Los ejércitos de Alejandro Magno las saboreaban hace más de dos mil años mientras conquistaban el mundo; Bartolomeo Scappi, el cocinero del Papa Pío V, las incorporó a las cocinas pontificias y las elevó a manjar “divino”; Botticelli las convirtió en obras de arte en La primavera, y los bodegones de Zurbarán serían más oscuros sin ellas. Sí, hablamos de las naranjas, las otras protagonistas de la historia universal. Ahora, tres jóvenes sevillanos se han propuesto reivindicar esta nutritiva fruta tan cotidiana como legendaria. Se trata de Luis, Rocío y Julia Bolaños Cruzado, hijos del empresario Luis Bolaños, propietario de Iberhanse-NaturGreen, la mayor exportadora de cítricos sostenibles de Andalucía y una de las principales de España.
También comprometidos con la ecología , los herederos de este imperio “verde” nos reciben en El Cerro, la finca familiar . Ubicada en Carmona (Sevilla), es un paraíso natural que se extiende a lo largo de 400 hectáreas en el que sobresale una majestuosa hacienda histórica, restaurada recientemente, que data del siglo XVII. Allí, en el umbral de una laguna convertida en hábitat para nutrias y diferentes aves, los hermanos Bolaños nos hablan de su último proyecto. Naranja Salvaje es una tienda online en la que venden naranjas que se producen en este vergel, donde, además, nos invitan a celebrar, al fin, la llegada de la primavera.
—¿Cuál es el origen de este lugar?
Luis.—Es una hacienda que data aproximadamente de mil seiscientos veinte. La finalidad originaria del caserío era la explotación ganadera, lo que explicaría el gran patio de labor donde habitaba el ganado y donde todavía podemos apreciar los empedrados, la viguería de madera y los palos originales. Con el paso del tiempo se fue ampliando el trazado y su uso y adquirió una gran importancia en la actividad agrícola de la zona. Sin embargo, lo más asombroso es su finca de naranjos, donde, desde hace más de diez años, se ha implantado un sistema de agricultura inclusivo con la biodiversidad, que hace compatible la actividad económica agrícola con la protección y recuperación de la fauna y flora autóctona. Hemos convertido la huerta de naranjos y olivos en bosques inundados de vida.
—¿Cómo es vivir en esta casa histórica?
Rocío.—Supone un recorrido por la agricultura española y, en concreto, de esta zona de Andalucía. Apenas está alterada. La única restauración desde su origen se llevó a cabo a principios del siglo XX y se realizó con materiales de la época. No se tocó la techumbre, lo que motivó que se originasen problemas en la estructura, que estaba en una situación de colapso. Así que o interveníamos o… la hacienda corría un grave riesgo de derrumbarse.
“Ha sido nuestra madre, una gran lectora interesada en la historia de España y Andalucía, la que con su criterio conservador y buen gusto, ha ido trazando la reforma y la decoración de este caserío”, cuenta Rocío
—¿Ha sido complicado el proceso de restauración?
Julia.—Está siendo un proyecto lento y progresivo. Ya hemos recuperado un setenta y cinco por ciento de la hacienda original. Ha sido durante cinco años, ya que hemos investigado y rehabilitado cada una de las estancias conforme a su uso de entonces. Hemos contado con artesanos de toda Andalucía y oficios prácticamente perdidos hoy día. La parte más laboriosa fue recuperar todo el empedrado de los patios y, especialmente, el de los jardines, en la que se tardó más de un año, reconstruyendo las partes perdidas con los diferentes colores y formas originales.
—¿Quién se ha encargado de la decoración?
R.—¡Nuestra madre! Es una gran lectora, interesada en la historia y arquitectura de España y de Andalucía. Ha sido quien, con su criterio conservador y buen gusto, ha ido trazando las pautas de la reforma y la decoración. No es sencillo cuando este proceso se ha querido llevar a cabo con materiales locales y sostenibles. Las paredes, tanto del interior como del exterior, están tintadas con jabelga natural (revestimiento compuesto por cal, arena y pigmentos), utilizada en el Real Alcázar de Sevilla.
“Durante la reforma, bajo las distintas capas del suelo, fueron apareciendo los restos de un impresionante molino de aceite antiguo. ¡Tinajas y depósitos de hasta cinco metros de profundidad!”
—Durante la reforma, ¿hubo algún hallazgo?
L.—Bajo las distintas capas del suelo fueron apareciendo los restos de un impresionante molino de aceite antiguo. ¡Tinajas y depósitos de hasta cinco metros de profundidad! Y, así, otras estancias subterráneas que han sido reconvertidas en bodega.
Su padre, Luis Bolaños, es el protagonista de la revolución bioinclusiva, que consiste en la reintroducción de la flora y la fauna en el cultivo. “Hemos convertido la huerta de naranjos y olivos en bosques inundados de vida”
—¿Cuál es vuestro lugar favorito de la finca?
J.—Para mí es el chozo que tenemos en la laguna. Ir dando un paseo entre los naranjos al atardecer y descubrir desde ahí la cantidad de patos y otras especies que hemos recuperado ¡es impresionante! ¡Mágico!
L.—Es una finca donde se respira paz. Ocupa una posición muy destacada, siendo el punto más alto de la comarca, de ahí el nombre de El Cerro, por lo que tiene un clima suave, especialmente durante el verano.
—¿Qué momentos importantes ha acogido la capilla?
R.—Está consagrada, al igual que la finca, a la Inmaculada Concepción, y era un lugar de culto importante en la zona. En la cabecera se conserva el documento por el que el cardenal Enrique Almaraz, arzobispo de Sevilla, concedió doscientos días de indulgencia a los que rezaran a las imágenes.
—¿Qué planes hacéis aquí?
L.—Me gusta leer poesía y ensayo. Mi padre, en cambio, suele poner a Elton John.
J.—Pasamos aquí gran parte de los fines de semana y nuestras vacaciones. Nos encanta invitar a amigos y organizar excursiones.
—Como sevillanos, ¿vais a celebrar la Feria de Abril, tras dos años de parón por la pandemia?
J.—¡Tenemos muchas ganas! En casa, nuestra madre siempre nos ha inculcado el amor por nuestras tradiciones. Disfrutamos diseñando nuestros trajes de flamenca junto a ella y cuando saca su colección de mantones y peinas antiguas.
—Acabáis de lanzar vuestro proyecto Naranja Salvaje, pero también estáis en la empresa de vuestro padre. ¿Cómo es trabajar en familia?
J.— Yo fui la primera en llegar, por casualidad. Acababa de volver a España después de vivir en Londres y mi padre me propuso incorporarme al área de comunicación y «marketing», donde se estaban llevando a cabo nuevos proyectos. De pensar que sería algo puntual a liderar hoy el área. Luis se incorporó hace poco como director de sostenibilidad, tras años trabajando en consultoría financiera. Rocío, aunque no trabaja aquí, siempre ha estado involucrada en el día a día, sobre todo, en los temas de biodiversidad.
“Dar un paseo entre los naranjos al atardecer y descubrir en la laguna la cantidad de patos y otras especies que hemos recuperado es realmente impresionante”
—¿A quién os gustaría invitar a esta finca para que conociera vuestro proyecto?
J.—Un gran referente para nosotros es el científico británico Sir David Attenborough. Desde pequeños hemos visto sus documentales. Que nos visitara y aprender de él sería todo un privilegio.