Existen lugares en este mundo que son únicos, paisajes especiales que teletransportan a una esfera superior, como sería contemplar la luz de la luna desde el palacio del Taj Mahal, en la India, o un atardecer en una playa del Caribe; sin duda, escenarios de ensueño. El cortijo palacio Los Montes, en Puebla del Río, a 18 kilómetros de Sevilla, es uno de estos lugares. Los Montes da nombre a una impresionante finca de 200 hectáreas en la que se ubicó la casa principal de lo que fue Los Montes Realengos, cazadero del Rey Felipe IV, según aparece en un plano de 1665. Mucho antes, según las últimas investigaciones arqueológicas, fue un importante enclave tartésico frente a lo que fue el lago Ligustino, actuales marismas, cuando la desembocadura del Guadalquivir no estaba en Sanlúcar de Barrameda, sino entre La Puebla del Río, Coria y Dos Hermanas.
Fuera de estos datos históricos, es una casa señorial que tiene lo que debe tener una propiedad de estas características. Es un espacio vivido, lo que viene a ser un hogar. En él nos reciben, con exquisita gentileza, los duques de Maqueda, María del Pilar Paloma de Casanova-Cárdenas y Barón y Francisco López Becerra de Solé y Martín de Vargas, señor de Tejada, quien, en su papel de académico de número de la Academia Andaluza de la Historia, nos habla de la historia de la Casa Ducal de Maqueda.
Tienen relación con la Casa Real de Inglaterra por el duque de Wellington: “Tuve el honor de ser condecorado por la Reina Isabel II con la medalla de Jubileo por sus bodas de diamante”
“La Casa Ducal de Maqueda se origina a finales del siglo XII, a partir de Lope López de Haro, hijo de Lope Díaz de Haro, IX señor de Vizcaya. Sus sucesores tomaron el apellido López de Cárdenas y de Cárdenas, participando en grandes gestas de la monarquía. Personaje muy destacado fue don Gutiérrez de Cárdenas y Chacón, que sirvió a los Reyes Católicos como la persona de mayor confianza, siendo quien negoció el matrimonio de Fernando de Aragón con Isabel la Católica y quien los presentó. El 7 de enero de 1469, Isabel la Católica le concedió la Villa de Maqueda y su ciudad de Elche y otros lugares, así como el cargo hereditario de adelantado del Reino de Granada, en cuya toma fue pieza fundamental. Se casó con Teresa Enríquez de Alvarado, hija del almirante de Castilla y prima hermana de Fernando el Católico, y, en 1526, el Emperador Carlos V elevó el señorío a ducado con Grandeza de España y a sus primogénitos les concedió el marquesado de Elche”.
‘Nuestro pequeño paraíso’
—¿Cuándo llegó este cortijo a su familia y qué significa para ustedes?
—Al fallecer mi madre, hace diez años. Para nosotros, Los Montes significa algo muy especial. Aparte de ser un sitio mágico, era la casa preferida de nuestros padres y abuelos y en ella hemos pasado los más importantes acontecimientos familiares desde que éramos pequeños.
—¿Qué encuentran de especial en este lugar?
—Lo mejor de la casa es su formidable bosque, que te envuelve en el manto de la Naturaleza. Es un lugar por el que nos encanta pasear y donde se ha visto a una pareja de linces ibéricos. La finca está declarada parque natural dentro del parque Doñana y forma parte de la reserva de la biosfera. Nosotros nos cuidamos mucho de que así sea respetada. El edifico forma parte, además, del patrimonio arquitectónico de la Junta de Andalucía.
—¿Qué más destacarían?
—El conjunto en su totalidad, porque se unen la Naturaleza y el arte. Como diría mi mujer, es nuestro pequeño paraíso y una casa vivida con calor de hogar, donde la familia se reúne en nuestro rincón favorito, que es la chimenea del salón.
—Acometer el mantenimiento de un lugar así no debe de ser tarea fácil.
—¡Nada fácil! Tenemos personal que vive aquí, como son los caseros, los trabajadores que se encargan de los cultivos del pistacho, trigo, avena y cebada, y también los caballistas. En mi familia siempre hemos sido muy aficionados a los caballos, especialmente, a los cartujanos.
“Para nosotros, Los Montes significa algo muy especial. Aparte de ser un sitio mágico, era la casa preferida de nuestros padres y abuelos y en ella hemos pasado los más importantes acontecimientos familiares”, afirma el duque
—¿Les gustaría que sus hijos se hicieran cargo de esta propiedad en un futuro?
—Sí, nos hace mucha ilusión. Por eso nos gusta que se aficionen al campo y a los caballos. De hecho, suelen venir de Madrid cada vez que tienen vacaciones.
—¿A qué se dedican?
—Siguiendo la tradición familiar, Sol y Álvaro son abogados, y Mencía hizo la carrera de ADE y, en la actualidad, estudia Psicología.
—¿Cuáles son sus títulos?
—Sol es marquesa de Elche y de la Vega de la Sagra. Álvaro es conde de Cabra, marqués de Belfuerte, vizconde de Iznájar y Grande de España. Mencía es marquesa del Cenete y Grande de España.
—Sus antepasados estaban muy vinculados a esta tierra.
—Sí, por una de las líneas de la familia De Campos, a la que pertenecían tanto mi madre como mi padre, que fue uno de los impulsores del cultivo del arroz en las marismas del Guadalquivir.
—Incluso una de sus antepasadas fue determinante en el mundo de las cofradías. ¿Quién fue?
—Sí, una antepasada de mi mujer, Teresa Enríquez, primera señora de Maqueda, que fue la que hizo las hermandades sacramentales de España. El Papa Julio II la llamaba “la loca del Sacramento”. Se mantienen en Sevilla fundaciones como la Sacramental de las Siete Palabras y la Sacramental del Sagrario, en la catedral. Otra de las fundaciones es la colegiata de Torrijos, que es una auténtica catedral dedicada al Santísimo.
—¿Y cuál es la historia de la capilla de Los Montes?
—Es un antiguo oratorio de la familia que fue traído aquí desde nuestra finca convento en Carmona y que perteneció a los carmelitas calzados.
Bienes de Interés Cultural
—Hay también otras piezas especiales en esta casa. ¿Cuáles son las joyas del palacio?
—En efecto, hay piezas especiales dentro de la casa. No en vano, tenemos varias declaraciones de bienes de interés cultural por el Ministerio de Cultura y la Junta de Andalucía, y resalta la de la capilla ducal de Nuestra Señora del Rosario, donde figuran lienzos y tallas de gran interés, comenzando por la del patrono de la Villa de la Puebla del Río, San Sebastián, que data del siglo XIV. Aparte de ello, encontramos tapices de los siglos XVI y XVII, muebles de época, esculturas y pinturas de distintos períodos. Nuestros antepasados fueron grandes coleccionistas y nuestros padres nos inculcaron defender siempre el patrimonio histórico artístico y el natural.
“Como en toda casa antigua, hay leyendas, como la que cuentan la cocinera y otras personas que aseguran haber visto en varias ocasiones el fantasma de un monje, pero nosotros no lo hemos visto nunca”
—¿Cuáles son sus pinturas favoritas?
—Nos gusta especialmente la pintura de Paul de Vos o Frans Snyders. Lo que no sabría decir es una obra concreta, puesto que se trata de un conjunto que desprende cierta atmósfera agradable, tal como se vivía en tiempos de nuestros abuelos. Del siglo XIX podemos mencionar las obras del decálogo de José Villegas, colgadas en el comedor.
“Es una casa vivida con calor de hogar, donde la familia se reúne en nuestro rincón favorito, que es la chimenea del salón”
—Si los muros hablaran, contarían infinidad de anécdotas, hechos históricos y hablarían de la presencia de invitados ilustres.
—Como en toda casa antigua, hay leyendas, como la que cuentan la cocinera y otras personas que aseguran haber visto en varias ocasiones y en distintos lugares el fantasma de un monje, pero nosotros no lo hemos visto nunca.
—¿Suelen utilizar la plaza de toros? ¿Qué diestros han toreado aquí?
—La plaza de toros se utilizó para temas taurinos como plaza de tientas hasta que nuestro padre vendió la ganadería, dado que era un negocio ruinoso. Eso fue hace muchos años y, además, por formar parte de su intimidad, preferimos no desvelar los nombres de las personas que nos han visitado. Ahora, aunque seguimos haciendo alguna capea puntualmente, el destino de la plaza es, fundamentalmente, ecuestre, ya que es donde hacemos los ejercicios de doma y enganches. Además, en algunas partes del cortijo se celebran eventos.
—¿Cuál es la historia del mantón que preside el palco?
—Mi madre coleccionaba mantones de Manila antiguos y también abanicos de siglo XVIII y mantillas de encaje de Bruselas.
‘Los Condes de Barcelona eran muy amigos’
—Ustedes tuvieron especial relación con los abuelos del Rey don Felipe VI, don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes. ¿Cómo nació esa relación y qué admiraban más de ellos? ¿Llegaron a visitar este lugar?
—Sí, los condes de Barcelona eran muy amigos de mis padres y los visitaban en la casa Villa Giralda, en Estoril.
—Fueron sus padrinos de boda.
—Sí, tuvimos el gran honor de que apadrinaran nuestra boda, como es tradicional en la Casa, ya que mi mujer desciende directamente de Teresa de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, esposa de don José María Osorno de Moscoso y Carvajal, duque de Maqueda, marqués de Astorga y caballero del Toisón de Oro.
—También mantiene una buena relación con la Casa Real de Inglaterra. ¿Cómo surgió?
—Sí, surgió a través del duque de Wellington. Tuve el gran honor de ser condecorado por la Reina Isabel II con la medalla de Jubileo por sus bodas de diamante, la misma medalla que llevó Kate Middleton cuando se casó. En el borde sale mi nombre completo y la fecha. Y en alguna ocasión hemos ido al palco de la Reina de Inglaterra en Ascot. A su vez, éramos muy amigos del fallecido duque de Westminster, a quien le encantaba España y, especialmente, Asturias.
—También tiene relación con otras Casas Reales.
—Sí, con las de Bélgica y Mónaco. El hermano pequeño de Paloma, Luis, estaba casado con la archiduquesa Mónica de Habsburgo, de la Casa Imperial de Austria y Real de Hungría, y venían a nuestra casa en Madrid. También venían Jorge y Carlos, que se separó de la hija del Barón Thyssen, hijastra de Tita.
—¿Alguna de ellas ha visitado Los Montes?
—El año dos mil veintidós será un año importante para el palacio porque va a ser una de las sedes donde se va a celebrar el setecientos cincuenta aniversario de la fundación de la Puebla del Río por el Rey Alfonso X el Sabio.