Javier González Sánchez-Dalp vive y trabaja en Sevilla, donde tiene su estudio de decoración. Pero cada fin de semana y en verano se escapa a su refugio de Carmona, una casa de campo que es un verdadero oasis, llena de luz y vegetación, en la que reina un limonero, y donde se respira la magia del sur.
Desde niño, Javier sintió inclinación por la pintura, una vena artística que le viene tanto por la familia de su madre, Socorro Sánchez-Dalp, como por la de su padre, el matador de toros Manolo González. Su madre era nieta del primer marqués de Aracena, título que Alfonso XIII otorgó a Francisco Javier Sánchez-Dalp y Calonge, senador del reino e impulsor de las mejoras urbanas de la Sevilla de principios del siglo pasado. Con el tiempo, la afición a la pintura, por la que obtuvo varios premios, derivó en la verdadera vocación de Javier: el mundo del interiorismo. Pero la pintura le sigue acompañando, ya que, en todas sus intervenciones aplica “el método pictórico, como si cada una de ellas fuera un cuadro”, sostiene.
“Lo que me atrapó fue el limonero del patio superior, que por aquel entonces estaba rodeado de maleza. Enseguida se convirtió en el emblema de la casa”, nos comenta Javier
Gracias a su trabajo, el interiorista encontró este refugio, que adquirió en el año 2005. “Estaba buscando una casa en Carmona para un cliente y me encontré con este lugar tan especial; vi que prometía. Como mi cliente no terminaba de decidirse, finalmente fui yo quien tomó la iniciativa. La casa estaba en estado de abandono total, por lo que acometí una reforma integral restaurando la parte preexistente y creando nuevos espacios”. El decorador nos la muestra con orgullo en este reportaje, en el que posa junto a su sobrina Elena, hija de su hermano Ignacio, que fue ganadero y apoderado, y que todavía conserva el hierro de Juan Belmonte. “Ella está terminando la carrera de psicología y colabora conmigo en ocasiones”, comenta su tío.
Una capilla y restos mudéjares
—Javier, ¿qué te enamoró de la casa?
—Lo que me atrapó fue el limonero del patio superior, que por aquel entonces estaba rodeado de maleza. Enseguida se convirtió en el emblema de la casa. Junto al jazmín del patio inferior, son las únicas huellas vegetales que perviven. En el proceso de reforma se descubrieron restos mudéjares y lo que fue la capilla de un asentamiento de monjes jerónimos del siglo XVII. Esos hallazgos acrecentaron mi amor por esta casa.
“Mi rincón favorito es el patio inferior, donde se encuentra la alberca. Allí paso largas horas de relax en verano resguardado por la yedra y acompañado por la música y el sonido del agua”
—¿Qué estilo has querido darle? ¿Cuál es la atmósfera que impera en la casa?
—El estilo es ecléctico, con fusión de elementos comprados por todo el mundo y donde destacan la elección de los tejidos y las piezas de cerámica. La atmósfera de la casa es relajante, muy luminosa, con gran perspectiva. Sientes que todo ha estado aquí desde siempre. Todo ha sido puesto con mucho cariño y es el conjunto el que resulta tan atractivo y acogedor.
—¿Cuál es tu rincón favorito?
—El patio inferior, donde se encuentra la alberca. Allí paso largas horas de relax en verano resguardado por la yedra y acompañado por la música y el sonido del agua.
—Un verdadero oasis, lleno de vegetación…
—Sí, no soy especialista en jardinería, pero la elección de las plantas es mía. En el patio interior hay, además del limonero, naranjos en espaldera, un ciprés y un rosal. El patio inferior lo presiden la parra, el jazmín y la higuera, junto a varios bojes y alguna otra planta ornamental.
“Mis interiores tienen el sello de la mezcla de estilos, de materiales, tejidos y muebles que aportan equilibrio”
—¿Te gusta recibir en casa? ¿Sueles reunir a tu familia y amigos aquí?
—Sí, por supuesto, la casa vibra cuando recibe invitados, se transforma y cobra vida. He disfrutado de fines de semana inolvidables con familia y amigos y la casa ha sido testigo de celebraciones muy divertidas y entrañables.
—¿Qué te distingue como anfitrión?
—Creo que lo que más me define es el cuidado de los pequeños detalles. Soy bastante perfeccionista y no recibo si no estoy en condiciones de ofrecer lo mejor a mis invitados.
Elena, hija de Ignacio González Sánchez-Dalp, ganadero, apoderado y que conserva el hierro de Juan Belmonte, colabora con su tío en algunos proyectos de decoración
—Háblanos de tu trabajo, ¿cuál es el sello inconfundible de tus interiores?
—Suelo tener bastante claro qué es lo que funciona a la hora de acometer un trabajo y aporto soluciones de una forma intuitiva. Mis interiores tienen el sello de la mezcla estilos, de materiales, tejidos y muebles que aportan equilibrio. Y alguien muy avezado puede descubrir en mis trabajos la influencia de los que han sido grandes maestros para mí y, al mismo tiempo, grandes amigos: Jaime Parladé, Mario Connio y mi tío Javier Sánchez-Dalp Leguina.
—¿Tienes preferencias por alguna gama de colores, por algún estilo o época en concreto?
—Me gusta utilizar toda la gama de colores. En cuanto a estilos, todos me interesan, pero trato de que ninguno de ellos predomine.
—¿Qué te guía a la hora de abordar un proyecto desde cero?
—Parto del estado en que se encuentra el objeto de mi trabajo, del entorno en el que se encuentra y de las necesidades que percibo y me transmite el cliente. Trato de aprovechar todo lo que puedo tanto mobiliario y objetos decorativos como estructuras constructivas antes de destruir o eliminar algo.
Javier encontró la casa en estado de abandono total y, al acometer la reforma, descubrió restos mudéjares y la capilla de un asentamiento de monjes jerónimos del siglo XVII
—¿Sigues pintando?
—Hace muchos años que no pinto, aunque conservo todavía parte de mi obra de temprana edad en mi casa de Sevilla. Un par de años atrás volví a sentir la pulsión creativa, pero la orienté a la composición de collages . La pintura me merece mucho respeto, porque es duro enfrentarse a un lienzo en blanco.
—¿Qué otros artistas hay en tu familia?
—La rama de la familia de mi madre, Socorro Sánchez-Dalp Leguina, desde mi bisabuelo, el primer marqués de Aracena, está jalonada por artistas, amantes del arte y mecenas. El segundo marqués de Aracena, Francisco Javier Sánchez-Dalp y Marañón, hasta hizo cine y es el autor de uno de los cuadros que preside el salón junto a la chimenea. El más cercano en el tiempo es mi primo Javier Jiménez Sánchez-Dalp, que es arquitecto y un gran dibujante.
“La atmósfera de la casa es relajante, muy luminosa, con gran perspectiva. Sientes que todo ha estado aquí desde siempre”
—Los Sánchez-Dalp sois muy queridos y respetados en Sevilla, aunque quizá el más mediático es el padre Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. ¿Cómo es vuestra relación?
—Ignacio, quien realiza una encomiable labor social, asistencial y diocesana, es primo hermano mío y mantengo con él una estrecha relación. Además, los dos compartimos madrina, mi tía Pepita Sánchez-Dalp, marquesa de Saltillo. Con ella compartí muchas Navidades en esta casa.
—Siendo tu padre torero, ¿nunca te entró el gusanillo de seguir sus pasos?
—No, nunca sentí ese gusanillo. Pero mi padre influyó en mí de otra forma. Él era muy aficionado al arte también y me apoyó y animó en todo lo que yo iniciaba cuando empecé a dar mis primeros pasos en el mundo de la decoración.