Francisco Umbral escribió que el palacio de Pitita Ridruejo, en la calle Fomento, del centro de Madrid, un edificio de 2.600 metros cuadrados cuyo origen data del siglo XVII, era “una metáfora de España”. La que fuera musa del literato, “una duquesa de Guermantes a la madrileña”, compró, en 1977, esta aristocrática residencia en ruinas, ubicada, oportunamente, a escasos metros del Palacio Real y de la discoteca Joy Eslava. Tras mucho esfuerzo, y como entraron en nuestro país “la Monarquía, la democracia y la reforma”, consiguió devolver su brillo original a aquel rincón de frescos y “cenefas de otro siglo”.
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En 1982, Ridruejo, personaje irrepetible que también encandiló a Fellini o Dalí y es recordada por su fervor a la Virgen, se instaló en esta casa tras el cese de su marido, el diplomático Mike Stilianopoulos, como embajador de Filipinas en Reino Unido. Hasta su muerte, en 2019, a los ochenta y ocho años, ejerció allí de embajadora de sí misma ante otras memorables damas de sociedad en peligro de extinción, como la duquesa de Alba, Maritín March o Trini Fierro. Tres años después de su desaparición, su icónica residencia se ha transformado de nuevo al mirarse en el espejo de los tiempos presentes. Donde antes había antigüedades, ahora hay pop art. Y en concreto, un ‘Warhol’ de Marilyn Monroe en la cocina.
“Decidimos pintar la casa con colores que le dieran más luminosidad y resaltar la combinación de la estructura histórica con la estética minimalista”, confiesa Estela sobre la nueva decoración
Convertida en una vivienda moderna, en la actualidad vive en ella el financiero Carlos Stilianopoulos, segundo de los tres hijos de Pitita y Mike, con su mujer, la interiorista en ciernes Estela Moreno Rodríguez, quien nos recibe en este renovado hogar junto a su hijo, Aquiles, de dieciocho años. Juntos nos muestran cómo luce el que, pese al progreso, siempre será “el palacio de Pitita”.
—¿Desde cuándo residen aquí?
—Vivimos en el edificio familiar desde hace nueve años, pero en otro piso. En esta casa, que es la principal y donde residían mis suegros, llevamos algo más de dos años. Hemos arreglado algunas pequeñas cosas antes de mudarnos. Mi suegra sabía que íbamos a hacer estos cambios. Mi marido siempre le decía que modernizaría la casa un poco. Ahora, ya sí, la tenemos a nuestro gusto, como Pitita quería.
Ubicado cerca del Palacio Real, el origen de este lugar, que es Bien de Interés Cultural y en el pasado fue residencia del marqués de Cañizares y el de la Regalía, data de 1650
—¿En qué ha consistido la reforma?
—Al principio, no quería vivir aquí. Un palacio recargado, con tantos recuerdos familiares… Pero mi marido, que me maneja como nadie, me fue dando la posibilidad de hacer cambios absolutos en las estancias. Decidimos pintar la casa con colores que le dieran más luminosidad y resaltar la combinación de la estructura histórica con la estética minimalista. La decoración ha corrido a nuestro cargo. Queríamos que el sello fuera nuestro.
—¿Qué ha sido lo más complejo del reto de convertir en minimal una residencia tan dieciochesca?
—Mezclar algunas antigüedades con los muebles y la decoración más vanguardista. Afortunadamente, mi marido y yo tenemos gustos muy similares. ¡Ha sido francamente divertido!
—¿Dónde están las piezas que decoraban este lugar, como el cuadro de Álvaro Galiano, las alfombras de la Real Fábrica de Tapices, las porcelanas del Retiro o la sillería de Luis XV?
—El cuadro de Álvaro Galiano sigue estando en la capilla de la casa, las porcelanas están repartidas por distintas estancias, la alfombra la hemos llevado a arreglar y la sillería la hemos cambiado por unos sillones enormes que nos permiten disfrutar de los frescos.
—Su suegra se quejaba de que no le dejaban ni poner un clavo debido a que es un edificio protegido. ¿Ha resultado sencillo a nivel burocrático?
—No es fácil hacer grandes cambios en este palacio, ya que, efectivamente, es Bien de Interés Cultural. Por ello, hemos acometido cosas tan sencillas como pintar, decorar o reubicar estancias. ¡Pitita tenía razón!
El salón está coronado por un fabuloso fresco de Weiss. “Somos muy afortunados de poder disfrutar cada día de tanta belleza. ¡Es una fuente de inspiración constante!”
—Han conservado los frescos de Weiss. ¿Cuál es la sensación de observar esta obra de arte desde el sofá?
—Maravillosa. Somos muy afortunados de poder disfrutar cada día de tanta belleza. ¡Es una fuente de inspiración constante!
—Tienen en la cocina un cuadro de Warhol, un artista al que Pitita conoció y entrevistó. ¿Es un guiño a ella?
—Pitita quedó fascinada con él, y sí, la verdad es que, cuando lo compramos, lo hicimos, en parte, pensando en ella. Tanto a mi marido como a mí nos encanta el arte moderno. Hemos adquirido bastantes piezas en ARCO y otras ferias internacionales. Personalmente, me encantan, entre otros, las fotos de Patrick Demarchelier y las obras de Damien Hirst o Roy Lichtenstein.
—¿Recuerda cuál fue su impresión la primera vez que entró en este palacio?
—¡Perfectamente! Quedé impresionada por la majestuosidad, la decoración… Me pareció un museo, donde todo estaba cuidado al detalle. Mi suegro me contó lo que dedicó en restaurar los frescos, las vidrieras, las molduras... Fue una locura, pero valió la pena.
Estela posa con su hijo, Aquiles, de dieciocho años. “Mi marido, que lo conoció cuando era un bebé de biberón, lo trata como su cuarto hijo. Así lo cuida y lo quiere desde siempre”
—¿Cuál es su rincón favorito?
—La capilla. ¡Me transmite mucha paz! Es la única estancia que hemos dejado tal y como la tenían mis suegros. También el despacho, en el que paso gran parte del día.
—Pitita celebraba Misa en ella en latín y al estilo preconciliar. Y usted, ¿le sigue dando uso?
—Hemos dado recientemente una Misa. Todos los días encendemos una vela en recuerdo de los que no están.
—¿Cuál es la historia más divertida que ha escuchado sobre la casa, en cuyos bajos se encontraba el desaparecido Café de Chinitas y en cuyas inmediaciones estaba el temido Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición?
—Tiene una historia fascinante. Hay documentación que sugiere que el palacio ya existía en mil seiscientos cincuenta, al menos, la primera de las tres plantas, y aquí también estuvo la residencia del marqués de Cañizares y el de la Regalía. A su vez, su nombre oficial es casa-palacio de Elduayen. Me temo que sobre la Inquisición he oído pocas cosas divertidas. Sin embargo, el Café de Chinitas me trae unos recuerdos fantásticos. Ahí es donde cenaba a veces con mis suegros.
—Es un lugar literario. Umbral escribió sobre él en varias ocasiones. ¿Siente la atmósfera creativa?
—No lo había pensado antes, pero sí, la atmósfera es creativa. Desde que estamos aquí he comenzado a estudiar de nuevo. ¡Un máster en Interiorismo! ¡Este lugar es inspiración absoluta!
“Pitita sabía que íbamos a hacer estos cambios. Mi marido siempre le decía que modernizaría la casa un poco”, desvela
—Habría gente que pagaría por entrar aquí. ¿Nunca se planteó convertirlo en el Museo Pitita?
—No, en ningún momento. Pero no está mal pensado. Aquí, mi marido ha pasado mucho tiempo en su infancia y prefiere recordarlo así.
—Su suegra rezaba por la mañana en el oratorio y, por la noche, bailaba en la discoteca Joy Eslava. ¿Cuáles son, en cambio, sus planes favoritos?
—Yo prefiero hacer deporte por la mañana para poder disfrutar las noches con mi marido y amigos. Y, por qué no… ¡también en la Joy Eslava de turno!
—¿Qué relación tenía con ella?
—Era genialidad en estado puro. Conectamos desde el primer momento. Nos entendíamos muy bien y nos reíamos. Hablábamos a diario. Y mi suegro era… ¡un ángel caído del cielo!
—Pitita era una gran anfitriona, ¿y usted?
—Mis fiestas tienen poco que ver con las de mi suegra. Nos encanta recibir de manera informal y, en contadas ocasiones, damos cenas de gala.
—¿Recuerda cuál fue la anécdota más fabulosa que le contó?
—Tenía muchas increíbles con la Reina Isabel de Inglaterra y su hermana, Margarita; con Pat Kennedy, Imelda Marcos, el Papa Juan Pablo II, Picasso, Warhol… No puedo elegir una.
—Su familia política es muy conocida. Hábleme de la suya...
—Yo soy la pequeña de dos hermanas. Mi hermana vive fuera de España desde hace casi treinta años. Mi padre fue durante muchos años empresario de la construcción, aunque lo dejó hace tiempo. Mi madre es la que ha estado al pie del cañón siempre, cuidando de nosotros, y ahí sigue al frente de la familia. Mis padres son lo más.
“Pitita tenía muchas anécdotas increíbles con la Reina Isabel de Inglaterra y su hermana, Margarita, con Pat Kennedy, Imelda Marcos, el Papa Juan Pablo II, Picasso..”
—¿A qué se dedica?
—Estudié Marketing, Publicidad y Relaciones Públicas. Trabajé durante muchos años en la empresa familiar junto a mi padre. Y ahora estudio un máster de Interiorismo.
—El veintisiete de enero se cumplieron diez años de su matrimonio con su marido, Carlos. ¿Cómo lo han celebrado?
—¡Se nos pasó a los dos! Se dio cuenta mi marido dos días después. Somos bastante desastre para este tipo de celebraciones.
—¿Cómo se conocieron?
—Nos presentaron unos amigos hace algo más de dieciocho años. ¡Qué suerte!
—¿Qué destacaría de él?
—Su discreción, por supuesto, pero también su bondad infinita. Es un tipo excepcional, la mejor persona que he conocido sin duda alguna. Es leal, inteligente, generoso y buen padre, incluido con mi hijo, al que conoció siendo un bebé de biberón.
—¿Tienen hijos en común?
—No. Tenemos cuatro entre los dos. Yo, uno; él, tres. Trata a mi hijo, Aquiles, que me acompaña en las fotos, como si fuera suyo, su cuarto hijo. Así lo cuida y lo quiere desde siempre.
—¿Cómo es Aquiles?
—Tiene dieciocho años, aunque en breve hará diecinueve. Está estudiando segundo de Administración de Empresas. Nuestra relación es fabulosa. A veces nos peleamos, como es normal, pero nos adoramos. Es maravilloso, una persona bondadosa, tenaz, muy alegre, divertido, protector, deportista… Un tipo excepcional.
—¿Pesa mucho la responsabilidad de mantener un palacio como este?
—Sí, pero es tanto el cariño y el empeño de mantenerlo en perfecto estado que no cuesta tanto para lo satisfactorio que es.
—¿Tiene alguna desventaja vivir en un palacio en el centro de Madrid?
—¡No! Estoy feliz. Esta casa nos permite disfrutar de su ubicación y pasear por los Jardines de Sabatini, el Teatro Real... Es lo bueno de estar en el barrio de los Austrias. Todo es historia e historias.
—Su suegra mantenía que el apocalipsis estaba a punto de llegar. Y eso que no le tocó vivir esta época…
—La etapa que estamos atravesando es complicada, muy triste.
—¿Y si finalmente, como ella vaticinaba, sucediera?
—Si el apocalipsis ha de ser, que nos pille aquí.