Si pensabas que tras las Navidades íbamos a guardar este color en el armario hasta el próximo San Valentín, estabas equivocada. El rojo tiene cuerda para rato y viene dispuesto a conquistar las estancias desde el primer día del año.
Vestido para triunfar
Lleno de simbolismo, refleja emociones y sentimientos, nos habla de amor, pero también de odio, deseo, fuerza o vida. Esta temporada se engalana en sus distintas gamas (granada, bermellón, rubí, fresa…), para mostrar una versión adaptada a cada situación y ambiente. El rojo perfecto existe, búscalo en esta selección de imágenes.
‘The House in Red’
Si en la belleza es un aliado para lograr un ‘look’ espectacular, en la casa, también se convierte en una poderosa herramienta de la decoración, demostrando que por algo es el color de moda. No hay estancia que se le resista y se mueve igual de cómodo en el dormitorio que en el salón o la cocina. Lo encontramos en la pared, en grandes piezas y en detalles y telas. Se adapta a diferentes materiales (desde terciopelo hasta cuero) y en todos es capaz de lucir su mejor versión, aunque hoy preferimos los mate. Sólo hay un requisito para vestir de rojo tu vivienda, tienes que ‘aparcar’ tu versión más natural y ‘boho’ y apostar por una pizca de atrevimiento y locura. Si eres una ‘Woman in Red’, no lo dudes y tiñe tus interiores en rojo; mientras que si te gusta, pero tampoco es el tono de tus sueños, aplica suaves toques en los detalles y las telas. Piensa que las tonalidades más suaves y llamativas están indicadas para dar ’color’; mientras que las profundas son cálidas y acogedoras.
Bajo su poder
Pero no te equivoques, el rojo impone sus propias normas. No es un color fácil. Poderoso y enigmático, estimula y ofrece una inyección de fortaleza y vitalidad. Tremendamente fuerte, puede apoderarse de las estancias, rompiendo la armonía y sometiendo el resto de elementos a su magia. Como tiende a convertirse en protagonista absoluto, la clave está rodearlo de buena luz natural –y artificial, también– y dejarlo ‘respirar’ y campar a sus anchas por los espacios, sin limitaciones visuales o espaciales. Piérdele el miedo, pero úsalo con moderación, controlando cada pincelada roja y siendo capaz de equilibrar y buscar la armonía con el resto de piezas.
Buena compañía
El blanco es su ‘partenaire’ ideal, ya que ayuda a rebajar su intensidad y a conseguir un espacio más fresco, menos abrumador. También armoniza con tonos oscuros, como verdes y marrones, con la gama de los grises (con los que logra un punto de sofisticación) y con la paleta de los neutros, como beis y tostado, donde imprime un toque hogareño, muy cálido.
Adora las maderas claras y decapadas, logrando un aire más ligero. Y, desde luego, no podemos olvidar la buena pareja que hace con el negro. Es uno de los binomios más efectivos y con mayor personalidad en las estancias.