En Key Biscayne, uno de los complejos más exclusivos de Florida, surge la casa de Juan Carlos y Uchi Botero. Juan Carlos es uno de los tres hijos del artista mundialmente famoso Fernando Botero, cuyo arte figurativo es una exaltación de la sensualidad de las formas y la belleza de los volúmenes. Con casi noventa años, Botero es el artista vivo más célebre del mundo. Sus retratos y esculturas son conocidos en más de cuarenta países y sus exposiciones monumentales atraen a muchísimos visitantes que reconocen y admiran su estilo único e inconfundible.
Su hijo Juan Carlos es un novelista y columnista que ganó el Premio Juan Rulfo con su libro El encuentro, en 1986, y, cuatro años después, el Concurso Latinoamericano de Cuento en México con su obra El descenso. El amor y la admiración por su padre lo llevaron a escribir El arte de Fernando Botero. Un libro de gran éxito que el propio Fernando ha definido como la mejor descripción sobre el gran “universo boteriano”.
Juan Carlos lleva más de veinte años casado con la bellísima Uchi Carbonell, con quien tiene dos hijas, Natalia y Tatiana. Uchi es una de las damas más importantes de la sociedad de Miami. Abierta y sociable, transmite su alegría de vivir y de formar parte de una familia tan importante y estimada. Ama su vida familiar, a sus hijas y se rodea de innumerables amigas, a quienes les encanta en todos sus aspectos. El color y el arte latinoamericano son los grandes protagonistas de su casa, donde se respira su esencia y estética y donde se pueden admirar las pinturas y esculturas de Botero, pero también de los magníficos Manolo Valdés y Sophia Vari, gran artista griega y tercera esposa de Botero. La calidez y el aspecto vívido de la casa hablan de la intensidad de la vida familiar, que Uchi nos desvela en esta entrevista.
“Lo más bonito de mi suegro, Fernando Botero, y de su esposa, Sophia Vari, artistas tan sensibles, es la calidad humana de ambos. Como familia son extraordinarios”
—Háblanos de ti.
—Nací y crecí en Barranquilla, soy abogada. Fui periodista de radio y televisión. Dirigí una revista del periódico más importante de Colombia. Cuando fui madre, dejé de trabajar para dedicarme a mis hijas y, ahora que ellas han crecido, he ido retomando mis actividades como embajadora de las marcas Tata Harper Skin Care y Sazingg Jewelry.
—¿Cómo conociste a tu marido?
—A Juan Carlos lo conozco desde que yo tenía catorce años. Imagínate, fuimos concuñados dos veces, o sea, hermanos de novios, antes de ser pareja. Creo que el destino lo reservaba para mí. Nos reencontramos, en Bogotá, cuando yo ejercía de periodista y él también. Me acerqué a él por insistencia de una amiga mía y recuerdo que hablamos de la actualidad política. ¡Así empecé a conquistarlo! Después supe que Lina, mi cuñada, le había vaticinado que yo era la mujer de su vida. Juan Carlos me invitó a pasar unas vacaciones en la casa campestre de su padre en Pietrasanta, Italia. Cuál no sería mi sorpresa cuando, en pleno vuelo hacia Europa, sacó una caja de terciopelo azul con un anillo de compromiso. La celebración se prolongó desde el avión hasta el encuentro con el resto de la familia en Italia. Recuerdo cuando era novia de Juan Carlos —yo tenía veinticinco años— y le hicimos una entrevista de radio a mi suegro y él se refirió a mí con una frase muy cariñosa, cuando apenas lo conocía. ¡Fue muy emocionante!
Una familia extraordinaria
—Ser parte de la familia Botero, ¿qué sensación te da?
—Tengo el gran privilegio de estar rodeada de personajes fascinantes. Mi suegro, Fernando Botero, el gran maestro de la pintura; su esposa, Sophia Vari, quizá, la mujer que más admiración ha despertado en mí; a mis cuñados, Lina y Fernando, los quiero como a mis propios hermanos, y a mis sobrinos, a los que he visto crecer y ahora casarse y formar sus propias familias. Siempre rodeada de buen gusto, conversaciones fascinantes de arte y cultura. He aprendido a desarrollar un gusto por lo estético, lo bello, lo sofisticado. Lo más lindo de Fernando y Sophia, artistas tan sensibles, es la calidad humana de ambos. Como familia son extraordinarios, cálidos, presentes y, ante todo, el mejor ejemplo posible para mí y para todos.
—¿Qué significa para ti tener un suegro como Fernando Botero?
—Fernando es mi suegro, el padre de mi marido, el abuelo de mis hijas. Nunca olvido, cuando lo tengo enfrente, que es un genio y, por eso, las conversaciones son siempre enriquecedoras y fascinantes, sin dejar de ser cariñoso y acogedor cuando está en familia. Me encanta su sentido del humor y la presencia, a pesar de la distancia, que mantiene en nuestras vidas. Es muy generoso en todos los sentidos. Ha sido un gran privilegio tenerlo cerca, escucharlo y aprender de las cosas más simples que comunica con una gran sabiduría.
“Es un gran privilegio estar rodeada de las obras de Botero y recordar los momentos en que recibimos cada una de ellas”, asegura Uchi
—¿Cómo es tu suegra, la gran artista Sophia Vari?
—No conozco a una mujer más sabia que Sophia. En los momentos más difíciles de mi vida, siempre he recibido su consuelo y los consejos más acertados. Ella es todo lo que las mujeres aspiramos a ser: guapa, exitosa, trabajadora, elegante, amable, cariñosa, culta, inteligente... Siempre le digo que es el pegamento que mantiene a la familia unida. Todos la queremos de una forma especial.
—¿Cuál es el secreto del éxito de tu matrimonio?
—Creo que lo más bonito de una relación es quererse y admirarse mutuamente. A punto de cumplir veinticinco años de casados, a Juan Carlos lo quiero y lo admiro profundamente. Él me ha convertido en una mejor persona. Da mucho, pero exige también. He crecido a su lado y he sido muy feliz porque he visto la realización de mis sueños, quizá, por encima de lo que alguna vez imaginé. Me ha permitido ejercer como madre y ha sido el mejor compañero para criar a nuestras hijas. Me ha apoyado profesionalmente y me ha consentido como esposa.
“La pasión de Juan Carlos por el arte, al haber nacido y crecido en ese ambiente, lo ha llevado a desarrollar un ojo muy agudo para comprar obras de otros artistas”
—¿Nos puedes hablar de este lugar, tu casa?
—En mi casa tengo objetos que me han acompañado toda una vida, desde mi apartamento de estudiante. Lo mismo cuando Juan Carlos vivía en París y compraba en el mercado de las pulgas. La calidez del hogar solo se logra sumando piezas con pasado y significado. No hemos usado nunca un decorador. Me gusta mirar alrededor y recordar lo que cada pieza trae a mi memoria. Cuando viajo, procuro siempre regalarle algo a mi casa, así voy incorporando también esas experiencias a la vida cotidiana. En cuanto al arte, es un gran privilegio estar rodeada de las obras de Botero y recordar los momentos en que recibimos cada una de ellas. La pasión de Juan Carlos por el arte, al haber nacido y crecido en ese ambiente, lo ha llevado a desarrollar un ojo muy agudo para elegir y comprar obras de otros artistas. El resultado está en estas paredes que tengo el privilegio de llamar mi casa.
—¿Qué opinas de Miami?
—Es la capital de América Latina. Una ciudad que ha evolucionado muchísimo. Un puerto obligado para europeos y latinos. El clima es maravilloso. La luz es única. Mis hijas han crecido en este paraíso sin perder sus raíces. No tienen acento y se identifican con nuestra cultura colombiana en todos los sentidos.
“Junto a la familia Botero, he aprendido a desarrollar un gusto por lo estético, lo bello, lo sofisticado”
—¿Cómo definirías tu personalidad?
—Soy abierta y espontánea. Me encanta la música, especialmente la de mi tierra. Me gusta relacionarme con la gente, tengo millones de amigas. Mis hijas son mi logro más grande. No me he perdido ningún acontecimiento de sus vidas, porque siempre han sido mi prioridad. Ahora que una ya está en la universidad y la otra, a punto de marcharse, me dedicaré a mis asuntos. Pero esta pausa de veinte años, viéndolas crecer, ha sido mi mayor felicidad.
—Tienes mucho gusto y estilo.
—Me encanta la moda y he sido muy cercana a las dos grandes diseñadores colombianas Silvia Tcherassi y Johanna Ortiz. El primer vestido de novia de Silvia fue para mí. Es mi gran amiga y ha estado presente en todos los acontecimientos importantes de mi vida. Nacimos en la misma ciudad, Barranquilla. Johanna es mi vecina y eso nos ha permitido compartir mucho. En esta etapa de mi vida, su ropa refleja todo lo que me identifica. Adoro sus prendas. Me visto mucho con su marca. Todo se me antoja. El talento colombiano es maravilloso. Cuando vives fuera lo valoras más. Aprecias los materiales, las artesanías, el colorido, las piezas únicas hechas con un gran talento.
—¿Cómo es tu vida ahora?
—Como embajadora de marcas, me mantengo ocupada y activa. Me gusta sentirme útil. Disfruto mucho del ejercicio, la buena alimentación. Cultivo mi vida espiritual. Siempre he tenido como propósito mantener un equilibrio en todos los frentes de mi vida y eso me da paz.
—Estás muy orgullosa de tus hijas.
—A mis hijas, Tatiana y Natalia, les hemos enseñado que los privilegios conllevan responsabilidades. Estamos viendo los frutos. Natalia estudia en Georgetown y está muy involucrada en temas sociales. Ella y Tatiana tienen una fundación para enviar material escolar a Tanzania. Además, están enfocadas en crear una empresa para financiar los temas sociales. Las dos son muy académicas y deportistas. Compartimos todo, pues tenemos la misma talla de zapatos y muy parecida la de la ropa.
“Tengo objetos que me han acompañado toda una vida, desde mi apartamento de estudiante. La calidez del hogar solo se logra sumando piezas con pasado y significado”
—¿El lugar familiar de la Toscana te gusta?
—Hace muchos años, mi suegro tuvo la lucidez de crear un espacio de familia para reunirnos todos durante el verano. Está en Pietrasanta, en la Toscana. Ese lugar se ha convertido en el segundo hogar para todos. Nuestro lugar favorito en el mundo, pues, durante el mes de julio, todos los miembros de la familia viajamos sagradamente para reunirnos allí. Tomamos capuchinos en la plaza, llegamos en bici a la playa, visitamos galerías, almorzamos y cenamos juntos. ¡En la mesa, solo de familia somos casi treinta! Y el rango de edad va de los noventa a un año.
—Este año, Fernando Botero cumplirá noventa años, ¿cómo lo celebraréis?
—Llegar a los noventa años completamente lúcido y trabajando todos los días al lado de la mujer que amas es algo excepcional y significa que hay muchos motivos para celebrar. Y ese tipo de celebraciones son siempre en familia y muy íntimas, así que este año será en Montecarlo. Y supongo que continuará en Italia, a donde llegaremos todos en julio.