El blanco es el color más elegido para pintar las paredes de casa. Es más luminoso, aumenta los espacios y ofrece sensación de limpio. Se trata de una solución fácil para las paredes de tu casa, pero con muy poca personalidad. Además, tiene alguna desventaja también y es que puede resultar frío, es más sucio y es aburrido. De hecho, hay muchos otros colores, muy luminosos y alegres con los que dar vida a tu casa. Algunos más suaves y otros vibrantes que dotarán a tu hogar de una nueva y única imagen.
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Arena, un color que nos lleva a la naturaleza
Imitando uno de los colores más presentes en el medio natural, las paredes de color arena son perfectas para darle a tu casa un punto desenfadado y, al mismo tiempo, cálido. Si empleas la técnica del estuco, en la que unas zonas parecen más oscuras y otras más claras, ese efecto natural se verá potenciado. Incluso quedará bien con un mobiliario moderno, como en el de esta propuesta de Laskasas. Y para restarle peso, unos sofás en blanco o beige, tonos neutros también, suavizarán su efecto.
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Beige, la mejor alternativa al blanco
Si te gusta la luminosidad que aporta el blanco, pero no quieres caer en lo monótono que es, el beige. Se trata de un color con todas las virtudes del blanco, pero sin su frialdad. Además, al igual que el blanco, combina a la perfección con cualquier color, aunque con un punto más sofisticado. Este color neutro es más cálido que el gris y el blanco, y combinado con el negro aumenta su elegancia y lo dota de un aspecto más moderno y contemporáneo.
Pero si quieres un efecto clásico, ¡el beige también te lo concede! Combinado con granates, azul petróleo o verde el resultado es acogedor y de aspecto atemporal.
Un office de color azul aguamarina
Puede que no te atrevas a pintar una estancia entera, pero ¿por qué no el rincón del comedor de la cocina? El color azul aguamarina es una buenísima opción si quieres dar vida y alegría a la zona en la que coméis a diario. Si te preocupa que la estancia quede fría, añade elementos en madera, como las mesas y las sillas. El aguamarina es un color fresco y vibrante que en paredes con molduras queda también estupendo.
Otra opción para sumarle calidez es añadir delicados toques de tonos cálidos, como mostazas, caldera o arenas. Incluso, si quieres dotarlo de un punto más masculino, el marrón oscuro o el negro quedarán genial.
Gris, un neutro que coge fuerza
Durante los últimos años, hemos visto cómo el gris ha ganado protagonismo en la decoración de interiores. Y, en las paredes, es un tono fresco y acogedor que llenará tu casa de un punto elegante. Para que no resulte frío, es fundamental añadir elementos que sumen calidez, como muebles de madera y complementos de fibras naturales, como el puff y la lámpara que corona este salón. También los colores que lo acompañan deben contribuir a subir la temperatura. Los amarillos y anaranjados te ayudarán, pero si añades otras tonalidades en grises, con matices cálidos, o blancos, conseguirás un espacio acogedor.
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Verde oscuro, llévalo a una pared
Cuando una estancia es muy luminosa y presume de mucha luz natural, puedes permitirte la licencia de añadir tonos más oscuros y vibrantes en las paredes. Además, una pared de acento en el fondo del salón ayudará a aumentar la profundidad del espacio sin que se vea afectado su estilo. El verde petróleo, como el que luce en este salón, es un color elegante, sofisticado y algo sobrio, que quedará genial con elementos de madera o combinado con un sofá de cuero. La clave para que no sea cargante es destinarlo solo a una pared. Evita pintar toda una estancia de un color tan oscuro o lo único que lograrás es que un efecto cerrado y un poco agobiante.
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Rosa, un color romántico para las paredes
La clave para que al decorar en color rosa quede bien es elegir un color pastel, que no sea demasiado fuerte y que potencie la sensación romántica de la estancia. Rosas hay muchos, y para las paredes deberías huir de tonos como el fucsia o el rosa chicle. Lo ideal para pintar las paredes de tu casa es elegir tonalidades más suaves y, después, para el mobiliario elegir tapicerías de colores neutros, como el blanco, el gris o el beige. En los complementos puedes arriesgar un poco más y añadir tonalidades más oscuras.
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Caldera, un color cálido para una pared
Al igual que sucedía con el verde petróleo, el color caldera ha de destinarse a una sola pared, que ayudará a que la habitación parezca más profunda. En un dormitorio, quedará genial en la pared en la que se apoya el cabecero, como en esta propuesta. El caldera es un color que imita al óxido y que se encuentra a medio camino entre el rojo y el marrón. Para que el resultado sea el esperado, deja que el blanco sea el color predominante en el resto de paredes. Y, para dar contraste, elige un tono también fuerte, como el azul petróleo de este cabecero tan original. Y la pared, decórala con los mismos colores pero en tonalidades más suaves.
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Azul grisáceo: elegante y con estilo
Otra de las tonalidades que pueden ayudarte a llevar algo de color a tu casa sin ser demasiado, es el azul en sus muchos matices. El que tiene toques grisáceos, como en el salón de la imagen, es una opción elegante, nada estridente y que tiene un efecto calmante cuando se combina con acabados dorados, dotándolo de un punto chic. Con complementos en negro conseguirás el mismo efecto. Ahora, si quieres restarle peso, el binomio blanco y azul no falla. Se trata de una combinación de colores muy veraniega que, además, es muy fresca y nunca pasa de moda.
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Verde suave: perfecto para zonas de estudio
El color verde es un tono que potencia la concentración, es fresco y relajante. Eso lo hace ideal para una zona de estudio y de trabajo o, incluso, para un dormitorio. Se trata de un color íntimamente ligado a lo natural y simboliza la vida. Para darle contraste, añade plantas de interior que se sumen a esta sensación y multipliquen los tonos de verde.
Combinado con negros, el efecto será elegante y moderno, y si añades muebles en madera lograrás también sumar calidez, ya sean claras, como haya o roble, u oscuras, como nogal o polisandro.
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Azul claro, el cielo en una pared
El color cielo es una tonalidad de azul que huye de los pastel y de otros tonos más vibrantes. De hecho se trata de un color luminoso y, que según cómo se combine, puede resultar frío. Entre las sensaciones que transmite: serenidad, paz y tranquilidad. Por eso es perfecto para cualquier estancia, desde el salón al dormitorio o, incluso, para decorar una habitación infantil. Ayudará a potenciar su densanso y relajación, además de ser un color que les puede acompañar durante años sin que se cansen.
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