Durante décadas, Ibiza ha sido el destino turístico español por excelencia. Sus calas, sus aguas cristalinas, su halo tranquilo y relajado y, por qué no, también su cultura de la noche lo han convertido en una de las islas más conocidas en el mundo. Y gran parte de ese éxito se debe a las buenas vibraciones que desprende la arquitectura y decoración este lugar, que le ha dado el sobre nombre de ‘isla blanca’. Y este estilo relajado y playero ha sobrepasado los límites del mar, extendiéndose a todo tipo de vacaciones de veraneo, ya estén en la costa mediterránea o no. Analizamos los motivos de su éxito.
Lo identificamos con el verano
Y es que es en esta época del año cuando saca su cara más visible y es emulado en todas partes, desde en residencias de verano hasta en casas de montaña. Y es que el estilo ibicenco está directamente relacionado con la paz, el bienestar y la calma, cuestiones que, en verano, se convierten en nuestras prioridades. Por eso, este estilo de la isla balear ha sobrepasado fronteras, conquistando la decoración de las casas de verano.
Además, está lleno de frescura y tintes cálidos que convierte cualquier estancia en la perfecta para ver pasar las horas y es por eso que es tan valorado y, sobre todo, deseado.
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Nos atrae su naturalidad
Porque todo el día rodeados de carreteras, grandes edificios y ordenadores, nos obliga a valorar el aspecto natural de esta decoración tan fresca, que triunfa por su luminosidad, su frescura, sus raíces tradicionales y su íntima conexión con el mar y el campo. Y esto lo consigue gracias al uso de materiales sostenibles, como la madera en su estado natural -olvídate de las superficies pulidas o barnizadas- y las fibras naturales. Y estas son protagonistas, junto con el blanco, del estilo ibicenco. Estos elementos naturales los vemos en detalles decorativos, como las lámparas de fibras, cestas para almacenar y hasta alguna pieza de mobiliario. Pero también está muy presente la madera en mesas de comedor o de centro, las sillas o las vigas a la vista de los techos.
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Su simplicidad es arrebatadora
Porque el estilo ibicenco huye de los artificios, de los muebles de más, y se aferra a lo sencillo, a lo práctico, pero sin perder el estilo ni la frescura que lo caracteriza. Por eso, si quieres llevar este estilo a tu casa de veraneo, evita saturar la decoración con muchas piezas y adornos. Este es uno de los ejemplos en el que la máxima ‘menos es más’ cobra todo el sentido. En el salón, será suficiente con un cómodo sofá (si es de lino o algodón, mejor), una mesa de centro de madera y una butaca que sirva de apoyo para sentarse. Como mucho, puedes añadir un puff que regale otro asiento y una alfombra, de fibras, por supuesto. Y ya, el estilo ibicenco no necesita nada más.
Es luminoso y atemporal
Y es, principalmente, gracias al color blanco que no solo cubre las fachadas de las casas típicas ibicencas, sino también sus interiores. Y es que el blanco cubre por completo paredes y techos de la decoración ibicenca, y lo vemos también en tapicerías y textiles de todas las estancias, del salón, al comedor y llegando hasta el dormitorio. Pero también esa atemporalidad se la debe a las líneas minimalistas que priman en la decoración.
Es elegante, pero también informal
Porque gracias al color blanco, la elegancia del estilo ibicenco está servida. Es simple, natural y muy estilosa. Sus recursos subirán el nivel decorativo de tu casa de veraneo, convirtiéndolo en un espacio acogedor y veraniego. Pero también tiene un halo desenfadado. La sencilla inclusión de detalles de fibras naturales ayudan a aportar ese aspecto informal que nos recuerdan que, en la isla, se vive un eterno verano.
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No ha perdido de vista sus raíces
Los suelos de barro, que proporcionan una fresca pisada en verano y más cálida que otras cerámicas cuando bajan las temperaturas, la blancura de sus paredes encaladas, la piedra de sus casas agrestes… Todo en el estilo ibicenco es un canto a sus orígenes, que no ha olvidado ni con el paso del tiempo ni la llegada de nuevas tendencias que, aunque se aprecian en pequeños detalles, no se han hecho las protagonistas de su diseño.
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Una vida fuera y dentro sin distinción
Porque los límites entre el exterior y el interior parecen desaparecer en el estilo ibicenco. El buen clima de la zona hace que las horas que se pasan en la terraza o el porche se multipliquen, convirtiéndose en el espacio más utilizado de la casa durante el verano. Y esta es una característica que nos encanta emular del estilo ibicenco. Unos visillos blancos que se mecen entre el interior y el exterior será esa barrera, casi imperceptible, que aporte intimidad y nos proteja del sol.
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Delicados toques de color y estampados étnicos
Porque no solo de blanco vive el estilo ibicenco. En él también podemos ver cómo delicadas pinceladas de azul tiñen la decoración, sumándose a la frescura y potenciando aún más su estilo mediterráneo. También los estampados étnicos, como el ikat, que aportan un toque boho, son muy empleados en este tipo de ambientes. Eso sí, huyendo siempre de los estampados geométricos más ordenados, como las rayas, rombos o cuadros.
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Tejidos naturales, siempre
Otra de las características que nos atrae del estilo ibicenco es su sabio uso de los tejidos naturales. Son básicos en los tapizados, pero también en los complementos y ropa de cama. En los ambientes ibicencos, triunfan las fundas de lino, fresquitas y que gracias a su arruga potencian ese aspecto desenfadado del que hablábamos anteriormente. Y a esto se suman las sencillas cortinas de visillo que se mueven al ritmo de la brisa y, por supuesto, las sábanas de algodón, que traspiran manteniendo la temperatura corporal.
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