Al príncipe francés Louis Albert de Broglie se le conoce como “el príncipe jardinero” porque, en 1992, compró el castillo de la Bourdaisière, en el valle del Loira, y convirtió la construcción, del siglo XV (y sus 55 hectáreas de terreno), en un laboratorio de cultivo ecológico. Sobre todo, de tomates. Hoy existen 700 variedades que, gracias a su trabajo, se han salvado de la extinción. Su Festival del Tomate es, después de veintiún años, ya una institución. Pero también cultiva 100 distintas variedades de árboles frutales y 400 tipos de dalias.
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Simplemente por ello, Louis Albert tendría un lugar predominante en la reciente historia medioambiental, y, sin embargo, su afán de hacer del nuestro un mundo mejor no le deja descansar. “El lema de mi familia es Pour l’avenir (“Por el futuro”). En ella hay mariscales; economistas, como Jacques Necker, banquero y ministro de economía de Luis XVI; escritores, como su hija Madame de Staël; hombres de ciencias, como Luis de Broglie, Premio Nobel de Física en 1929, y políticos como mi propio padre, Jean de Broglie. Yo, con un diploma del Institut Supérieur de Gestion, trabajé en la banca privada durante años y supongo que podría haber ganado mucho dinero, pero entendí que, si estamos conectados con la Naturaleza, lo estamos con nosotros mismos, y decidí “vivir descalzo””.
La propiedad, de casi una hectárea, consta de un edificio principal, tres casas para invitados y, sobre una colina, una construcción de madera del siglo XIX, que compró en Indonesia, donde está su suite
Sí. Descalzo, que es como está siempre que puede. Él, que pasó su infancia, los fines de semana y las vacaciones en la propiedad de la familia, el château de Broglie, en Normandía —un monumento histórico, construido por sus antepasados sobre unas antiguas ruinas romanas, con 350 metros de fachada y 300 ventanas—, vivió los primeros cuatro meses del confinamiento en una antigua casa de madera de 24 metros en Comporta, Portugal. “Frente al océano, comiendo simplemente los productos de mi huerto ecológico y aceptando los huevos de las gallinas de mi vecino granjero. Solo”.
A Louis Albert no le gusta hablar de su situación familiar. Se encuentra en estos momentos separado de la madre de su hijito, Theodore. Es una de las razones por las que se trasladó a vivir a Portugal, para estar cerca de él. “Tengo mi residencia en Lisboa y los fines de semana los paso aquí. A veces vivimos —por las circunstancias que sean— en lugares que no nos hacen felices y yo decidí hacerlo en donde lo fuera. Este es un lugar sereno, con una hermosa luz, las bandadas de pájaros llenan el cielo al atardecer y en el mar, con frecuencia, compartes el agua con los delfines”.
“Trabajé en banca privada durante años y supongo que podría haber ganado mucho dinero, pero entendí que, si estamos conectados con la Naturaleza, lo estamos con nosotros mismos, y decidí “vivir descalzo”
Louis Albert conocía y venía a Comporta desde 1993 porque siempre tuvo amigos con casa en este lugar. La zona, que consiste en playas solitarias de una belleza sublime, perteneció en los años cincuenta a la poderosa e influyente familia de banqueros portugueses Espírito Santo, que tenían intereses en los arrozales colindantes. A principios de los años noventa, decidieron vender parcelas y así nació esta exclusiva área.
“Sinceramente, no me había planteado comprar nada aquí, pero, en 2010, mi amiga Vera Espírito Santo me informó que había una parcela con una casa prácticamente en ruinas, situada en casi una hectárea de terreno, que podía tener la posibilidad de adquirir. Pero añadió que si no lo decidía aquel mismo día, que era un sábado…, perdería la oportunidad. Contesté que sí”.
“No me había planteado comprar nada aquí, pero, en 2010, mi amiga Vera Espírito Santo me contó que había una parcela con una casa casi en ruinas. Si no lo decidía aquel mismo día, que era un sábado…, perdería la oportunidad. Contesté que sí”
Sin embargo, se dio la circunstancia de que Louis Albert también acababa de comprar un terreno y una construcción del siglo XIX en Indonesia. Era la típica morada del jefe de la aldea, en Timor. Abajo solían vivir los animales, en el piso principal la familia y los muchos niños y, por fin, en el techo, los espíritus. “¿Qué voy a hacer ahora con esta casa?”, se preguntó: “¡Pues llevármela!”. Y eso hizo, desmontada, en un contenedor. “Y es que todo está conectado. ¿Qué era Timor en el pasado sino una colonia portuguesa? La casa ha vuelto a donde tenía que estar, a su origen, Portugal. Llegó en grandes contenedores e hizo un largo camino, luego hubo que volverla a reconstruir, lo que no fue fácil. Ecológicamente, es un logro. Es un edificio de madera reciclado que, además, tiene la posibilidad de que se puede desmontar y trasladar de nuevo a otro lugar, sin que ello afecte al suelo en el que se encuentra. Por otro lado, el hecho de que hubieran convivido en él familias, sus animales y… los espíritus, la hace aún más atractiva. Es mi suite privada, mi refugio”.
El príncipe, cuyo castillo familiar De Broglie, en Normandía, tiene 350 metros de fachada y 300 ventanas, acaba de separarse y tiene un hijo, Theodore, de dos años, razón por la cual se ha trasladado a vivir a Portugal
Laboratorio de ideas
Este es un lugar perfecto como laboratorio de ideas. Louis Albert es feliz aquí. Conectado con la Naturaleza, que tan importante es para él, gusta de acercarse a la playa y recoger lo que trae el mar, normalmente restos de barcos y otros muchos objetos perdidos. Luego, añadiéndole imaginación, crea esculturas y pinturas que adornan su propiedad. Pero también tiene entre manos proyectos mucho más ambiciosos. Como Comporta Utopía, una ciudad innovadora, respetuosa con el medio ambiente, que es “el resultado de conjugar Naturaleza-arte-educación”.
“Creo en una “ecología positiva”, como lo que estamos haciendo conmemorando la aparición del libro Le Petit Prince (“El principito”), hace setenta y cinco años, y los ciento noventa de mi empresa Deyrolle. Se llama Dessine moi ta planète (“Dibújame tu planeta”). Comenzó en noviembre del pasado año, en el château de la Bourdaisière, en Touraine (Francia), y está previsto que siga su curso por el mayor número de lugares posible. Es una forma de hacer entender la ecología para toda la familia”.
Además de su importante labor de divulgación ecológica, Louis Albert de Broglie es un artista. Le gusta acercarse al mar y recoger residuos, que recicla para hacer esculturas y cuadros que adornan su casa
Gracias a la actual tecnología, que le permite estar siempre conectado; a su capacidad de trabajo, y a su entusiasmo, Louis Albert tiene siempre múltiples proyectos. Terres de Versailles es otro de ellos. Se trata de utilizar 20 acres junto al palacio, donde se encontraba la antigua escuela militar de Saint-Cyr, para crear una ciudad del futuro. Pero la empresa que posee que, quizá, esté más cerca de su corazón se llama Deyrolle. Galería, museo, gabinete de curiosidades, de taxidermia…
“Este es un lugar sereno, con una hermosa luz, las bandadas de pájaros llenan el cielo al atardecer y en el mar, con frecuencia, compartes el agua con los delfines”
“Se trata de una institución científica y pedagógica que data de 1831. Hay en su fundación una intención educativa, de observación. Animales disecados, mariposas, insectos, conchas y minerales. Además, detallados dibujos enseñaron a generaciones de escolares botánica, zoología, geología, física y anatomía. Hoy seguimos con la misma misión a la que se adjuntó la intención de hacer llegar la apreciación de la ecología a todo el mundo. Si mis antepasados tenían su propio lema, el mío hoy es: “Observar, comprender, aprender, soñar, admirarse, preservar, transmitir””.