Entrar en el palacio de Mora es como viajar al pasado, es disfrutar del resplandor del siglo XIX en Cádiz, saborear la historia y recordar el lustre y señorío que se respira en ‘la tacita de plata’. Podemos decir que el palacio de Mora, obra de Juan de la Vega, es la casa más bonita de Cádiz. Una residencia familiar donde los condes de Príes han disfrutado de su familia y sus amigos hasta sus últimos días y que, ahora, María Luisa Príes, hija del actual conde de Príes y futura condesa, nos enseña llena de orgullo. Aquí, hablamos con ella de su familia, de sus recuerdos de la infancia por estos salones y de su gran pasión: los viajes. Algo que ha heredado de su abuela María Luisa Picardo y que, en la actualidad, lo ha convertido en más que una pasión: en su profesión.
—María Luisa, nos recibes en esta fabulosa casa de tu familia, ¿cuál es su historia?
—La casa la mandó construir Manuel Moreno de Mora, a mediados del siglo XIX, pero no pudo verla terminada y la inauguró su viuda, Rosario Vitón. Ella vivió aquí con su hijo, José, y su nuera, Micaela de Aramburu, que no tuvieron hijos, por lo que la propiedad pasó a las sobrinas de Micaela. La casa la heredó Josefa Gómez de Aramburu y de ahí pasó a su hija, mi bisabuela Carmen Carranza, y a mi abuela Toty Picardo.
“Cádiz era la puerta al mundo y, además, los Moreno de Mora, que mandaron construir el palacio, en el siglo XIX, tenían propiedades en muchos países, por lo que esta casa es el resultado de todas esas vidas”
—Siendo la casa más bonita de Cádiz, habrá sido visitada por muchas personalidades. ¿Sabrías decirnos quiénes han pasado por aquí?
—La casa fue inaugurada, en mil ochocientos sesenta y dos, con un baile de gala, presidido por la Reina Isabel II de España. También pasaron por aquí Alfonso XII y Alfonso XIII. Mi bisabuelo Álvaro era muy culto y en la casa se celebraban muchas tertulias intelectuales, a las que acudían José María Pemán y Manuel de Falla con frecuencia. A mi abuela le encantaba recibir e invitaba a gente muy interesante y divertida.
—¿Qué es lo que más te gusta de la casa?
—Me traslada a otra época, hay magia en cada rincón y viajo con la mente pensando en la historia detrás de cada objeto. Cádiz en esa época fue la puerta al mundo y, además, los Moreno de Mora tenían propiedades en distintos países, por lo que esta casa es el resultado de todas esas vidas.
“Mi bisabuelo Álvaro era muy culto y celebraba muchas tertulias intelectuales, a las que acudían José María Pemán y Manuel de Falla con frecuencia”
—¿Qué significan Cádiz y este lugar para ti?
—Cádiz y esta casa son parte de mis raíces. Mi padre nació en una de estas habitaciones. Significa mis abuelos y, en especial, mi abuela, a la que adoraba. Al igual que Cádiz, esta casa está llena de historias para nosotros y, en particular, de noches de verano oliendo a dama de noche y hablando y riendo en el jardín. Lo que más me gusta de esta ciudad es el humor gaditano y sus playas kilométricas, soy una loca de la playa.
—¿Qué recuerdos tienes de tu infancia aquí?
—Recuerdo venir con mucha admiración y respetando códigos de otra época. De pequeña, escuchaba fascinada a mi bisabuela y sus amigas de tertulia como si viese una película. La casa es para mí el sitio donde mis abuelos compartían con nosotros sus ganas de disfrutar y siempre me ha encantado su aire romántico y cosmopolita. He pasado muchas semanas aquí con mi abuela y lo que más recuerdo es la emoción con la que llegaba a verla y la ilusión con la que ella me recibía. Hoy, mis hijos y mis sobrinas danzan por aquí comiendo helados y jugando y es genial verlos disfrutar por el patio.
“He pasado muchas semanas aquí con mi abuela y recuerdo la emoción con la que llegaba y la ilusión con la que ella me recibía. Hoy, mis hijos y mis sobrinas danzan por aquí comiendo helados y jugando y es genial verlos disfrutar”
—Háblanos de tus abuelos Adolfo Príes y María Luisa Picardo de Carranza, condes de Príes.
—Mi abuela amaba viajar, tenía un gran sentido del humor y hacía sentir especial a todo el mundo. Mi abuelo era un señor y contaba unas historias apasionantes, estábamos horas escuchándolo. Eran unos personajes fascinantes y únicos.
—Y de tu familia materna, ¿qué nos puedes contar?
—Es una familia muy heterogénea, divertida y fuerte. Son de origen gallego y con ascendentes cubanos. Mi bisabuelo era el marqués de San Eduardo y mi madre y sus hermanas son mujeres con mucho empuje y muy currantes. En mi generación inventamos una carrera, Derecho y Arte Dramático, ya que tres primos estudiamos esa combinación y, hoy, mis dos primos son actores. ¡Como ves, mis familias no son nada convencionales!
“Aquí me traslado a otra época, hay magia en cada rincón y viajo con la mente a la historia detrás de cada objeto”
—O sea, que tu afición a los viajes te viene por tu abuela… ¿Cuál fue tu primer viaje?
—A París, ella estaba encantada porque decía que el gusto se educa de pequeños y que no había mejor aprendizaje que París. En el cuarto de mi abuela, siempre estaban haciendo o deshaciendo maletas.
—Además, has vivido fuera de España, ¿no?
—Entre Portugal y Chile, han sido más de once años. Vivir fuera te abre la mente y te conecta con otras realidades, es una experiencia que te cambia la manera de mirar. ¡Yo incluso hice un máster de Filosofía! Además, en mi caso, me ha permitido viajar muchísimo y vivir como una local, pero con ojos de extranjera.
“He heredado de mi abuela la pasión por viajar. Mi primer viaje fue a París, ella decía que el gusto se educa de pequeños y que no había mejor aprendizaje que París”
—¿Cómo es la experiencia de vivir en el extranjero con niños pequeños?
—A los niños les da plasticidad mental, se acostumbran a cambiar de horario, estación y lengua en el mismo día. Mis hijos aprenden cosas nuevas con mucha facilidad, son curiosos y hacen amigos enseguida. Todos nos hemos acostumbrado a conocer personas diferentes e integrarlas en nuestra vida y, gracias a eso, tenemos grandes amigos repartidos por el mundo.
—Y ahora te dedicas a organizar viajes personalizados…
—¡Sí! Tengo mi agencia, Atria Travel (www.atriatravel.es), que es el resultado de más de diez años organizando viajes y toda una vida viajando con mis padres. Vivir tantos años en Latinoamérica me ha permitido encontrar sitios increíbles y guías extraordinarios que te enseñan lo que tú no ves. Ahora, con Atria, hacemos viajes a otros continentes. Mi socio tiene una experiencia similar a la mía en Asia y estamos a tope con África.
“Esta ciudad y esta casa son parte de mis raíces. Mi padre nació en una de estas habitaciones. Este lugar significa mis abuelos, en especial, mi abuela paterna, María Luisa Picardo, a la que adoraba”
—¿Qué es para ti lo más importante para disfrutar de un buen viaje?
—Conectar con el destino. Los viajes nos sacan de nuestra zona de confort y estamos más receptivos, por eso, de un buen viaje uno no vuelve igual que se fue. Al viajar, vivimos experiencias que nos emocionan, ya sea porque conectamos con una realidad diferente, un paisaje o porque nos enfrentamos a nosotros mismos, y yo trabajo para que cada viaje se adapte a cada pasajero y se dé esa chispa.
—¿Qué valor añadido tienen tus viajes?
—Me encanta la gente y soy muy empática. Un viaje personalizado difiere del concepto tradicional del lujo, implica conocer ‘personalmente’ el destino y, en intimidad, al cliente. Mi valor añadido es que busco que la esencia del destino le llegue a mi pasajero y, entonces, pasa de ser un viaje a ser una experiencia. Además, yo me ocupo personalmente de que todo salga a la perfección.
“Mi familia materna es muy heterogénea, divertida y fuerte. Son de origen gallego y con ascendentes cubanos. Mi bisabuelo era el marqués de San Eduardo y mi madre y sus hermanas son mujeres con mucho empuje”
—Y, por último, ¿cuál es tu destino favorito y por qué?
—Cada momento vital tiene un destino ideal. Si necesitara un descanso, me iría a Trancoso, y si estuviese llena de energía, haría un trekking entre glaciares en Patagonia. En un momento más introspectivo, me escaparía a Camboya, y si buscara una experiencia que me removiera la vida, me mezclaría con los gorilas en la selva de Uganda. Aunque, si me pierdo y no me encuentras, lo más probable es que esté aquí, en Cádiz.