“Mi rincón favorito es, desde luego, el jardín, he estado todo el invierno saliendo aunque cayesen chuzos de punta. Pero la verdad es que me voy moviendo por él según la hora, la estación, el día, si estoy viendo como florecen unas plantas u otras…”, nos cuenta Tristán Domecq, que nos recibe en su elegante y acogedora casa, un oasis en Madrid, que también le permite disfrutar de otra de sus pasiones, el paisajismo. El interiorista, nacido en Vigo, una referencia en el mundo de la decoración, aúna talento, educación autodidacta y mucha pasión. Combinación de estilos, atemporalidad, piezas vintage y un sello muy personal son algunas de las claves que le han llevado al éxito. Su lema es: las casas, para vivirlas. No hay duda viendo la suya, cuyas puertas hoy nos abre junto a sus primos maternos, todos nietos de Rafael Pérez Blanco y Elena Pernas Martínez, marqueses de Valladares y marqueses de Mos, este con Grandeza de España, títulos que hoy ostentan respectivamente el padre de Mariana y Diego y el de Marina. Junto a ellos posan también Jorge y Leticia de la Peña. Por parte de padre, otro apellido ilustre y más que reconocido, Tristán Domecq es nieto de Alfonso Domecq González y Silvia Sainz de la Maza Falcó y bisnieto, por lo tanto, de María Cristina Falcó y Álvarez de Toledo, condesa de Frigiliana, y Leopoldo Sainz de la Maza y Gutiérrez-Solana, conde de la Maza.
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—¿Hace mucho que vives en esta casa?
—Algo más de un año. Exactamente me mudé el veintiocho de febrero, dos semanas antes del confinamiento. Fue una bendición. No se por qué tenía en mi cabeza que me tenía que mudar en febrero sí o sí, me costó sangre, sudor y lágrimas. Con toda la obra, nadie pensaba que iba a llegar a tiempo, pero lo conseguí y, gracias a esto, pasé aquí el aislamiento.
“Me enamoró porque era una casa muy auténtica, de los años cuarenta o cincuenta, de las que ya quedan pocas en Madrid, y me divierte volver a sacarle brillo”
—¿Es la casa de tus sueños? ¿Te costó encontrarla?
—Ahora mismo sí es la casa de mis sueños. No me costó encontrarla porque realmente no la buscaba, fue casualidad. Me apetecía tener un jardín o una casa con desahogo de fin de semana y estaba buscando eso por los pueblos de las afueras de Madrid. De casualidad me metí un día en un portal inmobiliario, porque estoy todo el rato buscando casas, pisos, etc., para reformar, y encontré esta. A mí lo que más me gusta del mundo es que llegue el fin de semana y disfrutar de mi casa, así que empecé a pensar que quizá tener que salir en coche cada viernes no era lo que necesitaba.
—¿Qué te enamoró de ella a primera vista para quedártela?
—Me enamoró porque era una casa muy auténtica de los años cuarenta o cincuenta, de inspiración herreriana, muy típica de Madrid, pero de las que ya quedan pocas. Y a mí me gustan esas casas que fueron bonitas en su día y han pasado por procesos de reforma horribles. Me divierte volver a sacarle brillo a la casa. Y luego, que tenía un jardín muy grande, que me permitía investigar en el nuevo campo que me encanta, el paisajismo.
—Pero luego la has reformado entera, jardín incluido…
—El jardín estaba muy preparado para sequías, con árboles muy de secano, poco colorido… Vamos, bastante deprimente. Y la casa, de una planta, tenía las distribuciones de la época. Mucho cuartito, poco baño, pasillo… Yo tenía dos objetivos claros: uno, respetar absolutamente la arquitectura, que era lo que me había enamorado, y, por dentro, hacerle una reforma totalmente integral, la tumbé abajo, no dejé nada en pie. Y el resultado es el que yo quería, parece como que le he hecho un lavado de cara. Me lo tomé como un reto y como una forma de dar un avance profesional. Siempre he intentado, antes de hacer algo que no he hecho para los demás, hacerlo para mí.
—Digamos que usas tus casas como ‘laboratorio’.
—Totalmente. Como me mudo tanto, porque ya llevo unas veinte casas a mis espaldas, con sus correspondientes mudanzas, siempre lo he hecho así. Cada vez que quiero investigar algo o cambiar el registro, siempre utilizo mi casa.
“Soy familiar, aunque también muy independiente, pero ahora que tengo esta casa, invito todo el rato a mis primos y a mis amigos”
—De todas formas no solo has cambiado de casa, también de forma de vivir.
—Vivía en la Puerta del Sol, con eso te digo todo. Ahora, tienes que coger el coche, vives más aislado. Pero yo me lo planteaba como una forma de vida, siento que vivo en el campo. Quería disfrutar de la casa y del jardín, y me hacía ilusión tener huerto, pero usarlo, no para tenerlo de adorno. Aquí ahora comemos del huerto a diario.
—¿Te encargas tú personalmente de cuidarlo?
—No tengo mucho tiempo y hay una persona que lo cuida, pero, cuando llega el viernes por la tarde, mi máximo plan es ponerme la ropa del jardín y podar, cavar la tierra, revisar el huerto, plantar, ver plantas, fumigar, absolutamente de todo.
“Tiene un jardín muy grande, que me permite investigar en el nuevo campo que me encanta, que es el paisajismo”
—¿Y de dónde te viene esta afición por la jardinería?
—De pequeño, mi abuela Elena vivía en una casa muy grande en medio de la ciudad con un jardín enorme, estaba cuidada la parte pegada a la casa, pero el resto era una auténtica jungla y me pasaba la vida escalando árboles, haciendo cabañas, cavando con el jardinero y con la ilusión de mejorarlo, pero, claro, era pequeño —ríe—.
“Vivía en la Puerta del Sol, así que esto no es solo un cambio de casa, sino un cambio de vida radical”
—¿Y la cocina es la parte más vivida? Porque tengo entendido que cocinar viene de familia.
—Mira, realmente la casa es amplia pero no tiene ninguna estancia descomunal; sin embargo, la cocina sí es muy grande. Estaba compartimentada en tres zonas y la unifiqué en un mismo espacio. La obsesión de mi familia, tanto por parte materna como paterna, siempre ha sido la cocina y la comida, es algo que llevamos en los genes todos —ríe—. En mi casa solo se habla de qué vamos a comer y de qué has cocinado. ¡Eso desde que nací!
—Pues no te queda más remedio entonces que ser un buen cocinero.
—Soy cocinillas, sí. Pero en mi familia ha habido y hay profesionales de la cocina, yo soy un aficionado. Y además es que la cocina siempre ha sido el punto de encuentro, el nexo de unión en nuestras reuniones, por eso le he dado tanta importancia. No solo me gusta que sea funcional, cómoda, práctica…, también me gusta que sea un sitio donde me apetezca sentarme, disfrutar y contemplar.
—Con esta piscina no parará de sonar el timbre…
—Me encanta recibir amigos en casa y, de hecho, en primavera y verano todo el día tenemos gente. Plan de piscina, comidas, cenas o lo que sea.
“Supe que quería esta casa desde el momento en que la pisé. Quise respetar la arquitectura, pero por dentro la tiré entera, no dejé nada en pie. Me lo tomé como un reto y como una forma de avance profesional”
—¿Y cuando ya has terminado y tu casa está lista y organizada se queda así o de repente te da por cambiar de nuevo?
—Todo el día estoy cambiando cosas de la casa. Piensa que es mi profesión y estamos todo el día viendo muebles, telas etc. Y no solo las grandes, también cambio las cosas pequeñas, como los vasos. Piensa, además, que he abierto una tienda en noviembre… ¿Que esto no se vende? Pues me lo quedo yo, y así todo el rato.
—Menudo momento para emprender, Tristán, hay que ser valiente con todo lo que ha pasado.
—Mucha gente me dice eso, pero yo no lo vi como ser valiente, sino como una oportunidad, es más, creo que era la evolución natural, estábamos pagando un estudio y no nos aportaba nada estar allí y dije: ¿por qué no lo invierto y tengo un showroom a pie de calle donde podamos vender? Ya teníamos un tienda online. Y ha salido muy bien. Es la mejor decisión que he tomado en dos mil veinte.
“Tenía dos objetivos claros: respetar absolutamente la arquitectura y por dentro hacer una reforma totalmente integral”
—¿Cuándo empezaste a interesarte por el interiorismo?
—Interiorismo como tal no te sé decir. En mi familia ha habido arquitectos y decoradores; mi abuela ayudaba a sus hijos a hacer sus casas, se encargaba ella de llevar la obra, elegir materiales, etc. Mi madre ha sido decoradora y tenía una tienda y mi bisabuelo era promotor… Es algo que he vivido desde pequeño. Cuando ya tenía edad para ir solo en bicicleta, me iba por Vigo buscando obras y me metía en ellas porque me divertía. No era interiorismo, claro, pero el mundo me gustaba ya de niño.
“En mi familia la obsesión ha sido siempre la cocina y la comida, es algo que llevamos en los genes. En mi casa solo se habla de qué vamos a comer o qué has cocinado” —ríe—
—Sin embargo, estudiaste Dirección de Empresas y dirigiste inicialmente tu camino hacia la moda.
—En Inditex empecé cuando terminé la carrera, trabajaba de dependiente en Zara. Luego fui promocionando hasta que acabé de encargado, fui el primer chico que trabajé en Madrid en un Zara señoras; luego decidieron abrir la cadena nueva Uterqüe e hicieron promoción interna. Me presenté para manager y entré de product manager. Éramos dos y yo llevaba los países árabes, Turquía, Grecia, sur de España y Madrid. Me encargaba de llevar las tiendas desde A Coruña.
—¿Por qué decidiste dejarlo y evolucionar hacia otro camino?
—Aprendí muchísimo y siempre lo digo: gracias a haber trabajado ahí durante cinco años, puedo hacer lo que hago ahora, porque para mí fue un máster. Pero no sé, estaba inquieto y quería hacer algo por mi cuenta, y, como te digo, me gustaba el tema de las obras y de la arquitectura. Me puse a hacer un curso de Autocad de tres meses para poder hacer planos de distribuciones y después me compré mi primera casa, hice mi primera obra…, planos, distribución, investigué materiales y oficios, y me puse a trabajar con ellos, a aprender a aplicarlos, vamos que fui básicamente el obrero, no te exagero nada. El primer proyecto era para mí, pero de ahí me salieron clientes, sin buscarlos… y mira.
“Aprendí muchísimo en Inditex, donde fui dependiente y, luego, ‘product manager’. Gracias a haber trabajado ahí cinco años, puedo hacer lo que hago ahora, porque para mí fue un máster”
—¿Cuál es tu sello personal como decorador?
—La importancia que les damos a las cocinas. Y yo creo que mucha gente nos conoce por ello.
—En las fotos posan algunos de tus primos contigo. ¿Eres una persona muy familiar?
—Sí, soy bastante familiar, pero en general, aunque me encanta recibir, soy muy independiente. No suelo hablar por teléfono con mi familia ni amigos en general. Luego sí me gusta tener contacto y, ahora que tengo esta casa, pues invito todo el rato a mis primos y a mis amigos.
“Llega el viernes por la tarde y mi máximo plan es ponerme la ropa del jardín y podar, cavar la tierra, revisar el huerto, fumigar, absolutamente de todo”
—¿A qué dedicas tu tiempo libre, si es que lo tienes?
—Pues ahora dedico mi tiempo libre al jardín, básicamente. A ver cosas bonitas, buscar espacios que me puedan inspirar en redes sociales, a mover mi casa todo el rato, a buscar artistas que me puedan gustar. Es trabajo, pero es mi hobby.
— ¿Qué cualidades de tu personalidad destacarías?
—Soy inquieto, perfeccionista, un poco maniático. O sea, perfeccionista-maniático. Y también ordenado-maniático (ríe). Es que soy muy virgo. Y crítico conmigo mismo.
“Cuando ya tenía edad para ir solo en bicicleta, me iba por Vigo buscando obras y me metía en ellas porque me divertía. No era interiorismo, claro, pero el mundo me gustaba ya de niño”
—¿Un proyecto de futuro?
—Pues me encantaría desarrollar un hotel boutique mío pequeñito, muy hogareño. Sería mi siguiente proyecto. No sé cuándo, pero lo tengo en mente.