Entendámoslo como la capacidad de aunar funcionalidad y clase, esa misma que te hace desterrar los tacones altísimos si no puedes caminar con ellos o que ha posicionado a las francesas, y más concretamente a las parisinas, como iconos de estilo. Y no hablamos únicamente de moda, sino también de decoración o literatura. Sólo hay que pensar en el millón de ejemplares que lleva vendidos La parisina, la guía de estilo de Inès de la Fressange con consejos de moda, belleza y decoración.
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Bellas en esencia
El charme francés exhala un atractivo natural, que te hechiza al instante –muchas veces sin saber el motivo– y que se logra con una mezcla de sastrería clásica y piezas de tendencia, apetecibles y singulares. Este ‘traje impecable’ se materializa en altos techos y volúmenes amplios, conectados entre sí.
Simbiosis con el espacio
“No se puede pensar en casas francesas, sin imaginar viviendas señoriales y antiguas, bellas en su esencia. El estilo clásico francés se caracteriza por ser rico en molduras y techos con frisos”, señalan desde la Escuela Madrileña de Decoración (esmadeco.com). Otro aliado de este estilo es el pavimento. Dado que no podemos elevar la altura de los techos, juguemos con las molduras y el pavimento. Los suelos cobran elegancia a través de la madera en forma de espiga y cuarterones en salones y dormitorios. En las zonas húmedas, como el baño o la cocina, puedes decantarte por mármoles o por la versión más actualizada de baldosa hidráulica.
Las lámparas, el objeto más amado
En este ambiente lleno de fuerza visual, no podemos olvidarnos de la lámparas. Luz que ilumina, que da calidez, que personaliza y crea atmósferas sugerentes. Sin la luz no existe nada, decía Inès de la Fressange, en una entrevista. “Los techos altos nos dan juego para utilizar lámparas importantes suspendidas y lámparas de araña. También podemos jugar con apliques de pared y candelabros”, señalan desde la Escuela Madrileña de Decoración.
Aderezos decorativos
De este estilo contemporáneo, que no niega el pasado ni la cultura, puede decirse que es tradicional, pero sin convenciones; curioso, pero sin prejuicios ni miedos. Por eso, encuentra en la mezcla su capacidad para enamorar. “En una versión más revisitada del estilo francés, apostamos por mezclar piezas modernas de diseño con iconos clásicos como sillas Luis XVI, divanes o vitrinas” cuentan desde la Escuela Madrileña de Decoración. ¿Dónde empieza lo frívolo y empieza lo serio? No se sabe y ni siquiera importa. Por eso, pueden convivir una obra de arte con un sofá de un mercadillo o un objeto ‘low cost’. Todo vale si se logra una fusión perfecta.
Pero no se trata de reformar la casa de arriba abajo, sino de darle un toque personal, respetando la esencia del lugar, su historia y su carisma. Y ahí es donde entra en juego el estilismo, como toque final. No podemos olvidar el arte floral, los textiles trabajados, pasamanerías, las vajillas y las obras de arte, prestando especial atención a los cuadros retrato y de estilo familiar.