val rie massika mansi n normand a© CÉSAR VILLORIA

Valérie Messika: la reina de los diamantes, nos abre las puertas de su fabulosa mansión del siglo XIX, en Normandía

Heredó la pasión de su padre y sus diseños han conquistado a estrellas como Beyoncé, Selena Gómez, Charlize Theron, Rihanna, Kate Winslet y Zoë Kravitz


20 de enero de 2021 - 8:00 CET

 Valérie Messika  creció rodeada de diamantes —¡literalmente!—. Su padre, André Messika, era —y es— uno de los diamond dealer más importantes del mundo. Su trabajo consiste en  conseguir los mejores diamantes  para sus grandes clientes. Así que toda su vida, desde que tiene recuerdo, Valérie se ha visto rodeada de esas increíbles piedras brillantes. No jugaba con muñecas, no: lo hacía con diamantes.

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© CÉSAR VILLORIA

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Arriba un primer plano de la empresaria y diseñadora de joyas. Sobre estas líneas un detalle de la fachada de la casa.

“Sí —exclama Valérie, y una gran sonrisa ilumina su cara—, crecí con ellos, pero no fue hasta que tuve más o menos diez años que empecé a estudiarlos. Como un juego. Mi padre me guio a descubrir las inclusiones, los defectos, el brillo… Y al tiempo se creaba entre nosotros dos una relación emocional muy profunda y un amor por los diamantes que es una maravillosa obsesión”.

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Valérie Messika; su marido, Jean-Baptiste Sassine, y sus dos hijas, Romane y Noa, dan un divertido paseo en ‘quad’ frente a la fachada principal de la casa, en la que pasaron el confinamiento.

También le proporcionó libertad. El diamante es una piedra preciosa muy muy especial y, a veces, los creadores no se atreven a utilizarla en sus diseños porque “impone”. “Ese miedo coarta la creatividad, pero como yo no lo tenía y —para bien o para mal— nací con una capacidad de creación muy grande, empecé a imaginar cómo sería manejar el diamante hasta conseguir un casi total contacto con la piel, como si fuera un tatuaje. Y otras ideas como esa que imita a la goma con la que recojo mi pelo, usándolos en una especie de pulsera elástica. Es decir, tratar de ser imaginativa y escaparse de lo tradicional”.

“Mi padre, André Messika, es uno de los ‘diamond dealers’ más importantes del mundo. Yo no jugaba con muñecas, lo hacía con diamantes, y desde los diez años comencé a aprender con él. Son ‘mis amigos’”
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Valérie, cuya empresa tiene más de treinta ‘boutiques’ en diferentes países, posa en un columpio de la propiedad. Arriba, una vista aérea de la mansión, que está rodeada por una extensión de terreno de 15 hectáreas pobladas de árboles centenarios.

Todas esas ideas empezaron a bullir en su mente mientras estudiaba Marketing y Comunicación, porque, aunque no necesitaba aprender de gemas, sí debía saber cómo venderlas. Y, un buen día, su padre le preguntó: “¿Qué opinas de cómo está el mercado?”. “Bueno —le dije—, están las grandes marcas consagradas —cosa que él ya sabía—, que tienen más de cien años y son una venerable maravillosa institución de lujo, y luego esas marcas pequeñas que venden diamantes de baja calidad como si fueran gominolas, pero ¿sabes qué? Yo creo que hay un espacio intermedio que tiene muchas posibilidades”.

“La casa tiene unos setecientos metros en tres pisos, pertenecía a mi padre y yo se la compré. Es el lugar perfecto para nosotros porque solo está a una hora de París”

Durante siglos, los diamantes mostraban la riqueza, el poder de quienes los poseían. Se lucían para mostrarlo. Con el paso del tiempo, esas mismas joyas languidecían en las cajas fuertes de los bancos y solo salían en ocasiones especiales. Valérie tenía otra idea: “A una mujer le gusta ser femenina y llevar un diamante debería de ser como ponerse perfume. Solo que algo más caro, sí, pero accesible. Como un bolso, quizá. Yo no pienso que tengamos que esperar a que nos regalen un diamante, podemos comprarlo nosotras mismas, y si tiene un precio razonable, llevarlo todos los días, como el perfume. Y cambiar según la moda y añadirle complementos y otros diseños. Divertirte con ellos”, cuenta.

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Uno de los dos salones de la planta baja, con una mesa de los años sesenta.

En fin, que, hace ahora unos quince años, Valérie montó su propia empresa y, desde entonces, no ha parado de crecer. Con famosísimas clientas y algunas embajadoras de prestigio que también colaboran con ella.  Gigi Hadid y Kate Moss se han unido a su universo: “Con Gigi lo intenté varias veces hasta que, por fin, coincidiendo con los desfiles en París, dijo que quería conocerme. Cinco minutos me dijeron sus agentes. Fui a verla al hotel con mis muestras y nos olvidamos de los cinco minutos…”. “¡Qué bonito! Me gusta. Esta pieza es como un tatuaje”, decía señalando: “¡Es fabulosa!”. Total, que ya vamos por la segunda colaboración y estoy encantada porque es joven y creativa y es total fashion por su trabajo y por su estilo”.

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Arriba, el salón principal. El suelo en forma de damero en blanco y negro es el original de la mansión y los sofás de cuero club color avellana son de los años treinta. A la derecha, Valérie posa frente a uno de los grandes ventanales.

Sí, Messika gusta mucho a clientes jóvenes, entre dieciocho y veinte años. Es totalmente inusual en joyería y se debe a Valérie, que entiende de moda, sigue las tendencias y adapta sus piezas a ellas. “También tenemos una alta gama. Por ejemplo, la que protagoniza Kate Moss. Otra mujer que me encanta. Posee unas piezas antiguas fabulosas. “Mira”, decía mientras abría la caja donde las guarda y yo abría los ojos embelesada. Y con esa inspiración creamos esta última colección, a la que hemos añadido esmeraldas”.

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La cocina, en blanco y negro, desde la que se accede a un huerto donde cultivan sus propias hortalizas y verduras y crían pollos y otros animales domésticos. El comedor tiene una mesa diseñada a medida, que lo mismo sirve para el desayuno que para una comida campestre con la familia y amigos. La vajilla es de Bruno Evrard, colección ‘PILA’; la cubertería es de Bloomingville, y la cristalería de LSA International, colección ‘Edge’. Y, abajo, una montura y las botas de montar a caballo, un deporte que practican todos.

Aunque Valérie es la imagen y la creadora, lo cierto es que se trata de una empresa familiar. Su mejor amiga, su primo y su esposo, Jean-Baptiste Sassine, están con ella. “Efectivamente, pero cada uno tiene su función. Jean-Baptiste Sassine es el presidente. Mi marido. El padre de mis hijas. Nos conocimos hace veinte años, cuando los dos éramos “aprendices”. Él compraba brillantes y yo diseñaba. Trabajamos muy bien juntos porque JB tiene unas buenísimas cualidades que yo no tengo, y a la inversa. Me siento mucho más fuerte a su lado y a él le pasa lo mismo. Creo también que es bueno para las niñas ver a sus padres trabajar intensamente de una forma tan armónica”.

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La diseñadora en uno de los senderos de su propiedad. Arriba, una imagen del matrimonio.

Jean-Baptiste y Valérie tienen dos hijas, las cuales quieren que crezcan fuertes e independientes como mujeres y a quienes han puesto nombres que no tienen género: Romane y Noa.

“Son estupendas, inteligentes, educadas y se llevan muy bien entre ellas. Como tenemos más de treinta “boutiques”, en diferentes países, nos encanta llevarlas con nosotros para que se enriquezcan con otras culturas. Primero trabajamos y luego nos divertimos con ellas. Aunque casi no llamaría trabajo a lo que hago. Me gustan tanto los diamantes que me levanto cada mañana deseando empezar el día y llenarlo de recuerdos y nuevas experiencias creativas. Es una pasión y deseo que mis dos hijas encuentren una profesión que les haga tan felices como a mí la mía”.

“Conocí a la ‘top’ Gigi Hadid tras los desfiles en París. Fui a verla a su hotel con algunas muestras… y así empezó todo. Hemos hecho ya dos colecciones juntas”

Los antiguos griegos llamaban a los diamantes “invencibles” y así es como debe sentirse Valérie cuando está con sus adoradas gemas.

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El dormitorio principal, con la cama lacada en negro. Al fondo, un retrato de Sophie Reulet del escultor francés César Baldaccini. En la pared de la izquierda, una foto de su amiga, musa y colaboradora, Kate Moss.

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El baño principal, con cestos de paja traídos de sus múltiples viajes. La lámpara del techo es de Sophie Reulet y está hecha con ramas de los bosques de la propiedad y luces, y las velas son de la colección que Valérie ha diseñado para su marca.

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Una habitación de invitados, con espejo de principios de siglo XX, recubierto de pan de oro, y una silla de ratán de los setenta.

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Valérie y Jean-Baptiste posan en la ventana del dormitorio, en el segundo piso.

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El cine, que se encuentra en la tercera planta, está decorado con recuerdos de viajes a países cálidos, en forma de sombreros y cestas de paja. Tiene un sofá XXL para albergar a toda la familia y el techo con vigas vistas de madera.

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El dormitorio de sus hijas, Romane y Noa.

© Hola

TextoVictoria de Alcahud
FotosCésar Villoria
MaquillajeJolanta Cedro
PeluqueríaDavid Esteves
JoyasMessika Paris
Fotografía 1. ValérieTraje blanco con raya diplomática de ‘strass’ y camiseta blanca de Alexandre Vauthier, sandalias de IRO. Jean-Baptiste: Traje de Dries Van Noten, jersey de Lanvin y botas de Ferragamo
Fotografía 2. Vestido de Alaïa.
Fotografía 5. Vestido de seda y botas plateadas de Andrew GN.
Fotografía 9. Vestido de terciopelo burdeos, cinturón ancho de potro estampado leopardo y sandalias de ante negro. Todo de Alaïa.
Fotografía 10. Valériemono de seda de Alexandre Vauthier. Jean-Baptiste: jersey de Lanvin, pantalón de Dries Van Noten.
Fotografía 17. Vestido de esmoquin abullonado de Paule KA.
Fotografía 20. ValérieJersey y pantalón de cuero IRO. Jean-Baptiste: jersey de Maison Kitsune y pantalón de Dries Van Noten.