Una casa del siglo XXI con sabor 'vintage'
Original, elegante, bella... Esta vivienda, que mira al Tibidabo, aúna las comodidades de las construcciones modernas con la esencia y el encanto del pasado.
¿Se puede adaptar un espacio a los nuevos tiempos respetando, al mismo tiempo, la esencia y la historia de un lugar? ¡Sin duda! Sólo hay que contemplar la transformación de esta casa que han realizado Co Govers y María Matamala, de Zest Architecture.
Aires de los 50
Diseñada en los años 50 por el escultor e interiorista Enric Clusellas, el interior era una muestra de riqueza y creatividad a partes iguales, con acabados originales, como paredes de madera; huecos y pequeños armarios escondidos; colores vivos… Sólo tenía un pero, el mal estado en el que se encontraba. Sin embargo, esto no desanimó a los propietarios, incluso se puede decir que fue amor a primera vista. Las premisas que les dieron al estudio de arquitectura fue realizar una rehabilitación completa y convertirla en una casa cómoda y del siglo XXI, pero sin perder en el camino su encanto e historia.
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Confort y eficiencia
Con unas vistas inmejorables de Barcelona, desde donde se contempla el Tibidabo, esta vivienda con 355 metros cuadrados, distribuidos en cuatro plantas y un amplio jardín, suponía un verdadero diamante en bruto, para Zest Architecture. Se trataba de crear una casa con las ventajas y las comodidades de hoy, entre las que se incluyen la eficiencia y el confort, respetando, al mismo tiempo, su esencia. Por ese motivo, el primer paso fue conseguir una etiqueta de consumo energético A+, para lo que se aplicó un aislamiento exterior de la fachada, se cambiaron todas las ventanas y las instalaciones y se abrieron nuevos ventanales. Además, se instaló un sistema de geotermia, para calefacción y ACS, y un sistema eléctrico domótico, para la iluminación y protección solar.
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Distribuciones estratégicas
En la planta superior –antes el taller del artista–, se creó, más que un dormitorio espectacular (que lo es), un refugio que permite a los dueños la posibilidad de ‘aislarse’ y ‘escapar’, cuando la casa está llena de invitados o de amigos de los niños. Se diseño un gran espacio, con tres zonas: vestidor, salón (con bañera exenta) y dormitorio. Además, de un baño independiente, para dos, con doble ducha y lavamanos.
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“Aprovechando unas separaciones se estableció una distribución estratégica. Así, desde la cama ves la chimenea y el exterior, pero no la bañera ni el vestidor. Mientras que desde la bañera se puede hablar con la persona que está en el salón”, explican desde Zest Architecture. Al lado del dormitorio se ideó un ‘home office’, con un mirador excepcional, que potencia las vistas sobre la ciudad. En la planta intermedia, por su parte, se crearon cuatro habitaciones, dos baños y una zona de lavado.
Atrevimiento creativo
En este deseo de crear un interior original y creativo, sin perder ese toque original de los años 50, la elección de los materiales y la gama de color fueron esenciales. “En el salón, las paredes en gris oscuro son el fondo perfecto para las obras de arte de los propietarios. Mientras que el suelo de roble en espiga, aporta elegancia y calidez. El mobiliario mezcla piezas ‘vintage’ con otras de diseño, de Vitra o Tom Dixon”, matizan.
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Mientras que la cocina posee un toque ‘fun’, gracias a la madera de polisandro. Originalmente era roja, lo que animó a las arquitectas a apostar por la madera. Además, se diseñó en un plano horizontal, con módulos bajos y un estante a medida, para lucir todos los objetos ‘bonitos’, lo que además de optimizar el espacio, resulta tremendamente elegante.