Si tu madre es una pionera en su profesión. Si abrió su propio estudio de decoración hace más de cincuenta años, cuando en Portugal no era “normal” que una señora de buena posición trabajara “por placer”. Si muchos de sus proyectos, en su país y fuera de él, siguen considerándose extraordinarios. Si eres hija de la adorada Graça Viterbo. ¿Qué haces? Pues posiblemente te dediques a algo que no tenga nada que ver con ella, por si te comparan. Pero a Gracinha Viterbo, su hija, le gustan las cosas difíciles, los desafíos, así que decidió ser también decoradora.
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Hoy, con proyectos alrededor del mundo; su muy especial tienda, Cabinet of Curiosities, y sus producciones de objetos de todo tipo, sin que se ofenda su progenitora, se puede decir que ha superado a su maestra. “Mi madre es una “histórica”, una de las más —si no la más— antiguas decoradoras de este país. Empezó muy joven su negocio y a mi abuelo no le gustaba nada, pero mi padre, el doctor Pedro D’Abreu Loureiro (un cardiólogo de fama internacional que, además, viene de una familia de cardiólogos), la apoyó siempre. Vivieron en Londres y Nueva York y son muy abiertos de mente”.
“La casa era, originariamente, de la abuela de mi marido, y en su diseño tenía influencia de Marruecos, que le gustaba mucho. Durante año y medio, la ampliamos y reconstruimos”, dice la decoradora de su hogar, de 2.000 metros cuadrados, con un gran jardín
Graça, que, hace unos años, dejó la empresa para tener más libertad y disfrutar de sus nietos, era no solo una persona muy creativa, sino una mujer de negocios. Viajaba internacionalmente con proyectos en sitios lejanos, como Hong Kong. Como muchas mujeres ejecutivas, se sentía a veces culpable de no estar con sus hijos mayores, Alexandra y Bruno, así que decidió que Gracinha, su benjamina, no iba a sufrir por ello. “Yo ya era bastante creativa de pequeña, pero, además, crecí entre telas y muestras de mármoles y de colores, así que, por ósmosis, fui aprendiendo de mi madre. A los, no recuerdo muy bien, creo que trece años, realicé mi primer “proyecto”. Ralph Lauren acababa de sacar su línea Home, con mi dinero compré tela y el domingo por la mañana, “toc-toc-toc”, con un martillo y clavos, empecé a entelar mi habitación —ríe—”.
Años más tarde, fue a Central Saint Martin’s y a Inchbald School of Design, en Londres, donde le enseñaron a ser muy versátil, y luego trabajó con la reputada decoradora inglesa Kelly Hoppen. Tenía entonces veintidós años y se debatía entre la idea de seguir en Inglaterra o volver a Portugal. “Decidí volver. Por dos razones: quería trabajar junto a mi madre siendo yo ya adulta, en la empresa familiar y durante los años que ella quisiera seguir activa, y porque ya estaba comprometida con Miguel, mi marido. Cuando mi madre decidió “retirarse”, ocho años más tarde, aunque una mente creativa no se retira nunca, Miguel y yo, que formamos un tándem perfecto, estábamos preparados para continuar”.
“Mi primer “proyecto” lo realicé a los trece años. Compré con mi dinero una tela y el domingo por la mañana, con un martillo y clavos, comencé a entelar mi habitación”
Miguel Stucky Vieira da Rocha, de nacionalidad portuguesa con sangre francesa, un experto en finanzas y economía, es el presidente (CEO) de la compañía. Ambos se conocen desde siempre, o casi. “Estoril es muy pequeño. Mi familia es una de las fundadoras y, sí, nos conocemos todos. Teníamos —y tenemos— amigos comunes y nos vimos por primera vez cuando él tenía catorce años y yo doce. Pero, durante unos diez años, solo nos cruzamos. Una cena en Londres, una fiesta en Brasil… Era un “Hola, ¿cómo estás? Me alegro de verte”. Punto. Hasta que, un día, dejamos de cruzarnos y empezamos a caminar juntos”.
Todo esto coincide con la vuelta de Gracinha, en el año 2000, a Portugal y, precisamente, un año después, su hermano, Bruno, que entonces llevaba la parte económica de la empresa, decidió trasladarse por trabajo a Estados Unidos. Le preguntó a Miguel si quería ser el presidente y ocuparse de la parte económica y desarrollo de la empresa y este aceptó. “Nos convertimos en una verdadera empresa familiar. Me encanta cómo trabajamos juntos. Yo lo animo a tomar ciertos riesgos y él está constantemente pensando en cómo podemos crecer. A veces tenemos distintas opiniones, pero todo lo decidimos juntos”.
Total que, un día, Miguel, que ya calibraba posibilidades en el mercado asiático, se encontró con que el destino se lo ponía fácil. O, como dice Gracinha, “son los clientes los que nos hacen viajar”. “Ocurrió que una clienta, a la que habíamos hecho ya dos proyectos, uno en Portugal y otro en Suiza, me llamó: “Gracinha, próxima parada: Singapur. ¿Preparada?”. A su marido lo habían destinado allí e iba a tener una nueva casa. Quería que yo la decorara. “Por supuesto”, contesté”. Empezó así una nueva aventura que duró cuatro años. Los niños tenían entonces nueve, siete, seis y tres años. Portugal estaba en un momento difícil con la crisis; Singapur, en cambio, hervía de actividad, y no lo dudaron. Al tiempo mantenían proyectos en Angola e incluso en Brasil.
“Fue una experiencia fabulosa. Para los niños, que conocieron otra cultura e incluso aprendieron mandarín. Para nosotros y nuestro negocio porque tuvimos muchos encargos allí, abrimos mercado y aprendimos a trabajar de una forma diferente para una mentalidad diferente. Como somos unos padres “presentes”, a veces, era una locura entre viajes, colegios y todo lo demás, pero nos abrió la mente a todos y nos hizo tener una idea más amplia del mundo”. Luego, en 2016, regresaron a Portugal. A un Portugal diferente, lleno de actividad, con una gran variedad de extranjeros descubriendo el país y asentándose en él. Y, claro, necesitaban una casa donde vivir. Muchos acudieron a Gracinha.
“Mi primer “proyecto” lo realicé a los trece años. Compré con mi dinero una tela y el domingo por la mañana, con un martillo y clavos, comencé a entelar mi habitación”
“Sí, mis clientes siempre repiten. Creo que agradecen mi energía positiva. Me acerco a ellos con la mente abierta y siempre pregunto: “¿Qué porcentaje tengo para expandirme?”. Suelen buscarnos porque ya saben de nosotros, pero, aun así, estudio su personalidad y creo para ellos algo así como el escenario de una película, con la diferencia de que es real y unas personas reales van a vivir en él. No es solo cuestión de hacer algo bonito”. Gracinha tiene, además, la suerte de contar con Miguel en su cargo de presidente de la compañía y es su gran apoyo para todo lo que es negocio, desarrollo, etcétera, y, de esa forma, le permite a ella ocuparse “solo” de la parte creativa.
Pero ¿cómo compagina la cartera de proyectos con cuatro hijos, dos perros y un loro? ”Ja, ja, ja. ¡A veces con dificultad! Pero tanto Miguel como yo creemos en la educación positiva. Queremos que nuestros hijos sean independientes y parece que eso es lo que está sucediendo. Todos ellos tienen derecho a una opinión en nuestra casa. Nosotros la escuchamos. A veces estamos de acuerdo, otras no, pero el diálogo nos hace crecer a todos”. Tanto quieren que sus hijos sean independientes que el mayor, Santi (Santiago), con diecisiete años, ya no vive en casa. Es un futbolista profesional que, en estos momentos, juega con el F. C. Famalicão.
“Mi madre es una “histórica”, una de las más —si no la más— antiguas decoradoras de este país. Empezó muy joven su negocio y a mi abuelo no le gustaba nada, pero mi padre, el doctor Pedro D’Abreu Loureiro, la apoyó siempre”
“Uno de los mejores clubes de Portugal, y la forma que tenemos su padre y yo de apoyarlo en su sueño es, precisamente, dejarlo marchar para conseguirlo. El segundo, Gui (Guilherme), con catorce años, es el más académico, le gustan las matemáticas, la ciencia, el piano y es un intelectual. Lee como media unos cincuenta libros cada verano. Luego está Ben (Benjamim), con trece, que tiene una personalidad muy cercana a Miguel y le gustan todos los deportes y tiene un gran sentido del humor. Y, por fin, Alice, con once, que, como es la única chica, es muy independiente, muy organizada y muy cariñosa, pero no frágil… Es ya una mujer ¡empoderada!”.
“Estoril es muy pequeño y nos conocemos todos. Miguel y yo teníamos —y tenemos— amigos comunes y nos vimos por primera vez cuando él tenía catorce años y yo doce”
Y como ya se podría decir que tenía su vida profesional encaminada, Gracinha decidió, además, expandir su negocio. Diseñando turbantes. Luego diseñando objetos y creando su famosa boutique, Cabinet of Curiosities (al estilo siglo XVIII), en el que había sido el palacete de sus abuelos, en Estoril. “Primero empecé con los turbantes. Mi abuelita coleccionaba sombreros y tenía 400 (de los cuales 100 eran turbantes), así que es algo de familia. Cuando, hace años, tenía tanto trabajo y tan poco tiempo de ir a la peluquería, pensé que el turbante era una solución. Luego, mis amigas y mis clientas empezaron a pedírmelos y acabé haciendo una colección. Modelos únicos. Y en cuanto a lo demás, mi oficina estaba en el town house, donde ahora está la boutique, pero se nos quedó pequeña, así que nos trasladamos a Cascais, a un espacio de 2.000 metros donde todo se interacciona. Tengo la inmensa suerte de contar allí con algunos de los fantásticos artesanos de los que disponemos en este país y con un equipo maravilloso del que estoy muy orgullosa. ¿Podría, simplemente, dedicarme específicamente a la decoración? Podría. Mis amigos me dicen que siempre tengo que ir “mas allá” y es verdad. Me gusta experimentar nuevas aventuras. Me gustan los retos, las cosas difíciles, porque, en mi opinión, solo solventando dificultades podemos crecer”.