casa bruselas© CÉSAR VILLORIA

Valérie Bach, una de las galeristas de arte contemporáneo más importantes del mundo, nos abre las puertas de su sorprendente y espectacular casa, un auténtico museo, en el corazón de Bruselas

Del palacete original, de 1910, se conservó intacta la fachada detrás de la que ‘se esconde’ una moderna construcción de más de 1000 metros cuadrados y cinco pisos a base de volúmenes cúbicos de cristal, cemento y acero


7 de enero de 2022 - 8:06 CET

El histórico edificio de 1877 se estaba degradando a ojos vista. Había sido garaje de Bugatti y, luego, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, depósito de municiones, para pasar de nuevo a garaje de coches de colección. Por fin, un día, Valérie Bach, la coleccionista de arte y galerista, decidió recuperarlo. En 2015 sus 3000 metros cuadrados volvieron a la vida y en Bruselas fue todo un acontecimiento. Hoy, La Patinoire Royale, aquel deteriorado edificio que fue la primera pista de patinaje del mundo, renombrado La Patinoire Royale-Galerie Valérie Bach, es la galería de arte de referencia en Europa. “Aunque nací en París —rememora Valérie dejando perder la vista en su hermoso jardín— me crie en Arcachon, al borde del mar en el sudoeste de Francia, donde disfruté de una infancia fabulosa junto a mi familia. Inicialmente, mi formación fue sobre todo económica. Diplomada en la École Supérieure de Commerce de París, trabajé puntualmente para una galería para luego enfocarme en el sector de la salud y, por fin, en el año 2000, la creación de una start-up sobre la problemática de la dependencia”.

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© Hola

Sin embargo, a lo largo de los años, poco a poco le fue entrando el virus del coleccionismo y comenzó a invertir en artistas con quienes le gustaba compartir las paredes de su casa o… los frutos de su viñedo. Durante diez años, para su propio domaine de Peyrassol creó uno de los mayores parques de esculturas monumentales de Europa. Joana Vasconcelos, Wim Delvoye, Jean Dubuffet, Anthony Gormley y un largo etcétera forman parte de él. Su propia galería no tardaría mucho en llegar.

© CÉSAR VILLORIA

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Fachada posterior del palacete donde vive Valérie Bach con su hija, Lou. El arquitecto belga Guy Melviez conservó íntegra la fachada principal del edificio histórico de 1910. El resto de la mansión la transformó en una construcción moderna. Abajo, la galerista, junto a la escalera que comunica el piso principal con la piscina interior.

“Mi exmarido decidió casi de la noche a la mañana que debíamos irnos a vivir a Bruselas. Una ciudad en la que yo no había estado nunca y en donde no conocía a nadie. Me pareció una idea interesante. Solo que —como a veces sucede en la vida— coincidió con el momento más feliz, la experiencia más hermosa de mi existencia: el primer encuentro con mi hija, Lou, en un orfanato en Vietnam”.

Los techos alcanzan 20 metros de altura en algunos puntos de la vivienda, donde destacan obras de Damien Hirst, Eduardo Chillida, Joana Vasconcelos, Olga de Amaral, Jean Dubuffet, Robert Rauschenberg, François-Xavier Lalanne y Jean Prouvé
© CÉSAR VILLORIA

La vivienda original, con multitud de pequeñas y oscuras habitaciones, se convirtió en un espacio luminoso con techos de gran altura. Arriba, la escultura de Lucy+Jorge Orta ‘Elena’, situada en una de las terrazas del segundo piso. Abajo, puede apreciarse en el salón principal la obra de arte de Bernard Rancillac, que recuerda un sillón en un brillante color rojo.

Lou tenía apenas veinte días de vida cuando fue depositada en los brazos de Valérie, que deseaba ardientemente ser madre. Como ocurre normalmente en este tipo de adopciones, aunque recibes a tu hijo o hija, no te los llevas contigo inmediatamente, sino que hay que esperar unos cuatro meses hasta que se formalicen los papeles de adopción. La mayoría de las personas suelen regresar a sus países y volver de nuevo, cuando los trámites están acabados, a recoger al bebé. Pero para Valérie aquello no tenía sentido.

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Valérie, con su hija, Lou, de dieciséis años, en una de las terrazas del primer piso.

Acordé un arreglo con el hotel y decidí quedarme allí, en Hanoi, hasta que consiguiera llevarme a mi hija. En aquellos dos meses me enamoré del país. Creé lazos de amistad con personas que siguen estando en mi vida, aprendí a cocinar e incluso tomé clases de vietnamita. Cuando Lou tenía dos meses, regresé a Bruselas”.

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Sobre estas líneas, composición en metal del pintor y artista gráfico americano Robert Rauschenberg y, al fondo, parte del jardín posterior. Arriba, detalle de una composición de cajas de Hermés hecha por la anfitriona y, sobre ellas, una obra de Iván Navarro.

A un penthouse junto a la emblemática plaza Sablon. Curiosamente, Valérie descubrió que había un local que había sido una galería de arte en la planta baja de su casa, y estaba vacante. Seis meses después, abría su primera galería en la ciudad.

Valérie adoptó a su hija, Lou, hace dieciséis años en Vietnam. La vio por primera vez en un orfanato de Hanoi cuando la niña tenía veinte días: “Fue el momento más feliz, la experiencia más hermosa de mi existencia”

“Creo en las casualidades y en el azar de la vida. Me dije: ‘Voy ir despacio’. Me sumergí de nuevo en el mundo del arte. Busqué el consejo de expertos y poco a poco me sentí con fuerzas para empezar a representar artistas. Decidí exponer aquellos que ya eran conocidos en Francia pero no tanto en Bélgica. Poco después, cambiamos de domicilio”.

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Sobre estas líneas, Valérie y Lou, en el salón, con su perrita, Kanel, de raza shiba inu. Arriba, el sofá circular en castaño es obra del arquitecto y decorador Pierre Yovanovitch y la mesa de centro en cerámica, de Armelle Benoit. En la pared una gran pintura de Gilbert & George. Al fondo, a la derecha, una obra de Olga Amaral que representa la galerista y, a la izquierda, una pintura de Jean Dubuffet. También en la imagen superior, en el primer piso, cuadro en tonos azules de Simon Hantaï y la obra de Bertrand Lavier que reproduce un piano.

Valérie quería una casa con jardín, pero no una vida en el campo, fuera de la ciudad, donde el ir y venir diario era un inconveniente. Quería poder llevar cada mañana a su hija al colegio y luego al trabajo y, a ser posible, hacerlo en bicicleta si el día era soleado. Entonces, le hablaron de La Patinoire Royale.

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En la imagen superior, detalle de la vajilla de Lucy+Jorge Orta, artistas que representa Valérie, con cada plato distinto. Sobre estas líneas, dos obras de Eduardo Chillida, a la derecha y a la izquierda de la escalera. Al fondo, se divisa una instalación de neón rosa, morado y verde de Bertrand Lavier.

“Me dijeron: ‘Es tan inmensa que puedes construirte un jardín interior y tiene la ventaja de estar en el centro de Bruselas’. A priori, en 2011, la idea parecía interesante, pero el inmueble estaba en un estado deplorable. El papeleo y la burocracia que acompaña a cualquier trabajo en un edificio histórico es monumental. Pasó tanto tiempo que al final no tenía sentido hacer un jardín y sí buscar una casa que ya lo tuviera”.

“Este es un hogar extraordinario que comparto con mi hija. Nos gustan las mismas cosas, me río con ella… Dicen que los lazos del corazón son tan grandes como los de sangre, y creo que así es”

Así fue cómo su actual morada, de 1150 metros —también histórica— apareció en su vida. De nuevo, una reconstrucción, conservando la fachada principal, naturalmente.

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Junto a estas líneas, fotografiada en su galería, La Patinoire Royale-Galerie Valérie Bach, todo un referente. Viste un traje de Johanne Riss de poliamina y licra con tratamiento sensible y la rodea la obra de la artista Alice Anderson ‘Geometric dances’, que está exponiendo. Arriba, el comedor. En la pared, obras de Evelyne Axell; Alice Anderson, en hilo de cobre; Gisele Colon; Erró, en un homenaje a Van Gogh; Hassan Sharif y Jean-Pierre Pincemin. La lámpara del techo es de Mathieu Lehanneur.

Un trabajo se sobrepuso al otro. El arquitecto de interiores Pierre Yovanovitch se estaba encargando de La Patinoire Royale-Galerie Valérie Bach, ahora reconvertida en galería de arte, por lo que, de forma natural se ocupó también de la casa familiar. “El resultado es fabuloso, pero el tiempo… interminable. Lo que iban a ser ‘solo’ dos años se transformaron en cinco”.

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Sobre estas líneas, el cuarto de baño de Lou, con bañera redonda; al lado, el vestidor de Valérie. Arriba, dormitorio principal. A la derecha una cómoda-obra de arte azul ‘klein’, de Bertrand Lavier. El banquillo es de Akiko Kuwahata; sobre él, un bolso ‘Lady Dior’ customizado como obra de arte por Gisela Colon.

La casa familiar, que antes había sido un lugar oscuro, con múltiples habitaciones pequeñas, se transformó en un habitáculo luminoso con piscina interior y, por supuesto, jardín. El resultado ha sido tan espectacular que obtuvo el premio Horta del público en 2018.

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Sauna y piscina interior.

“Un hogar extraordinario que comparto con mi hija. No está en mi carácter mirar atrás. Hoy soy una mujer libre y plena. Estoy en un momento maravilloso de mi vida en la que disfruto de esta nueva etapa. Disfruto de mi hija, de mis amigas, de mi trabajo, de mis viajes. La vida es como una rosa que, sin espinas, no sería una rosa; sin dificultades para hacernos crecer, no seríamos lo que somos”.

Valérie adquirió La Patinoire Royale, un edificio del siglo xix donde se patinaba sobre ruedas; más tarde, garaje de Bugatti, y depósito de municiones en la i y ii Guerra Mundial, y en 2015 inauguró su galería, de 3000 metros cuadrados, todo un referente

Es una forma muy positiva de ver las separaciones, pero no todas las personas son tan fuertes como Valérie. Hoy, una madre soltera, que se ocupa de aquel bebé tan deseado que hoy es una mujer de dieciséis años que se intercambia ropa con su madre y es “su mejor amiga”.

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La ‘breakfast room’ (sala de desayuno) al lado de la cocina —sobre estas líneas—. Al fondo de la misma se ve el gran ventanal con su cristalera de colores, que pertenecen a la fachada principal del palacete y son originales de 1910. El sofá y la mesa son de Pierre Yovanovitch y las sillas de Poul Kjaerholm.

“Es maravillosa. Un ser bello, adorable. Nos gustan las mismas cosas, me río con ella… No soy nadie para dar consejos, pero, si me preguntaran, aconsejaría la adopción incluso si se tienen ya hijos naturales. Aunque no lo hayas llevado en tu seno, en el momento en que le ves por primera vez nace en ti ese instinto maternal que no sabías que tenías. Dicen que los lazos del corazón son tan grandes como los lazos de sangre, y creo que así es”.

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Valérie, con vestido de la diseñadora francesa Johanne Riss, se apoya sobre la obra de Bernard Rancillac. El brazalete es de una de sus artistas, Irina Rasquinet.

TEXTOVICTORIA DE ALCAHÚD
FOTOSCÉSAR VILLORIA
VESTUARIOJOHANNE RISS
PELUQUERÍAPIERRE CHEZ MAISON CENINI
MAQUILLAJEHILA BAHBOUT