Valérie Messika creció rodeada de diamantes —¡literalmente!—. Su padre, André Messika, era —y es— uno de los diamond dealer más importantes del mundo. Su trabajo consiste en conseguir los mejores diamantes para sus grandes clientes. Así que toda su vida, desde que tiene recuerdo, Valérie se ha visto rodeada de esas increíbles piedras brillantes. No jugaba con muñecas, no: lo hacía con diamantes.
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“Sí —exclama Valérie, y una gran sonrisa ilumina su cara—, crecí con ellos, pero no fue hasta que tuve más o menos diez años que empecé a estudiarlos. Como un juego. Mi padre me guio a descubrir las inclusiones, los defectos, el brillo… Y al tiempo se creaba entre nosotros dos una relación emocional muy profunda y un amor por los diamantes que es una maravillosa obsesión”.
También le proporcionó libertad. El diamante es una piedra preciosa muy muy especial y, a veces, los creadores no se atreven a utilizarla en sus diseños porque “impone”. “Ese miedo coarta la creatividad, pero como yo no lo tenía y —para bien o para mal— nací con una capacidad de creación muy grande, empecé a imaginar cómo sería manejar el diamante hasta conseguir un casi total contacto con la piel, como si fuera un tatuaje. Y otras ideas como esa que imita a la goma con la que recojo mi pelo, usándolos en una especie de pulsera elástica. Es decir, tratar de ser imaginativa y escaparse de lo tradicional”.
“Mi padre, André Messika, es uno de los ‘diamond dealers’ más importantes del mundo. Yo no jugaba con muñecas, lo hacía con diamantes, y desde los diez años comencé a aprender con él. Son ‘mis amigos’”
Todas esas ideas empezaron a bullir en su mente mientras estudiaba Marketing y Comunicación, porque, aunque no necesitaba aprender de gemas, sí debía saber cómo venderlas. Y, un buen día, su padre le preguntó: “¿Qué opinas de cómo está el mercado?”. “Bueno —le dije—, están las grandes marcas consagradas —cosa que él ya sabía—, que tienen más de cien años y son una venerable maravillosa institución de lujo, y luego esas marcas pequeñas que venden diamantes de baja calidad como si fueran gominolas, pero ¿sabes qué? Yo creo que hay un espacio intermedio que tiene muchas posibilidades”.
“La casa tiene unos setecientos metros en tres pisos, pertenecía a mi padre y yo se la compré. Es el lugar perfecto para nosotros porque solo está a una hora de París”
Durante siglos, los diamantes mostraban la riqueza, el poder de quienes los poseían. Se lucían para mostrarlo. Con el paso del tiempo, esas mismas joyas languidecían en las cajas fuertes de los bancos y solo salían en ocasiones especiales. Valérie tenía otra idea: “A una mujer le gusta ser femenina y llevar un diamante debería de ser como ponerse perfume. Solo que algo más caro, sí, pero accesible. Como un bolso, quizá. Yo no pienso que tengamos que esperar a que nos regalen un diamante, podemos comprarlo nosotras mismas, y si tiene un precio razonable, llevarlo todos los días, como el perfume. Y cambiar según la moda y añadirle complementos y otros diseños. Divertirte con ellos”, cuenta.
En fin, que, hace ahora unos quince años, Valérie montó su propia empresa y, desde entonces, no ha parado de crecer. Con famosísimas clientas y algunas embajadoras de prestigio que también colaboran con ella. Gigi Hadid y Kate Moss se han unido a su universo: “Con Gigi lo intenté varias veces hasta que, por fin, coincidiendo con los desfiles en París, dijo que quería conocerme. Cinco minutos me dijeron sus agentes. Fui a verla al hotel con mis muestras y nos olvidamos de los cinco minutos…”. “¡Qué bonito! Me gusta. Esta pieza es como un tatuaje”, decía señalando: “¡Es fabulosa!”. Total, que ya vamos por la segunda colaboración y estoy encantada porque es joven y creativa y es total fashion por su trabajo y por su estilo”.
Sí, Messika gusta mucho a clientes jóvenes, entre dieciocho y veinte años. Es totalmente inusual en joyería y se debe a Valérie, que entiende de moda, sigue las tendencias y adapta sus piezas a ellas. “También tenemos una alta gama. Por ejemplo, la que protagoniza Kate Moss. Otra mujer que me encanta. Posee unas piezas antiguas fabulosas. “Mira”, decía mientras abría la caja donde las guarda y yo abría los ojos embelesada. Y con esa inspiración creamos esta última colección, a la que hemos añadido esmeraldas”.
Aunque Valérie es la imagen y la creadora, lo cierto es que se trata de una empresa familiar. Su mejor amiga, su primo y su esposo, Jean-Baptiste Sassine, están con ella. “Efectivamente, pero cada uno tiene su función. Jean-Baptiste Sassine es el presidente. Mi marido. El padre de mis hijas. Nos conocimos hace veinte años, cuando los dos éramos “aprendices”. Él compraba brillantes y yo diseñaba. Trabajamos muy bien juntos porque JB tiene unas buenísimas cualidades que yo no tengo, y a la inversa. Me siento mucho más fuerte a su lado y a él le pasa lo mismo. Creo también que es bueno para las niñas ver a sus padres trabajar intensamente de una forma tan armónica”.
Jean-Baptiste y Valérie tienen dos hijas, las cuales quieren que crezcan fuertes e independientes como mujeres y a quienes han puesto nombres que no tienen género: Romane y Noa.
“Son estupendas, inteligentes, educadas y se llevan muy bien entre ellas. Como tenemos más de treinta “boutiques”, en diferentes países, nos encanta llevarlas con nosotros para que se enriquezcan con otras culturas. Primero trabajamos y luego nos divertimos con ellas. Aunque casi no llamaría trabajo a lo que hago. Me gustan tanto los diamantes que me levanto cada mañana deseando empezar el día y llenarlo de recuerdos y nuevas experiencias creativas. Es una pasión y deseo que mis dos hijas encuentren una profesión que les haga tan felices como a mí la mía”.
“Conocí a la ‘top’ Gigi Hadid tras los desfiles en París. Fui a verla a su hotel con algunas muestras… y así empezó todo. Hemos hecho ya dos colecciones juntas”
Los antiguos griegos llamaban a los diamantes “invencibles” y así es como debe sentirse Valérie cuando está con sus adoradas gemas.