Las texturas son las distintas percepciones que tiene nuestro cerebro ante los distintos materiales que se pueden utilizar en un jardín. En paisajismo se utilizan para crear perspectivas y composiciones interesantes y para su diseño hay que ir mucho más allá de la incorporación de plantas, también entran en juego los materiales inertes, como gravas, pavimentos… e incluso la iluminación de los exteriores.
Este agradable rincón de estar al aire libre se sitúa sobre una mullida zona de césped y las texturas las dan materiales como las fibras, el hierro, el cristal de la jarra y los vasos (de Vivie), además del joven olivo.
Para comprender por qué juegan un papel tan importante a la hora de plantear un jardín hemos entrevistado a Francisco Díaz Ramos, art manager en Landscapers, y todo esto es lo que nos ha contado.
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Cómo emplear texturas en tu jardín
Al ser humano no le atrae lo plano. “Jugar con distintas texturas da la sensación de estar en la naturaleza (que al final es lo que buscamos los paisajistas, reproducir la naturaleza de una forma u otra). Esta característica nos permite acercarnos más a este fin. Por otro lado, algunas plantas debido a su textura se balancean de forma agradable con la brisa, creando efectos muy visuales”, detalla el experto.
En la imagen, un proyecto de Simbiosi Estudi para un jardín con orientación sur donde el fondo resulta más frondoso y, por tanto, sombreado.
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Desde Landscapers utilizan las texturas de dos formas:
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Con materiales inertes, para separar distintas zonas de uso: por ejemplo, combinar césped, gravas y madera te va a dar lugar a una separación 'natural' de zonas.
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Con plantas se utiliza para aportar interés a la composición vegetal. La razón es que en la naturaleza nos encontramos con distintas plantas cada una con sus características, que bien combinadas da como resultado esos paisajes que se quedan en nuestra retina.
En la imagen, el proyecto juega con distintos materiales en el suelo, incluso combinando distintas gravas (la de pizarra machacada en el pasillo central contrasta con las otras). Las stipas, a su vez, crean un efecto etéreo y vaporoso, en contraste con la aridez de la cola de caballo (Equisetum, con apariencia de bambú).
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Muy variadas texturas
Ten en cuenta que las texturas la aportan muchos elementos, desde los suelos y los muros, hasta los follajes de las plantas, las flores, las cortezas de los árboles o el agua a modo de piscinas, estanques o fuentes.
Una combinación infalible, para Landscapers, consiste en mezclar gramíneas doradas, con el verde y flor de las gauras, tulbalgias o ajos ornamentales o verbenas.
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El follaje
La textura en este caso la da la forma y consistencia de la hoja. Hay texturas duras como las que ofrecen los cactus (de la familia de las cactáceas) o también plantas de hoja coriácea. En el extremo opuesto está la vaporosa textura de las gramíneas (sobre todo la Stipa tenuissima).
En intermedios la textura de base puede ser con los pitósporos, así como las arizónicas de seto informal (sabinas o juníperos rastreros), que son dos plantas que hacen el mismo efecto, con una textura totalmente distinta.
En la propuesta, tumbonas y parasol de Tectona, rodeadas de texturas verdes (como el árbol candelabro en maceta) y del azul del agua de la piscina.
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Texturas de las flores
Francisco explica que en cuanto a las flores, su textura depende de la forma de las mismas. Pone este par de ejemplos con especies algo contrapuestas: no es lo mismo una verbena morada (Verbena bonariensis) cuyas flores crecen en racimo o panícula que un rosal con flores grandes. Tampoco es lo mismo unas begonias con florecillas lisas y monocolor que un crisantemo (en la imagen) con esas flores “como con varias capas” que parecen hechas de papel.
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Texturas con contrastes suaves
Para lograr un resultado bastante sereno suele ser buena idea jugar con especies de hoja parecida, pero de distinto color. Francisco propone, por ejemplo, plantar pitósporo y lavandas (o santolina). Todas crecen como en bola y tienen hojas (la santolina no tanto) de textura parecida, si bien el pitósporo es más brillante. En cambio, lo que da la textura a esta combinación es el cambio de color, más grisáceo en las dos aromáticas que en el pitósporo.
Otra forma es utilizar colores parecidos y hojas distintas. Este ejemplo podría ser la lavanda y la santolina.
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Ideas para generar profundidad
Para dar más perspectiva y aumentar la sensación de espacio la solución perfecta consiste en contrastar lo máximo posible, es decir, combinar plantas muy distintas. Por ejemplo, la mezcla de aromáticas suele dar muy buenos resultados junto con las gauras.
En este jardín mediterráneo diseñado por el paisajista Fernando Nájera en primer plano encontramos orejas de conejo (Stachys byzantina). Detrás salvia (Salvia officinalis) y lavanda (Lavandula angustifolia), mientras que en el fondo destacan las gauras y azucenas antorcha (Jniphofias uvarias).
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El jardín más estimulante
Desde el punto de vista de las plantas integrar elementos táctiles resulta todo un acierto. El experto comenta: “es agradable acariciar las gramíneas (si no eres alérgico, claro); también tocar las aromáticas y comprobar cómo el olor que desprenden impregna tu mano es una sensación muy placentera”.
El reto es colocarlas a la altura donde puedas ir paseando entre ellas y tocarlas mientras andas.
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Texturas en los suelos
Se puede jugar con los distintos tamaños de grava, así como con sus colores. “También la mezcla de materiales si se hace con sentido y un diseño cuidado es una buena idea”, considera Francisco.
Entre las múltiples combinaciones, la madera y el césped, la madera y la gravilla, la madera y el porcelánico o incluso introducir pasos dentro de la grava ayuda a crear ese efecto ‘mágico’ que hace que un jardín funcione visualmente.
Cuando se utilizan distintas texturas de gravilla, el paisajista recalca que es muy importante utilizar separadores que hagan evidente el cambio de material, como vemos en la propuesta en un jardín de bajo mantenimiento diseñado por su empresa, Landscapers.
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