Decía Verner Panton que uno se siente más cómodo en un color que le gusta. Y esta es, quizás, la regla que hay que mantener a la hora de elegir el de las paredes del dormitorio. Sabemos que los claros son más serenos y que los intensos pueden, además de despertar nuestra imaginación, excitarnos y hacernos no pegar ojo. Pero todo es tan relativo, que si uno se identifica o se siente a gusto con el negro (Zaha Hadid diseñó varias habitaciones de ese color en el Hotel Puerta de América de Madrid), la norma puede pasar a un segundo plano.
1. Azul oscuro
En claro se le identifica con el sueño, ya que nos lleva al cielo y al mar y nos mece entre sus olas. En esta tonalidad vibrante e, incluso, algo eléctrica supone una verdadera inyección de energía y vitalidad. Combinado con las deliciosas cortinas de Harlequin (en Pepe Peñalver) crea un conjunto vitaminado y atrevido. Eso sí, precisa luz natural.