De todas las plantas de flor que podrías cultivar en el interior de casa o en tu jardín, la gardenia es una de las más bellas. Sin embargo, plantarla y cuidarla no es tarea fácil. Necesita unas atenciones muy específicas y no tolera que le cambien sus rutinas. A pesar de todo merecerá la pena estar pendiente de ella si la recompensa son sus delicadas y magníficas flores. Te contamos cómo mimarla.
Dentro o fuera de casa
La gardenia (Gardenia jasminoides) es un arbusto ornamental que procede del sur de China. Existe casi un centenar de variedades de gardenia, la mayoría de las cuales pueden cultivarse tanto en el suelo del jardín como en maceta dentro de casa.
Es una planta de porte redondeado y hoja perenne de color verde brillante. Si la plantas directamente en el suelo del jardín puede llegar a medir hasta casi tres metros, aunque en maceta es difícil que supere el metro de altura.
Un consejo: antes de hacerte con un ejemplar de gardenia has de saber que no es una planta apta para jardineros principiantes. Demanda cuidados que, aunque parecen sencillos, deben observarse a rajatabla, ya que cualquier variación o inconveniente puede acabar con ella.
Una floración sorprendente
Si consigues cultivar gardenias con éxito comprobarás que se llenan de flores al llegar la primavera, en torno al mes de mayo o en junio. Las flores de la gardenia se asemejan un poco a las rosas. Son grandes y de color blanco y destilan un agradable e intenso aroma. Aunque pueden ligeramente en función de la especie, todas resultan espectaculares por su belleza y elegancia. Para lograr una floración abundante deberás proporcionarle a tu gardenia las atenciones que necesita.
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El sustrato perfecto
Una de las primeras cosas que debes tener en cuenta antes de plantar una gardenia es el sustrato que debes proporcionarle. A esta planta elegante pero exigente no le servirá cualquier tipo de suelo.
Como se trata de una planta acidófila necesita un suelo ácido (con un pH en torno a 5) para desarrollarse adecuadamente, ya sea en el jardín o en maceta. De lo contrario, enfermará y terminará muriendo a causa de la clorosis férrica o, lo que es lo mismo, la carencia de hierro. Un terreno con un pH inadecuado no le permitirá a la planta asimilar este mineral tan necesario para ella. Si vas a plantar tu gardenia en maceta puedes hacerte con un sustrato comercial ácido de tierra de castaño o brezo.
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La luz, su mayor exigencia
Buscar un emplazamiento luminoso para tu gardenia, ya sea en el jardín como dentro de casa, es una de las cosas de las que deberás preocuparte ya que necesita luz para crecer feliz. Sin embargo, hay ciertas diferencias en cada caso.
Si la vas a cultivar en interior colócala cerca de una ventana, pero procurando que no la alcancen los rayos del sol de forma directa. En el exterior plántala en un lugar en semisombra, especialmente si donde vives el clima es caluroso en verano. La gardenia no soportará demasiado sol directo si las temperaturas son excesivas.
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Protégela de las heladas
Como buena planta tropical que es, la gardenia ama las temperaturas cálidas y agradables, y no soporta las heladas ni el frío intenso. Sin embargo, para florecer más y mejor le vendrá bien cierta oscilación de temperatura entre el día y la noche.
Si por el día se encuentra perfectamente en ambientes en torno a los 30 ºC, por la noche le gusta que el termómetro descienda hasta los 15ºC aproximadamente. Es decir, la gardenia florecerá mejor si los días son cálidos y las noches frescas.
Una pauta de riego correcta
El riego es uno de los cuidados más complejos de llevar a cabo de forma correcta en el cultivo de las plantas y en el caso de la gardenia también es así. Debes regarla de una forma regular y constante, pero sin pasarte con la cantidad porque no tolera el encharcamiento. Con exceso de agua, las raíces se pudren con facilidad y existe un gran riesgo de que aparezcan hongos, por lo que debes asegurarte de que el suelo tiene un buen drenaje.
Además de la cantidad, es importante el tipo de agua con el que vas a regar tu gardenia. Nunca debes proporcionarle agua dura con un alto contenido en cal, sino que debe ser agua blanda, destilada o de lluvia.
Un consejo: una solución para poder emplear el agua dura para regar las gardenias consiste en añadirle previamente unas gotas de zumo de limón o de vinagre.
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Alimento para tus gardenias
Abonar la gardenia es uno de los cuidados importantes que debes procurarle, ya que necesita un suelo rico y fértil para poder desarrollarte y florecer. Hazlo una vez al mes durante la primavera y el verano. Puedes emplear un abono líquido específico para plantas acidófilas diluido en el agua de riego. Otra opción es añadir al sustrato una buena cantidad de abono orgánico como estiércol, humus de lombriz o compost.
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¿Es necesario podarla?
Aunque no es imprescindible, sí que le vendrá de perlas que la podes de vez en cuando, esto es, dos veces al año. Tu gardenia agradecerá una poda anual de mantenimiento y otra poda de floración.
La primera tiene el objetivo de mantener la forma del arbusto. Se realiza a principios del invierno eliminando las partes dañadas y las que estén en mnal estado. La segunda poda, la de floración, debe hacerse a mediados del verano y consiste en “pinzar” las ramas cortando las hojas nuevas de algunos brotes para favorecer la aparición de más flores.
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Cuidado con las plagas
La gardenia es una planta muy atractiva y no solo para nosotros, sino también para las plagas que encuentran en ella un rico manjar. Es muy susceptible de sufrir el ataque de pulgones, cochinilla o araña roja, entre otras plagas. Eso nos obliga a estar muy vigilantes y a actuar en cuanto detectemos la presencia de alguno de estos insectos. Al menor signo, lo mejores combatirlos con un remedio eficaz como el jabón potásico, un producto fitosanitario ecológico que combate eficazmente las plagas y no resulta tóxico para personas ni animales.
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Que no le falte hierro
Además de sufrir el ataque de diversas plagas, la gardenia puede verse afectada por otros problemas y enfermedades, en especial por la clorosis férrica o carencia de hierro. Conocer sus efectos para detectarla lo antes posible y solucionarla es lo mejor para mantener tu planta sana.
Debes revisar con frecuencia tu planta y comprobar si las hojas se ponen amarillas: que hayan tomado un color amarillento pero manteniendo los nervios verdes es un claro signo de que tu gardenia está sufriendo clorosis férrica.
Cuando el suelo no tiene un pH lo suficientemente ácido para la gardenia, la planta comienza a acusar la falta de hierro, ya que le resulta imposible asimilarlo. Como solución rápida y temporal debes aplicar abono en forma de quelatos, aunque lo importante es acidificar el suelo lo antes posible.
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