Vivir en la ciudad, pero con la paz y el encanto que tiene una casa en el campo es un sueño para los que quieren estar cerca de todo (museos, centros comerciales, cines, restaurantes de moda…) y tener una vida social y cultural activa, pero sin renunciar al placer de un desayuno de domingo en el jardín o de un paseo campestre después de comer.
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Convivencia bien avenida
Por eso, esta casa a las afueras de Madrid (tan cerca de la urbe como un corto viaje en metro ligero) es todo un ejemplo de que se puede disfrutar de una vivienda en la ciudad con espíritu campestre o de una morada en el campo con alma urbana. El estudio Ábaton, con la arquitecta Camino Alonso al frente, ha sido la encargada de dar forma a este proyecto. Un proyecto que, siguiendo la filosofía del estudio, está pensado y diseñado para sus habitantes, nunca pierde de vista el entorno y encuentra en la belleza más práctica su razón de ser.
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Integrada en la naturaleza
Después de unos años en París, la propietaria se trasladó a vivir a España. Para fijar su residencia, decidió buscar un lugar cerca de Madrid, donde se mantuviese la sensación de estar en el campo. Y este terreno en Pozuelo de Alarcón, situado junto a un bosque, cerca del pueblo y donde los niños pueden ir andando al cole lograba hacer realidad sus sueños. Bueno, el proyecto de Ábaton tuvo mucho que ver en ellos. Para lograrlo “se abrió la casa al sur, para potenciar la luminosidad de los espacios, pero de tal forma que permitiese disfrutar las vistas al bosque de la fachada opuesta, desde todas las estancias”, señalan desde el estudio. De esta manera, el exterior se convierte en uno más, logrando no solo que el jardín y la pequeña piscina entren en el interior sino también el bosque colindante.
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Arquitectura sin complejos
La vivienda se proyectó en dos volúmenes, unidos entre sí por un módulo diferenciado, que los comunica y que permite en un futuro “cuando los propietarios ya no necesiten una casa tan grande, dividirse en dos residencias independientes”. Una solución novedosa y tremendamente ingeniosa, capaz de ir evolucionando con las nuevas necesidades y situaciones de sus moradores. Además, otro de los signos distintivos de este proyecto fue su cubierta a dos aguas (una estructura de techo clásico), que intenta recuperar el icono de casa tradicional, que te envuelve y acoge y que estéticamente te abre un mundo de posibilidades, permitiéndote jugar, por ejemplo, con espacios a doble altura, como ocurre en el salón y el comedor.
Una ‘deco’ a medida
En esta vivienda se logra que convivan en armonía y en paz lo clásico y lo moderno, en una arquitectura bella y funcional, con vistas al exterior. Para reforzar esta atmósfera se jugó con una distribución cómoda y a la medida, una decoración en tonos neutros, con sutiles pinceladas de color que aportan calidez y vitalidad y piezas especiales y confortables, que no olvidan la belleza de la funcionalidad.
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Los detalles y accesorios (muchos de ellos con un toque étnico); la madera de los suelos, los muebles y los techos; las alfombras y la iluminación ponen el broche perfecto a esta casa de ciudad con espíritu campestre. ¿O era al revés?