Álvaro Marañón, conde de Retamoso, nos recibe junto a Mercedes de Valenzuela en su magnífica casa, ‘Can Marañón’, en la Costa de los Pinos, una de las primeras que se construyeron en la reconocida urbanización de Mallorca. Su idílica ubicación frente a la bahía de Son Servera, una de la zonas ecológicamente más protegidas, la convierte en uno de los lugares residenciales más emblemáticos y exclusivos de la isla, un entorno único y privilegiado que ha conservado su belleza natural. Álvaro, en sus facetas de empresario y académico, ha dedicado la mayor parte de su fecunda carrera profesional a responsabilidades como alto ejecutivo o consejero en importantes entidades públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales.
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Se ha vinculado a lo largo del tiempo a patronatos y juntas directivas de instituciones culturales tan destacadas como el Colegio Libre de Eméritos, la Fundación de Amigos del Museo Reina Sofía y la Real Fundación de Toledo y a diversas plataformas y asociaciones de la sociedad civil, en un compromiso familiar con su dedicación al legado cultural de España. Hoy el empresario y académico nos recibe en su refugio mallorquín, donde pasa los veranos junto a Mercedes Valenzuela, hija de los condes de Albercón y licenciada en Derecho, sus tres hijos y sus tres nietos; también se suman, en ocasiones, Mercedes Tulla, hija de Mercedes, con su marido, José María de las Cuevas, y sus dos hijas.
—¿Álvaro, puede contarnos la historia de esta casa?
—La familia Marañón fue una de las fundadoras de la Costa de los Pinos y, después de más de medio siglo, conservamos su propiedad inicial en primera fila de mar. Consta de dos viviendas unifamiliares aisladas en un amplio solar de cerca de una hectárea poblada de pinos y con acceso directo y fácil al mar. En los años sesenta, un grupo de amigos de Madrid, integrado por destacadas personalidades de aquella época, impulsó la urbanización de la Costa de los Pinos, atraídos por sus playas de ensueño y bahías de aguas cristalinas. Entre ellos estaban el dramaturgo y académico Joaquín Calvo Sotelo, el director de ABC Torcuato Luca de Tena, el ministro de Asuntos Exteriores Fernando Castiella, el embajador marqués de Santa Cruz, la marquesa de Narros, la familia Padilla Zobel y mi padre. Los recuerdos más felices de mi juventud están aquí, donde he visto crecer y disfrutar en este maravilloso entorno a mis hijos y nietos.
“Mi madre, Patricia Bertrán de Lis y Pidal, fue la impulsora de la puesta en marcha de la propiedad, y la que se ocupó de ella ilusionadamente hasta su fallecimiento, especialmente de su jardín y de la decoración”
—Ser nieto del doctor Marañón y descender de una de las familias con más prestigio cultural, político y social de la historia reciente de nuestro país, ¿qué significa para usted?
—Es cierto, se recibe un legado muy importante de interés por la cultura y por los ámbitos intelectuales y eso marca mucho. Mi abuelo fue uno de los médicos, científicos y humanistas más brillantes del siglo XX que hizo inseparables esas tres condiciones en su persona y obra. En su cigarral toledano, donde le veíamos los fines de semana, reunió a personalidades que configuraron la historia de su tiempo. Allí recuerdo que mantuve una de mis últimas conversaciones con mi abuelo, que murió poco después. Nunca he olvidado el consejo que me dio, diciéndome que el respeto a los padres debe permanecer toda la vida. Fue cinco veces académico, uno de los tres españoles que han obtenido ese reconocimiento, y fueron excepcionales sus aportaciones a la medicina y a cultura del siglo XX. Mi padre fue también una importante figura de su época y su sucesor en muchas cosas, también del gusto por la historia y las letras: embajador de España, académico, ilustre abogado y, por su fecunda labor al frente del Instituto de Cultura Hispánica, es el español más condecorado hasta hoy por los principales países de Hispanoamérica. En mil novecientos ochenta y siete, el Rey don Juan Carlos I le otorgó el marquesado de Marañón con grandeza de España en el centenario del nacimiento de su padre.
—¿Qué opina de la gestión de su hermano Gregorio en el Teatro Real?
—Junto a su magnífico equipo han conseguido situarlo al mismo nivel de los grandes teatros de ópera internacionales como La Scala, el MET, Covent Garden… Representa un gran éxito de gestión y de repercusión mundial tanto para la cultura española como para nuestras artes escénicas y musicales.
—¿Pasan muchas temporadas aquí?
—Venimos todos los veranos y, a veces, en primavera, al margen de algunos fines de semana durante el año. Nos encanta la isla, siempre descubrimos paisajes nuevos, pues descubrir Mallorca es una experiencia que nunca se agota. En definitiva, cada regreso a esta casa es siempre una experiencia muy agradable y saludable, descansar enfrente del mar entre pinos centenarios y flores proporciona múltiples beneficios para nuestra salud y bienestar físico, mental y espiritual.
“Mi abuelo fue uno de los médicos, científicos y humanistas más brillantes del siglo XX. Fue cinco veces académico, uno de los tres españoles que han obtenido ese reconocimiento, y fueron excepcionales sus aportaciones a la medicina y a la cultura”
—¿Quién se ha encargado de la decoración?
—Mi madre, Patricia Bertrán de Lis y Pidal, fue la impulsora de la puesta en marcha de la propiedad, y la que se ocupó de ella ilusionadamente hasta su fallecimiento, especialmente de su jardín y de la decoración. Encontró en reconocidos anticuarios de la isla, entre otros objetos, puertas para las entradas principales, cómodas, arcones, camas y cabeceros. En Mallorca existen unas telas tradicionales propias, llamadas ‘teles de llengües’ (telas de lenguas), que forman parte de la cultura y tradiciones de la isla, que encantaban a mi madre, por lo cual las utilizó en gran medida para tapizar sofás, biombos y en la elaboración de cortinas, colchas y manteles. Hemos mantenido su costumbre y Mercedes se ocupa ahora de la decoración y el mantenimiento de la casa con su buen gusto y acertado criterio.
—¿Cuál es su rincón favorito de su casa y de la isla?
—Todos los rincones de Mallorca me encantan, en esta isla donde no existe el tiempo y el mar es siempre maravillosamente azul y transparente. Unamuno lo llamaba ‘mi Mar latino’. El tiempo que pasa queda aquí diluido entre el azul del cielo y sus aguas turquesas. Me encanta subir al mirador del final de la urbanización que brinda una vista maravillosa sobre el mar y un infinito horizonte. “Mallorca es un lugar parecido a la felicidad, apto para, en él, ser dichoso”, escribió Jorge Luis Borges. Dentro de la propiedad, sin duda, mi favorito es el porche de la terraza principal, que sirve de refugio de calores y vientos y tiene una vista excepcional que en días muy claros permite adivinar la lejana silueta de las costas de Menorca.
—¿Por este maravilloso jardín han pasado personas muy interesantes en las cenas veraniegas que organizan?
—Mercedes y yo mantenemos siempre abiertas las puertas de ‘Can Marañón’. Ante todo, para nuestra amplia tribu familiar y también para los buenos amigos. Tenemos el placer de recibir aquí cada año a personas muy interesantes y relevantes, pero es imposible citarlas por lógicas razones de privacidad. De los que nos han dejado, recuerdo con cariño a Joaquín Calvo Sotelo, a Juan Ignacio y Torcuato Luca de Tena, el arquitecto Miguel Fisac, el expresidente Leopoldo Calvo Sotelo, a Fernando Castiella, importante político de su época. También, más recientemente, a los reconocidos pintores mallorquines Miguel Llabrés y Joaquín Torrents Lladó, cuyas obras conservo, y a una guapísima Sara Montiel en sus mejores tiempos… También nos visitó Philip Niarchos, que vino a visitar en su imponente yate a un amigo griego que era nuestro invitado; asimismo, los príncipes de Kent…
“Lo tuvo todo para vivir entre sedas y lo dejó todo para entregarse a los demás. La conocí de cerca y me marcó mucho”, nos dice sobre la santa Maravillas Pidal, su tía abuela, cuya vida ha llevado al libro La Madre Maravillas, del palacio al convento
—¿Cuántos hijos tiene? ¿Nos puede hablar de ellos?
—Tengo tres. Patricia se graduó en Historia del Arte en Londres y se dedica en Ibiza, donde reside, al diseño floral con su reconocida empresa, Florando Ando, que ha sido objeto de varios reportajes en distintas publicaciones. Trabajo que armoniza con la gestión como mánager de una importante urbanización de Ibiza. El segundo, Álvaro, es abogado por el CEU San Pablo de Madrid, trabajó en el sector bancario varios años y es consultor internacional y empresario de comercio exterior. La menor, Mencía, se diplomó en Comunicaciones en Madrid y Londres, y actualmente gestiona un centro dedicado a la salud y al bienestar a través del yoga y de otras técnicas similares.
—El First National Bank of Boston, el Banco Europeo de Inversiones del Grupo Banco Popular, director de Korn Ferry, líder mundial de headhunting, Patrimonio del Estado, Philip Morris, director general de la editora del diario Cinco Días… Estas son solo algunas de las prestigiosas entidades donde ha trabajado y asesorado ¿Qué recuerdos guarda de estas interesantes responsabilidades profesionales?
—Fueron experiencias profesionales muy interesantes y positivas, tanto en España como en Estados Unidos y en Londres. Trabajé y aprendí mucho, y para mí fue maravilloso poder vivir fuera de mi país durante bastantes años y conocer nuevos ambientes y métodos de trabajo. Dos de mis hijos nacieron fuera de España, y fueron épocas muy felices. También las responsabilidades profesionales que asumí a mi regreso fueron valiosas y fructíferas. Guardo recuerdos estupendos de todas esas empresas y entidades y me complace saber que en todas ellas dejé un buen recuerdo y muchos amigos.
—¿En qué actividades estás ahora inmerso?
—En el desarrollo y asesoramiento de proyectos en diversos sectores, entre ellos, la consultoría empresarial y la actividad inmobiliaria. Asimismo, colaboro activamente con varias plataformas de la sociedad civil de forma desinteresada. Y a ello se suman mis inalterables aficiones, como, entre otras, la música clásica, la lectura y los viajes.
—En dos mil dieciséis escribió el libro La Madre Maravillas, del palacio al convento, sobre la vida de la famosa santa, su tía abuela Maravillas Pidal, ¿qué le llevo a hacerlo?
—Fue una destacada persona de mi familia que desde joven dedicó su vida a ayudar a los más desfavorecidos, siendo una incansable fundadora de conventos de carmelitas descalzas. Falleció en mil novecientos setenta y cuatro y fue canonizada en dos mil tres por Juan Pablo II, batiendo récords religiosos por su rápido proceso de canonización. Ella lo tuvo todo para vivir entre sedas y lo dejó todo para entregarse a los demás. La conocí de cerca y me marcó mucho, tenía un carisma muy especial y su interesante y valiente vida es digna de una novela. Resultó un privilegio publicar en La Esfera de los Libros este libro sobre su vida, y una feliz sorpresa su éxito comercial a través de sucesivas ediciones.
“Tenemos el placer de recibir aquí cada año a personas muy interesantes y relevantes. De los que nos han dejado, recuerdo con cariño, entre otros, a Juan Ignacio y Torcuato Luca de Tena, el expresidente Leopoldo Calvo Sotelo, una guapísima Sara Montiel en sus mejores tiempos…”
—Mercedes, ¿qué rincones de la casa le gustan más?
—Todos me gustan y podría destacar el amplio patio interior lleno de plantas y macetas, que proporciona un agradable frescor a la casa. También la vista desde la bajada por el jardín hacia el mar, y contemplar desde allí las preciosas puestas de sol que nos brinda esta incomparable isla.
—¿Cuáles son sus dedicaciones habituales o preferidas en ‘Can Marañón’?
—Dada mi afición a la jardinería, una de mis grandes pasiones, de la que ya disfrutaba desde pequeña, en el campo de mi familia en Sevilla y Cádiz, en ‘Can Marañón’ dedico gran parte de mi tiempo a ejercerla en su amplio jardín lleno de pinos, hibiscos, adelfas y buganvillas. También me gusta ayudar en todo lo relativo a la orgánica y el mantenimiento de la casa, que estando tan cerca del mar es una tarea.