Contar con un comedor aparte de la cocina es cosa del pasado, la tendencia de decoración del momento es tener un solo salón donde convivan los dos espacios, No vamos a entrar en la batalla ‘deco’ que enfrenta a los defensores de las cocinas abiertas de aquellos que solo ven inconvenientes, sino que vamos a detallar todo lo que debes tener en cuenta para decorarla como se merece y sacarle el máximo partido. Aunque sabemos que el ruido, el humo y los olores son su talón de Aquiles, también conocemos su carácter social, su capacidad para hacer crecer los metros, su luminosidad y su funcionalidad.
1. Juntos, pero no revueltos
Tener dos o tres espacios en uno, puede resultar muy práctico en el día a día, pero conlleva el peligro de caer fácilmente en la despersonalización, en lo que a decoración se refiere. Tienes dos opciones. O decides delimitar visualmente ambas estancias, poniendo un suelo distinto, colocando una mampara o un biombo o pintando la pared de un color distinto, o las conviertes en clones, una especie de hermanas gemelas, cuyos colores y materiales sean similares, sin perder nunca el encanto personal de cada una.
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2. Cuestión de estilo
¿O de estilos? Si quieres crear la sensación de que la cocina es una continuación del salón y el comedor, puedes jugar con la misma decoración Para que la cocina no llame excesivamente la atención, es importante seleccionar electrodomésticos que sean lo más estéticos posible, sin que ello vaya en detrimento de su rendimiento. Parte de una base neutra, incluso algo sobria, y no dudes en introducir elementos en acero inoxidable, por ejemplo, ya que combinan bien con cualquier color. Apuesta por muebles sencillos y funcionales en el área de la cocina e, incluso, convierte la isla en el comedor familiar. Todo sea por las (buenas) relaciones.
Mientras que, si buscas establecer diferencias entre los distintos ambientes, opta por la mezcla equilibrada, que ayude a delimitar sin necesidad de tabiques, pero manteniendo siempre cierta sintonía, base del estilo ecléctico.
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3. Unidas cromáticamente
Una cocina abierta al salón libera espacio y facilita la circulación. También es una oportunidad para establecer una verdadera armonía entre las dos estancias. Si quieres integrarla ‘discretamente’, elige los mismos colores o, al menos, tonos que armonicen con la decoración de tu salón. Así puedes optar por tonalidades naturales como como el beis, el chocolate o gris, creando una continuidad entre el tranquilo estar y una cocina cálida. Mientras que, si prefieres algo más colorido, atrévete con los rojos, naranjas, amarillos o verdes y combínalos con muebles, telas y complementos del salón igual de llamativos. La opción del blanco siempre es un acierto. Moderna y elegante, su unión está al margen de las modas.
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4. Elementos ‘barrera’
Ante la ausencia de paredes, existen ciertos elementos y accesorios decorativos que pueden ejercen la misma función (o casi), pero sin empequeñecer ni restar metros. Una buena idea es delimitar la zona de estar con una alfombra, que cree la sensación de isla dentro del espacio común. Otra buena opción es usar la trasera del sofá a modo de tabique o colocar un mueble bajo que haga de barrera visual entre los ambientes.
5. A través de una isla
En espacios medianos o grandes, las islas no solo te ayudarán a zonificar la estancia, sino que, además, contribuirán a distribuir las distintas piezas de ese espacio común, para que queden conectadas con recorridos cómodos. Dada las posibilidades funcionales y decorativas de una isla, no dudes en aprovechar el espacio para guardar que te brinda: el orden es uno de los mandamientos decorativos de estos espacios abiertos.
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6. A dos alturas
Un simple escalón bastará para marcar los límites entre la cocina y el salón comedor, de manera eficaz y sin necesidad de tabiques divisorios. Además, al jugar con la doble altura, estás ampliando visualmente los metros, ya que potencias la sensación de profundidad. Sin olvidar que se trata de un recurso ‘deco’ con mucho estilo. Para reforzar la separación espacial, instala un suelo distinto en cada zona.
7. Con una barra de desayunos
En cocinas pequeñas, una península o una barra de desayunos, típicas de las casas americanas, puede ejercer las mismas funciones que una isla: separar ambientes sin restar metros visuales. Para multiplicar la sensación de amplitud, especialmente en viviendas XS, mejor que se trate de un diseño abierto en la parte inferior. En el resto, puedes optar por uno con baldas y sitio para guardar debajo.
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8. Con una estantería
Las estanterías modulares cumplen una doble función en los espacios abiertos. Por una parte, establecen los límites entre una y otra zona, para que estén juntas, pero no revueltas. Y por otra, brindan un valioso espacio extra para almacenar. Además, como no tienen trasera, permiten el paso de la luz de un ambiente a otro y favorecen la comunicación visual y espacial entre ambos. De forma que si estás cocinando, puedas mantener una conversación con las personas que están en el salón.
9. Con cristaleras
Los tabiques de cristal son una de las maneras más sencillas de dividir los ambientes sin necesidad de paredes. Además, en el caso de las cocinas abiertas es la solución a su principal inconveniente: humos, olores y ruidos. Estas cristaleras, que no ponen trabas a la circulación de la luz, contribuirán a que los olores de la comida, el calor de la cocción de los platos en el horno o el ruido de la cafetera o el lavavajillas permanezcan en la cocina. De todas maneras, para asegurarse al 100%, nada mejor que una buena campana extractora.
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10. Mediante la luz
La orientación de la luz hacia la superficie de trabajo enfatiza la separación entre los dos espacios, al mismo tiempo que potencia el papel principal que juega la encimera. Ve la iluminación como una oportunidad para realzar el elemento más importante de la cocina y crear una transición natural entre las dos estancias.
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11. Diferencias de color
Si buscas que la cocina tenga vida propia, la idea más sencilla es vestirla con tonos que se opongan a los del salón. Para marcar bien el contraste, nada mejor que los rojos, verdes y azules, usados tanto en el mobiliario como en el revestimiento o en los complementos. Mientras que, si tu salón es ‘a todo color’, puedes crear el contraste empleando tonos naturales. La clave está en que cada espacio desarrolle su propia personalidad y su propia identidad visual.
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