“Me considero una persona creativa, exigente con mi trabajo, generosa, humana, amante de la Naturaleza, de Galicia y muy orgullosa de mis raíces”. Así es como se define la interiorista Mercedes Fernández de Córdoba, hija del decimotercer conde de Gondomar, Gonzalo Fernández de Córdoba y Narváez, y de la decoradora Mercedes Ordeig y de Olázabal. Mercedes, descendiente del legendario Gran Capitán y emparentada con la casa ducal de Medinaceli, nos recibe en el histórico pazo familiar de Gondomar. Ubicado en las cercanías de Vigo, la casa señorial gallega es residencia de la familia desde el primer conde de Gondomar, Diego Sarmiento y Acuña, gran embajador de España en Inglaterra durante el reinado de Jacobo I, y se convirtió en escenario de la emblemática serie de televisión Los pazos de Ulloa, basada en la novela de la novelista gallega Emilia Pardo Bazán.
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—Mercedes, tú estudiaste Historia del Arte, pero ahora te dedicas al interiorismo. ¿Cómo fue ese cambio en tu vida profesional?
—Vi que, teniendo solo Historia del Arte, las salidas laborales eran más limitadas, así que opté por hacer también una carrera que sentía muy afín a mí porque me permitía explorar mi parte más creativa.
“Mi corazón está entre estos muros, prados y árboles, por donde he jugado, corrido y trepado sin descanso y con absoluta libertad. Me siento una privilegiada”
—¿Influyó tu madre en tu decisión?
—Sí, por supuesto. Desde pequeña vi cómo mi madre, que tiene un talento innato, decoraba con especial delicadeza y elegancia tanto nuestras casas como las de otras personas y, a día de hoy, sigue siendo una gran fuente de inspiración para mí.
—¿Qué has aprendido de ella?
—El gusto por las telas, los centros de flores y el poder de la luz natural y de las proporciones.
—¿Cuáles son tus señas de identidad a la hora de decorar?
—Creo que lo que más me caracteriza es la intención de guiar a mis clientes para ayudarlos a descubrir la casa con la que siempre han soñado, le doy una gran importancia a la luz natural y me gustan los espacios cálidos con iluminaciones indirectas. Me considero una decoradora de base clásica, pero con facilidad para crear espacios actuales y contemporáneos. Es muy importante para mí también sacar el máximo aprovechamiento del espacio con circulaciones fáciles. En mis casas no faltan ni los libros, ni los centros de flores, y tengo una especial debilidad por el arte.
—¿Y cuáles son para ti las reglas inexorables?
—Luz, sencillez y armonía.
—¿Tienes preferencia por alguna gama de colores, alguna iluminación, algún estilo o época en concreto?
—No descarto ningún color de todo el pantone de colores. Aunque mis casas tienden a ser blancas para dar luminosidad, adoro combinar todos los colores. La iluminación, siempre cálida e indirecta, con luz de las velas, apliques en paredes y lámparas de sobremesa con pantallas plisadas. Me gustan varios estilos, no solo uno en concreto, pero quizás para mí las fuentes principales de inspiración son desde la decoración de los cottege ingleses del XVIII y XIX, con sus ricos salones, con bibliotecas, chimeneas y floridos jardines integrados en las casas, hasta las maravillosas y decadentes villas renacentistas italianas de la Toscana, con sus tonos pastel, pasando por las frescas y luminosas masías del Mediterráneo abiertas al mar de principios del siglo XX.
“Antes de la pandemia, era nuestra casa de verano. Pero, después de los grandes cambios que se han producido en mi vida en los últimos tiempos, me he acondicionado una zona para poder trabajar aquí y vivir entre Gondomar y Madrid”
—Has hecho casas en Madrid, en las islas Baleares, en Galicia, en Marbella y en Suiza, ¿cuál ha sido tu mayor reto profesional como interiorista?
—Seguramente, esta última etapa, con las dificultades que ha supuesto trabajar en medio de una pandemia mundial.
—¿Qué tipo de proyectos te motivan más?
—No descarto ninguno, porque me motiva cada uno de los proyectos que me llegan, pero quizás sean aquellos que son fuera y me hacen viajar y conocer nuevos lugares y personas.
—Nos recibes en el pazo de Gondomar, una fortificación de origen medieval, ¿qué significa para ti?
—Todo. Es mi hogar, la magnífica historia de mi familia y los recuerdos de una infancia muy feliz y familiar cerca del mar.
—¿Sueles venir mucho?
—Antes de la pandemia era nuestra casa de verano. Pero, después de los grandes cambios que se han producido en mi vida en los últimos tiempos, me he acondicionado una zona para poder trabajar aquí y vivir entre Gondomar y Madrid.
“Creo que lo que mejor describe esta casa es la enorme suerte que hemos tenido todos de compartir aquí veranos maravillosos en familia desde que éramos pequeños”
—¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando llegas de la ciudad y entras en este majestuoso entorno?
—Paz, descanso y la sensación de estar en casa.
—Es un punto de reunión familiar, ¿verdad?
—Absolutamente, creo que lo que mejor describe esta casa es la enorme suerte que hemos tenido todos de compartir aquí veranos maravillosos en familia desde pequeños.
—¿Qué es lo que más disfrutas cuando estás aquí?
—De tiempo para mí, disfruto de la tranquilidad de estos muros que me han visto crecer y que siempre han sido refugio y lugar de felicidad junto a mis primos. Y, por supuesto, del mar y las puestas de sol en este océano Atlántico inmenso y vivo que me hipnotiza.
—¿Y qué es lo más curioso y desconocido del pazo?
—El increíble y necesario personaje histórico que fue mi antepasado el primer conde de Gondoma en la historia española e inglesa.
—También eres descendiente del Gran Capitán, ¿pertenecer a una familia de tanto peso para nuestra historia influye de alguna manera en tu vida?
—Es una responsabilidad y un orgullo.
—Esta casa alberga muchos recuerdos, ¿cuáles destacarías?
—Muchos, cada verano es un recuerdo maravilloso y, por supuesto, las bodas que aquí hemos celebrado.
—Si sus muros hablaran, nos contarían infinidad de anécdotas, hechos históricos, ¿recuerdas alguno que te hayan relatado tu padre?
—Hay anécdotas de todo tipo, tanto históricas como familiares. Pero quizás de lo que más me habla es de los largos veranos de su infancia con sus hermanos, cuando se tardaba en llegar días y no había ni televisión, ni móviles, ni internet.
“Mi lugar favorito es la galería porticada del patio, con esa parra enorme y verde bajo la cual nos reunimos todos cada verano”
—Cuando venías de niña, ¿tenías libertad para jugar y correr por cualquier lugar?
—Por todas partes. Mi corazón está entre estos muros, prados y árboles, por donde he jugado, corrido y trepado sin descanso y con absoluta libertad. Me siento una privilegiada.
—¿Qué destacarías de cada estancia?
—Ningún cuarto es igual, pero todos tienen una luz especial y están abiertos a los maravillosos jardines formando cuadros naturales únicos.
—¿Y cuál es tu preferida?
—La galería porticada del patio, con esa parra enorme y verde bajo la cual nos reunimos todos cada verano.
—También tiene un jardín muy especial, que ha sido catalogado como catedral arbórea. ¿Es la joya de la residencia?
—Una de ellas, sin lugar a dudas. Mi padre, como ingeniero de montes y amante de la Naturaleza, me ha hablado desde pequeña de las singulares especies que hay en el jardín y que no son fáciles de encontrar en ningún otro jardín de España y de la riqueza y variedad del entorno.
—Has trabajado en diferentes estudios. Empezaste con tu tía Luisa Olazábal; con Magdalena Aguilar Urquijo, una de las personas que más te ha enseñado este oficio, y con Cristina López, experimentando un registro más moderno, ¿en qué momento decidiste lanzarte y crear tu propio estudio, Mercedes?
—En el momento en el que cerró Codo a Codo Arquitectura, el estudio en el que trabajaba en el año dos mil diecisiete, todo el mundo me animó a que abriera el mío, así que me lancé con el proyecto de MFC Interiorismo (@mfc_interiorismo). Aunque al principio no resultó fácil, con el gran equipo de profesionales que tengo empezó a funcionar de maravilla y hoy me siento tremendamente orgullosa de todo lo conseguido y los maravillosos proyectos que nos llegan cada año. Puedo decir que tengo la suerte de tener un trabajo que me divierte y me encanta, un equipo brillante y unos clientes fabulosos con los que me llevo divinamente.