Las segundas residencias siempre han sido los ‘patitos feos’ de la decoración, ya que en ellas se llevaba todo lo sobrante de otros pisos, regalos que no podrían lucir en la vivienda principal o piezas básicas ‘low cost’. Actualmente, debido a la proliferación de las urbanizaciones en la ciudad, con jardines, piscina y zona deportiva, no son solo la casa de fin de semana sino el refugio donde descansar del frenético ritmo diario. Además, muchas personas se han trasladado al campo buscando un estilo de vida saludable. Estos cambios implican dar una vuelta a la decoración para hacerla más cómoda y crear una distribución más funcional, que la transformen en un hogar del siglo XXI, sin perder su esencia original.
‘Sweet home’
Para ayudarnos a imprimir un nuevo aire más ‘chic’ y fresco, la interiorista Asun Antón nos traza un plan perfecto de acción. La clave está en lograr que la chimenea parezca siempre encendida, para que el ambiente sea lo más cálido y hogareño posible.
Reforma con respeto
“Antes de nada, hay que comprobar techos, suelos y paredes, ya que muchas veces hay auténticas joyas escondidas, como bóvedas y pavimentos originales preciosos. También es importante revisar las ventanas. Recuperar las de madera antigua y las que no son nobles, pintarlas de un color que coordine con el resto de la casa. Para potenciar aún más esa sensación de auténtico, una buena idea es conservar, si la tiene, esa pared de piedra, ladrillo o madera y dejarla a la vista de todos. Mientras que si hay que pintar, mejor a la cal”, señala la interiorista de Coton et Bois (cotonetbois.com).
Alrededor del fuego
La cocina, como ocurría antes, debe ser el centro del hogar, el lugar donde se organiza la vida familiar y social. Abierta, amplia y con luz, debe hacerse más funcional y cómoda, con electrodomésticos modernos, que te hagan la vida más fácil, pero que, a ser posible, no interfieran en el espíritu campestre original.
Poner al día una casa de campo no significa actualizarla, sino recuperarla y aprovechar para hacerla más cómoda. “Debe ser ese lugar en el que te sientas a gusto y bien. Por eso, debe recogerte, no rechazarte con sus incomodidades, su oscuridad y su frialdad. Tiene que ser una vivienda para descansar, con una buena chimenea, donde puedas refugiarte de la vorágine del día a día”, apunta Asun Antón.
Muebles y materiales idóneos
Respecto al mobiliario es el momento de dar un repaso a lo que tienes y deshacerte de todo lo innecesario o que nunca debió ir a parar allí. “Es mejor no abarrotarla de muebles, mejor pocas piezas de antes, con ese espíritu rústico. Si quieres dar un golpe de efecto, puedes incluir algún elemento actual rompedor, que le dé un punto personal y atrevido”, afirma la interiorista.
A la hora de elegir los colores, puedes apostar por tonos tierra o colores intensos, pero “yo me inclino más por los neutros y claros, que potencian la luz natural. Al mismo tiempo, es importante iluminar bien, recuperando el proyecto original e incrementando la calidez”. Mientras que los materiales deben ser muy naturales, nada artificial: madera, piedras, fibras... “No me imagino una casa de campo con materiales de última generación porque en el fondo no se trata de actualizarla sino de adecuarla a los tiempos modernos, pero manteniendo su espíritu vivo”, apostilla Antón.