Sophie Douzal Sarkozy vivía de niña en una maravillosa mansión, en plena Naturaleza, en Côte de Beaume, rodeada de 10 hectáreas de viñedos. Su padre, Paul Garaudet, cuarta generación de viticultores de Borgoña, produce sus vinos de forma ecológica y sostenible. Consiguió hace años que sus distintos productos estuvieran entre los más prestigiosos de Francia, y ahí se mantiene.
“El lugar era y sigue siendo idílico —recuerda Sophie con una cierta nostalgia—, pero vivíamos en medio de la nada, en un pueblo muy pequeño. Así que mis padres decidieron que mi hermano, mi hermana y yo debíamos asistir (internos, no había otro remedio) en un colegio lejos de casa, porque, donde vivíamos, la educación que ellos querían para nosotros resultaba imposible. Yo tenía tanta energía (supongo que la sigo teniendo —se ríe—) que acabé “experimentado” cinco diferentes, incluido uno en Suiza. Al terminar, me fui a vivir con mi abuelita a París ”.
“Mi marido y yo compramos esta casa hace ocho años. Tal como él quería, no vemos a ningún vecino, ya que la extensión es de 5 hectáreas”, nos dice Sophie, casada actualmente con el penalista Hervé Temime
Instalada en París, se preguntaba qué podría hacer. Un amigo le dijo: “Hablas varios idiomas, te gusta la gente y pasártelo bien, ¿por qué no estudias Relaciones Públicas?”.
“¿Relaciones Públicas? —me dije—. ¿Qué es eso? En aquellos días, era una profesión casi desconocida. Pero todo el mundo me decía: ‘Sí, sí, es perfecta para ti’, y, además, me hablaron de una institución fantástica: Ecole Française des Attachés de Presse, que tenía un horario fabuloso, porque las clases no empezaban antes de las doce del medio día, lo que me permitía salir por las noches y no tener que madrugar. Me encantó. Los profesores. Las materias. Todo”.
Cuando terminó, tres años más tarde, consiguió trabajo en una importante compañía y, muy pronto, seis años después de graduarse, fundó la suya propia, Douzal Communication. Era muy muy joven para tanta responsabilidad.
“Ocurrió de una forma tan sencilla —dice Sophie— y tan fácil que ‘tenía’ que hacerlo. Resulta que conseguí un trabajito extra en el que utilizaban mis manos como modelo de joyas para fotos. Alain Mauboussin, de la prestigiosa joyería familiar, me dijo, casualmente, en una cena: ‘Si algún día decide abrir su propia agencia, yo quiero ser su primer cliente’. ‘Ummm’, pensé. Le llamé una semana después y le pregunté: ‘¿Aquello que dijo iba en serio?’. ‘Por supuesto’, respondió”.
Sophie se pasó varias noches sin dormir dándole vueltas a la cabeza. Es de las que piensa que si las cosas salen fácil, es que “tienen que ocurrir”.
“Entonces, crear tu propia empresa era más fácil —recuerda la ejecutiva—. Más sencillo reclutar gente. Menos papeleo y menos complicaciones. Muy pronto conseguí el hotel Plaza Athénée como cliente. Así que empecé con una gran marca de joyas y un hotel-palacio en París. Luego, zas, zas, zas, todo fue muy rápido. ¡Hasta hoy!”. Sophie se ocupa de la prensa, las relaciones públicas, redes sociales y crea eventos de ciertas marcas de gran lujo. Lalique, hoteles Cheval Blanc, Intercontinental de París y su emblemático Café de la Paix, por citar algunos. Excepto moda. Douzal Communication ha crecido en estos veinticinco años y hoy es un referente en Francia por su prestigio.
“Somos muy conocidos en Francia. Representamos también a los hoteles del grupo LVMH, lo que es inusual para la corporación de Bernard Arnault, porque tienen sus relaciones públicas dentro de las distintas compañías del grupo”
“Ciertamente, somos muy conocidos en Francia —afirma Sophie—. Representamos también los hoteles del grupo LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy), lo que es inusual para la corporación de Bernard Arnault, porque tienen sus propios public relations dentro de las distintas compañías del grupo”.
Se podría pensar que llevar una empresa con ese volumen de clientes, con la responsabilidad que tiene y con los viajes constantes debería ser agotador para cualquiera, pero lo cierto es que no conocen a Sophie.
“Un día, una amiga argentina me preguntó: ‘La Provenza es tan icónica, tan conocida en todo el mundo, ¿qué marca dirías que la representa?’. Lo pensé y respondí: ‘No sé. No se me ocurre. Y ella añadió: ‘Pues a lo mejor tendrías que crearla tú’”.
“Es una casa perfecta en un lugar perfecto. La Provenza es única en el mundo. Puedo estar agotada en París, cojo el tren de alta velocidad y, al llegar la luz del cielo, me ilumina y hace que todos los problemas desaparezcan”
De nuevo, lo meditó y lo meditó y, en pleno confinamiento, que, por cierto, pasó en esta casa, empezó a imaginar su marca de lifestyle, Le Château De Ma Mère (como el famoso libro de Marcel Pagnol) Quería que representara la Provenza en su esplendor.
“Me di cuenta de que tenía muchas ideas, pero no soy diseñadora, así que le pedí ayuda a mi amiga Eve Cazzani, que había trabajado quince años en Bonpoint y tenía gran experiencia. Trabajamos vía Zoom con los proveedores y, cuando por fin tuve en mis manos mi primer cojín, mis primeros mantelitos, comprendí que estaba en el sitio perfecto en el momento perfecto y ‘tenía’ que hacerlo”.
En realidad, no vende moda, pero sí algunos vestidos, faldas, blusas de algodón ligero (voile de coton) para estar fabulosa, fresca y feliz bajo el sol de la Provenza. También art de la table , es decir, vajillas, cristalerías y ropa de cama, todo, con el sabor de la región.
“Tratamos de trabajar con artesanos de la zona para que el buen hacer y la tradición no desaparezca. Nos hemos inspirado en antiguos tejidos provenzales del XVIII. Hemos hecho unos inmensos cestos como los típicos de la región, que tienen un gran éxito. Y, por supuesto, ¡la lavanda de mi propio campo! Con ella hacemos grandes cojines aromáticos y muy pronto lanzaremos el agua de lavanda”.
Tiene ya una tienda efímera en París y va a abrir otra en Saint Rémy-de-Provence. Sí, el pueblito encantador a donde Carolina de Mónaco se trasladó con sus hijos tras la muerte de su marido. Lo hizo seguramente porque sabía que este lugar tiene una energía especial que atrapa, la misma que Sophie utiliza hoy para su nuevo proyecto.
“Cuando compramos la casa, no tenía piscina, lo que nos vino bien para situarla donde nosotros quisimos”, nos dice Sophie, que es madre también de Athina, de once años, de su unión con Patrick Perrin, una de las grandes figuras del mundo del arte
“En invierno, lanzaremos, para celebrar la fiesta local navideña de los Trece Postres, sets, platos, etc., en 13 tipos diferentes. También unos agradables conjuntos para sentarse junto al fuego y estar abrigada. Muchos asocian esta zona con el verano, pero en realidad el otoño y el invierno aquí son muy atrayentes”.
Sophie conoce muy bien la zona porque en ella pasó múltiples veranos con su primer marido, el Dr. François Sarkozy (estratega y divulgador en temas de salud con sus propias empresas de consultoría y audiovisuales), hermano del antiguo presidente francés Nicolas Sarkozy. Es también el padre de su hijo Arpad (veinte años), que estudia Ciencias Políticas en Washington, y de Anastasia (dieciocho), que estudia Leyes en Londres. Athina (once), la pequeña, es hija de su segundo marido, Patrick Perrin (cuarta generación de reputadísimos anticuarios y fundador de PAD, la feria del diseño, y del Salon du Design). Tiene actualmente un tercer marido, Hervé Temime, el penalista de las grandes corporaciones y de las personas más importantes del país. Famoso porque nunca pierde, es también un prolífico autor.
“Y no olvidemos a ‘Scoop’ (un año y medio), con su fuerte carácter, que “solo” escucha a Athina, ja, ja, ja —exclama Sophie—. Tengo una “familia moderna” de la que estoy muy orgullosa. Mis hijos (conmigo o solos) van y vienen a casa de unos y otros e interaccionan de forma natural con las nuevas parejas y sus familias. Son todos ellos tan inteligentes que no podría ser de otro modo”.
Pero fue su actual marido quien la “empujó” a descubrir esta casa hace ocho años. Le dio carta blanca, pero tenía tres deseos: “No más de veinte minutos de la estación del tren. No más de dos horas de París. No ver vecinos”.
“Después de visitar quince propiedades, estaba a punto de abandonar cuando recibí unas fotos de la agencia inmobiliaria. Parecía cumplir los requisitos y, sobre todo, no lo veías todo al entrar, como suele ocurrir en muchas casas de la región en las que piscina, casa, etc., están demasiado presentes. Vine a verla con mi marido. Abrió la puerta principal. No subió al primer piso. Echó un vistazo rápido al campo y dijo: “Está bien, la compramos”. El agente pensaba que estaba de broma”.
Durante el confinamiento decidió crear una empresa de ‘art de vivre’, inspirada en La Provenza: “Tratamos de trabajar con artesanos de la zona para que el buen hacer y la tradición no desaparezca. ¡Y, por supuesto, la lavanda de mi propio campo!”
En realidad, confiaba plenamente en su esposa. Además, no había piscina, lo que era un plus, pues podían construirla donde ellos quisieran. No había jardín , era un amasijo de hierba amarilla y ha sido únicamente en los dos últimos años cuando empieza a parecerse a lo que tenían en mente. No tiraron tabiques, pero, aun así, la obra llevó un año, incluida decoración. Sophie pensó que el rosa le iría bien a la fachada y resultó demasiado Euro Disney. La pátina del tiempo hizo que se convirtiera en el color perfecto.
“Es una casa perfecta en un lugar perfecto. La Provenza es única en el mundo. Puedo estar agotada en París, cojo el tren (TGV) y, al llegar la luz del cielo, me ilumina y hace que todos los problemas desaparezcan”.