta encontrarme con ellos, descubrirlos y conseguir que sigan trabajando en lo que mejor hacen: conservar la tradición del trabajo bien hecho. Incluso hoy, gracias a Vincent (ventajas de las nuevas ideas de mis hijos), muebles”.

Además del edificio principal, hay una casa de invitados con su propia piscina privada y Lorraine fue añadiendo también distintas terrazas y pérgolas rodeando toda la construcción

La familia —quizá porque fue criado básicamente solo por su madre— es muy importante para Patrick. Casado con Lorraine Ollier, periodista, que acabó llevando la prensa internacional de Pierre Frey durante veintidós años hasta que se realizó el relevo.

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Arriba, junto a la piscina principal —que vemos abajo—, un gigantesco sofá conocido como ‘radassier’, que en el antiguo francés de la Provenza significa ‘para conversar’. Ideal para la gran familia que forman los Frey. Frente a él, la mesa dispuesta con textiles ‘vintage’.

“Lorraine trabajaba para una revista, Ma maison, mon jardin. A mí me gusta la jardinería, pero ella es mil veces mejor que yo. Nos encontramos. Ella tenía dos hijas, Amandine y Johanna, de su primer matrimonio, y yo mis tres hijos, Pierre, Vincent y Matthieu. Nos enamoramos y acabamos teniendo cinco hijos de siete, seis, cinco, cuatro y dos años. Quiero a sus dos hijas como si fueran mías y entre todos ellos se llevan mejor que hermanos, pasan fiestas y vacaciones juntos… Todo gracias a Lorrai­ne, y me siento muy orgulloso de esta familia que hemos formado los dos juntos y de lo estupendos que son todos ellos”.

“Cuando nos encontramos Lorraine y yo, ella tenía dos hijas, Amandine y Johanna, de su primer matrimonio, y yo a mis tres hijos, Pierre, Vincent y Matthieu. Nos enamoramos y acabamos teniendo cinco hijos de siete, seis, cinco, cuatro y dos años”
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Arriba, otro de los agradables porches, con la mesa preparada a la sombra. En primer plano, el famoso melón de Cavaillon, que se produce en la zona y es famoso por su dulce sabor. En el centro, otro rincón del porche, con una fuente para dar frescor. En esta imagen, la cocina, donde Lorraine prepara sus platos con los productos ecológicos de la región.

Pese a su lógica preocupación por la creación y el posible miedo a equivocarse, Patrick está viviendo un momento muy interesante. “El papel pintado está otra vez de moda y representa el 30 por ciento de nuestra facturación. Me gusta porque, al ser plano, se puede observar el diseño en su plenitud, lo que no ocurre con un tejido, que se mueve. También es un hecho a considerar que, durante el confinamiento, encerrados a la fuerza en casa, muchos descubrieron que “nada les gustaba” y comenzaron, cada uno con su presupuesto, a cambiar todo lo que podían. Es algo extraordinario, al contrario que una prenda de vestir, que es muchas veces una compra espontánea y con frecuencia efímera, la decoración es meditada y durable. Nos mejora la vida al sentirnos bien en nuestro propio espacio y, sinceramente, me alegro de que nosotros podamos formar parte de ello”.

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En la imagen, foto de archivo de Patrick con sus tres hijos, que son su relevo. De izquierda a derecha, Pierre, que se ocupa de la comunicación global; Vincent, el nuevo presidente, y Matthieu, encargado de Asia y Panámerica. Arriba, una imagen para el recuerdo de las tres generaciones Frey: el fundador, Pierre; su hijo Patrick, y sus tres nietos.
Texto y RealizaciónVICTORIA DE ALCAHÚD
FotosCÉSAR VILLORIA
DecoraciónLORRAINE FREY