paula babiano casa hola 4020© ESI SEILERN

Diseñada y construida por su abuelo, en los años sesenta, está situada en el Parque Natural de los Alcornocales

Paula Babiano, la abogada que dejó la toga por las tartas, nos recibe en su casa familiar de Algeciras con espectaculares vistas a Gibraltar

‘Ahora comparto momentos de celebración y felicidad de los demás y eso es muy satisfactorio. Siendo abogada, me pasaba el día buscando soluciones legales para problemas que, generalmente, eran muy difíciles’


Actualizado 13 de agosto de 2021 - 20:19 CEST

Paula Babiano había encaminado su vida al mundo de las leyes. Nacida en Algeciras, creció en Sotogrande, donde sus padres tenían un despacho de abogados. Estudió Derecho, hizo un máster en Bolsa y Finanzas y, antes de terminar la carrera, comenzó a opositar al Cuerpo de Registradores de la Propiedad, Mercantil y de Bienes Muebles de España. “Aprobé un par de exámenes, pero, finalmente, suspendí y no me vi con fuerzas de seguir”. Así que, tras cinco años y en plena crisis en aquel entonces, mandó su currículum, sin mucha esperanza, a sus tres despachos favoritos. En pocas semanas estaba trabajando en Cuatrecasas. Pero, en 2017, Paula dio un giro radical a su vida. Dejó todo para apostar por un sueño que, quizá, sin ser consciente entonces, había nacido de niña, mientras elaboraba dulces con su abuelo en la cocina de esta casa donde hoy posa. Y así, en 2017, creó Balbisiana, que ha logrado conquistar a los paladares más exquisitos. “Nació en una comida de amigos. Yo hacía tartas como   hobbie  y las llevé. Coincidió que estaban los dueños de un grupo de restauración madrileño y me pidieron el banoffee para uno de sus restaurantes. No me lo pensé”, nos cuenta entre risas Paula, que durante unos meses llevó “una doble vida”, siendo abogada de día y repostera de noche: “El día que me fui de Cuatrecasas, dejé tartas de diferentes sabores en los distintos pisos del edificio. Fue genial”.

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© ESI SEILERN
Paula Babiano, en su casa familiar, desde la que se divisa Gibraltar. En 2017, dejó el prestigioso despacho de abogados en el que trabajaba y creó Balbisiana, que se ha convertido en un referente en el mundo de las tartas.

En los inicios, “ya vendíamos online a través de una página web que me hice yo misma ¡en cuatro madrugadas!”. Sus tartas artesanas llegan ya a toda España y pronto abrirá su primera tienda física en Madrid, otro paso de este gran sueño. Con la emprendedora viajamos a sus recuerdos en su casa familiar, situada en el Parque Natural de los Alcornocales, entre Algeciras y Tarifa, rodeada de árboles y Naturaleza, con un manantial de agua natural y espectaculares vistas a Gibraltar.

“Ahora comparto momentos de celebración y felicidad de los demás y eso es muy satisfactorio. Siendo abogada, me pasaba el día buscando soluciones legales para problemas que, generalmente, eran muy difíciles”

—¿Qué significa esta casa para ti y qué recuerdos tienes asociados a ella?

—Esta casa representa mi infancia completa. Durante el día recogíamos naranjas y fresas, visitábamos el gallinero y mi abuelo trajo unas vacas del norte para tener leche fresca. Cogíamos piñas para la chimenea y sacábamos los piñones. Había fresas, perales… Teníamos dos mastines que nos acompañaban a todas partes. Mi abuela era más tranquila y los días que hacía peor tiempo veíamos juntas una película de vaqueros y nos preparaba tostadas con leche frita de pan moreno, que es el de la zona. También recuerdo cómo aprendí a nadar en esa piscina: nos tiraban piedras de colores al fondo que teníamos que buscar.

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La piscina, rodeada de cedros y flores.

—¿Qué historia tiene, desde cuándo pertenece a tu familia?

—Mis abuelos se conocieron y se casaron en Málaga y luego se fueron a vivir a Marruecos. Por motivos profesionales, finalmente volvieron a España para vivir en Andalucía y construyeron esta casa en los años sesenta. Mi abuela contaba que para que subieran sus amigos tenían que hacerles luces y bajar en todoterreno a por ellos.

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“Asocio la casa con mi infancia y mis abuelos, a los que echo mucho de menos. También con la Naturaleza y con la vida despreocupada que tienes cuando eres niño”, nos dice Paula mientras disfruta del jardín, repleto de palmeras, chaparros, algarrobos, rosales, buganvillas, hortensias, lila de indias… que lo convierten en lugar que “invita a no salir”.

—¿Es un lugar de reunión de la familia al que sueles venir a menudo?

—Pues vengo todos los años varias veces. Al ser la casa tan grande, suelo montar algún plan con amigos para aprovecharla del todo. Antes sí nos reuníamos todos los tíos y primos en Navidad y lo pasábamos bomba. A mi abuelo le gustaba que fuésemos de esmoquin, así lo hizo hasta el final, cuando pasamos a celebrar la Navidad en casa de mi madre. La casa invita a no salir de ella. Tiene unas rutas de senderismo superbonitas por la zona y las barbacoas por la noche, con una carne de retinto, no faltan nunca. La zona de la piscina es supercómoda para recibir y no tener que subir a la casa. También hago escapadas a las playas de Tarifa o Bolonia, y si es con gente que no conoce la zona, hay excursión a los pueblos blancos, como Vejer.

“Esta casa representa mi infancia completa”, dice Paula. “Al ser tan grande, suelo montar algún plan con amigos para aprovecharla. Antes sí nos reuníamos todos los tíos y primos en Navidad y lo pasábamos bomba”

—Y en esta casa es donde cocinabas dulces con tu abuelo, donde, digamos, comenzó todo.

—¡Sí! Le encantaba. Recuerdo recetas clásicas, como pestiños, rosquillas o plum cake. De esta última guardo la receta que me mandó escrita a máquina. Me da pena que no haya vivido mi emprendimiento porque podría haber aprendido mucho de él. Fue un gran empresario y constructor, tuvo la primera gasolinera donde atendían mujeres y fue una de las personas que modernizó la organización nacional de lotería y su escrutinio. Era un trabajador incansable y viajaba muchísimo. En los años sesenta, se fue a Japón e importó una patente para fabricar una caja de plástico resistente que fabricaron desde Valencia.

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“Al ser tan grande, suelo montar algún plan con amigos para aprovecharla. Antes sí nos reuníamos todos los tíos y primos en Navidad y lo pasábamos bomba”, nos dice Paula.

—¿Qué recuerdos tienes de esos momentos junto a él?

—Recuerdo darle forma a las rosquillas en esa misma encimera. La masa era pegajosa y nos ponía aceite en las manos para que siguiéramos amasando. Aún recuerdo el olor. Luego las dejábamos en una fuente y él las freía. También que no me gustaba el plum cake por la fruta escarchada que ponía debajo. Ahora no me puede gustar más.

—Paula, ¿cómo se deja un despacho de abogados tan prestigioso como Cuatrecasas para hacer tartas?

—¡Lo mismo se preguntaron mis padres! ¡Ja, ja, ja! En el despacho me propusieron un cambio de departamento que no me encajaba y me pareció el momento perfecto para dar el paso.

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Arriba, izquierda, el comedor; a la derecha y abajo el salón y una luminosa sala de estar. “Toda la carpintería la hizo mi abuelo. Montó un taller abajo y Donato, su carpintero, se lo hacía todo a medida basándose en diseños antiguos, aunque muchas puertas son originales”.

—¿Qué te motivó a abandonar una profesión para la que habías estudiado tanto?

—Aun a riesgo de parecer cursi, en Balbisiana elaboramos tartas y dulces para momentos especiales de los demás. Es decir, compartimos con ellos momentos de celebración y felicidad, y eso es muy satisfactorio. Siendo abogada, me pasaba el día buscando soluciones legales para problemas que, generalmente, eran muy difíciles. Me gustaba mi profesión, pero no al nivel de las tartas.

“A mi abuelo le gustaban mucho los anticuarios y viajaba buscando piezas. Las columnas de mármol del comedor son de un derribo de un palacio en Osuna y el suelo de marquetería con ébano tendrá unos doscientos años”

—Como dices, dejar todo y embarcarte en un proyecto de hacer tartas y venderlas por Internet no fue fácil, ¿a qué dificultades te enfrentaste?

—Hubo muchas. Dejé el despacho en marzo de dos mil diecisiete y la verdad es que el primer año tuve que hacer un poco de todo… Las tartas no daban de sí y también ejercí de abogada como freelance, alquilaba mi casa, daba clase, ¡lo que podía! No tenía tiempo —compaginar trabajos fue muy duro— ni dinero. No había vida social y vi poco a mi familia, que tampoco estaba a favor de que dejase el despacho. Creo que lo peor fue verme sola empezando un proyecto, sin dinero, en un sector que desconocía por completo y sin ningún tipo de experiencia en emprendimiento. Aluciné con los primeros pedidos y lo mucho que gustaron.

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Paula, en la cocina, junto a una de sus tartas artesanales estrella. Aquí comenzó a amasar dulces y a ayudar a su abuelo cuando era niña. “Aquí hemos pasado muchos ratos memorables, era donde cocinábamos y comía con mis primos”, recuerda.

—Tus padres son abogados, ¿cómo se tomaron de repente este giro radical en tu vida?

—No les gustó la idea y los entiendo, era muy arriesgado. Jamás había vendido una tarta y de derecho sabía muchísimo. Creo que, al principio, no me tomaron demasiado en serio y pensaron que se me pasaría. Pero cuando mi madre me vio irme en Vespa nevando, me dio un coche que teníamos viejo porque, seguramente, pensó que, si no, me iba a matar.

—¿Y ahora qué te dicen?

—¡Son mis mejores embajadores! Mi padre le habla de las tartas a absolutamente todo el mundo y mi madre no para de pedir online para todas sus amigas.

“Recuerdo darle forma a las rosquillas en esta misma encimera con mi abuelo. A él le encantaba la repostería… Recetas clásicas como pestiños y plum cake, del que guardo la receta que me mandó escrita a máquina”

—Las cosas no te han ido mal, desde luego.

—Ha ido creciendo muy poco a poco. En dos mil diecisiete estaba sola, monté la web para vender al cliente final y luego fue entrando equipo y crecimos dando servicio a hostelería, que era nuestro fuerte. Cuando estalló la pandemia, decidimos mantenernos abiertos, más por necesidad —estábamos estrenando obrador—, y tomamos la iniciativa de vender tartas online a nivel nacional, algo que no se había hecho hasta la fecha. La acogida fue buenísima y, tras este impulso, cogimos fuerza suficiente para abrir una tienda física en Madrid.

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“Los veranos aquí son muy relajados. Me encanta levantarme cuando amanece porque las vistas sobre el mar son de quitar el habla. Desayunar sin prisa en el patio, hacer alguna ruta de senderismo, ir a la playa, ver el atardecer y cenar disfrutando del estrecho”. Arriba, uno de los siete dormitorios, con el baño al fondo.

—¿Te has sorprendido a ti misma de cómo están yendo la cosas?

—Sí. Aún me sorprendo en las reuniones de equipo cuando veo a tanta gente. ¡Empecé sola y ahora somos veintiuno! La experiencia de montar algo de la nada, definir unos valores, un estilo propio y ver cómo gusta, cómo la gente repite, cómo te felicita… ¡no tiene precio!

“Lo peor fue verme sola empezando un proyecto, sin dinero, en un sector que desconocía y sin experiencia. Tampoco tenía tiempo libre y vi poco a mi familia, que no estaba a favor de que dejara el despacho”

—¿Alguna vez pensaste que podrías vivir de ello?

—La verdad es que no. Tampoco te creas que lo pensé mucho, simplemente, me dediqué a hacer algo que me gustaba. No tenía ni plan de negocio ni ninguna expectativa. Creo que por eso ha salido tan bien, porque he disfrutado de cada momento haciendo algo que me vuelve loca.

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“Ahora, mis padres son mis mejores embajadores. La experiencia de montar algo de la nada, definir unos valores, un estilo propio y ver cómo gusta, cómo la gente repite, cómo te felicita… no tiene precio”.

—¿Y cuál es el secreto de tus tartas, Paula?

—Para mí, la marca pesa mucho, pero la gente repite tanto porque son de una calidad buenísima y se hacen de forma completamente artesanal. Se elaboran en el día, así que van del obrador a casa del cliente y eso, en el fondo, se nota.

—Instalaciones más grandes, una pastelería física que estás a punto de abrir…Parece que has superado tus expectativas.

—Estoy tan feliz que a veces me parece mentira que esté ocurriendo. Cuando vi el proyecto de la tienda me dio un pellizco en el estómago que no se me ha ido a día de hoy. Me encanta la idea de estar en contacto con el cliente. También me hace mucha ilusión ampliar nuestro catálogo. Además de tartas, tendremos postres, bollería, desayunos y meriendas.

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“Dejé el despacho en marzo de 2017 y la verdad es que el primer año tuve que hacer un poco de todo… Las tartas no daban de sí y también ejercí de abogada como ‘freelance’, alquilaba mi casa, daba clase, ¡lo que podía!”, nos dice Paula.

—¿Cuáles son las cualidades que mejor te definen, Paula?

—Diría que soy muy trabajadora, exigente, disciplinada y dulce —o eso último me dicen siempre, ja, ja, ja—.

—¿Dirías, ahora, que eres más feliz con un delantal que con la toga?

—Sí, sin duda.

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“Recuerdo cómo aprendí a nadar en esa piscina, nos tiraban piedras de colores al fondo que teníamos que buscar”.
TEXTOMARTA GORDILLO
PRODUCCIÓNINÉS DOMECQ
FOTOSESI SEILERN
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍAMANUEL CECILIO PORTILLO (GUERLAIN)
AYUDANTES DE PRODUCCIÓNCLAUDIA PINTADO E ICÍAR MURRIETA
DECORACIÓN FLORALENEA (www.florenea.es)
LOOK 1VESTIDO: NORTE WOMEN/ALPARGATAS: ESTRIVANCUS PARA ADLIB IBIZA
LOOK 2CONJUNTO: MR. MOOD/ALPARGATAS: ESTRIVANCUS PARA ADLIB IBIZA
LOOK 3VESTIDO: MANGO/SANDALIAS: ZARA
LOOK 4MONO: THE LABEL EDITION/GAFAS DE SOL: RAYBAN
LOOK 5CONJUNTO DE PUNTO: ZARA

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