Una casa es parte esencial de la vida. En ella se disfrutan algunos de los momentos más importantes y señalados (cumpleaños, fiestas familiares…), pero también otros –más pequeños, pero con el mismo poder–, como ver una película los domingos, las charlas en la cocina, los deberes en la mesa del comedor… Si en verano sacamos los trastos fuera, ahora, cuando las temperaturas bajan, vivimos de puertas para adentro.
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Mi casa, mi tesoro
Esto es lo que implica el término ‘hygge’, un concepto que viene de Dinamarca y que transforma tu hogar en el mejor lugar del mundo. Un sitio en el que soñar, descansar y disfrutar, mientras ves la nieve caer desde tu mullida y confortable cama. Esta forma de vida aparca las prisas y el estrés y entra en la dimensión de la tranquilidad y de saborear –y no necesariamente en el sentido figurado– de pequeños placeres, como remolonear el sábado por la mañana, desayunar leyendo un libro, preparar un plato especial…
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Tardes de sofá y manta
En esta época del año, nos volvemos irremediablemente más caseros. Por pereza o por cansancio, cuando llega el fin de semana, o incluso por las tardes después del trabajo, la casa se convierte en uno de nuestros lugares preferidos. Solo o en compañía de amigos, antes de nada debes preparar el escenario perfecto. Evidentemente tiene que hacer calor, no se puede preparar un espacio confortable si la temperatura te impide quitarte el jersey de lana. Además, hay pocas escenas tan evocadoras y embrujadoras, como la que recrea una chimenea. Si no dispones de ella, sube los grados de tus radiadores con una iluminación adecuada, una suave manta y la luz mágica de las velas. Lo importante es crear la atmósfera soñada o que te permita soñar.
Pinceladas invernales
El color, tanto de las paredes como del mobiliario y las telas, es actor protagonista durante el invierno. Mostazas, calderos, verdes y tierras aportan pinceladas de calidez. Si lo tuyo es el blanco, tampoco es un problema, ya que los complementos y las telas te ayudarán a ‘vestirlo’ para esta época del año. Los materiales naturales, desde la madera hasta el algodón, poseen la capacidad de crear sensación de hogar con su sola presencia. Alfombras, pavimentos de madera, mantas de lana o de piel, tapicerías de terciopelo… Van dando forma y vida a los espacios, llenando de calidez y encanto cada rincón de la casa. Con ellos, cada estancia se convierte en un refugio perfecto. Desde el recibidor y el salón hasta la cocina, pasando por el dormitorio o el cuarto de baño.
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Ayudantes infalibles
Si los materiales dan la pauta, determinadas piezas o elementos que otorgan el broche final perfecto. Esa butaca en un rincón, una alfombra a los pies de la cama, una lámpara que crea sombras y luces en un ambiente, una planta que nos conecta con la naturaleza, una cesta con leños…
De la misma manera, no se puede ser feliz en casa sin rodearnos de las cosas que nos gustan. Desde libros –grandes aliados de la felicidad– hasta un adorno que te acompaña siempre o una manta que tejió tu abuela y con la que te sientes protegida. La lista es interminable.