En el territorio del color, cuatro gamas definen los espacios en este momento: el universo minimalista, con los neutros a la cabeza; los naturales, inspirados en la tierra; los pasteles y empolvados; y el colorido vibrante con tonalidades intensas. A su lado, los muebles y objetos se convierten en secundarios de lujo. La decoración que nos rodea es también clave en la elección del color, ya que ayudará a crear atmósferas equilibradas y armónicas o al revés, resaltando o atenuando las tonalidades de las paredes.
La nueva imagen de los neutros
Propician atmósferas relajadas y tranquilas, que buscan la simplicidad y la tranquilidad. Confortables y depuradas, lo suyo tiene que ver más con el minimalismo visual bien entendido. Se trata de una paleta cromática ideal para el salón, aunque no tiene vetada ninguna estancia de la casa, ya que permite un sinfín de combinaciones. Lo ideal es apostar por los tonos claros y dar el toque de color con los complementos (las telas, por ejemplo) o destacar una pared en una tonalidad más oscura de la gama, para aportar personalidad al espacio.
“La nueva paleta de tonos neutros viene cargada de color. Los clásicos grises y beiges, ahora abarcan un abanico mucho más amplio. Son grises bañados en azules, morados, aguamarinas, tierras”, cuenta Bruguer.
Cuando lo natural se apodera de la casa...
Se configuran atmósferas cálidas y confortables, que reflejan la luz natural, recreando un bello juego de luces y sombras. Además, poseen la ventaja de combinar con todo tipo de estilos, desde los más clásicos a los más actuales o rústicos, permitiendo la incorporación de piezas de estilos distintos en un mismo ambiente. A su lado, la madera y el diseño natural encuentran un aliado en las paredes.
Ocres, naranjas, tierras… Su universo es muy amplio y está lleno de matices. “En Bruguer hemos nombrado al naranja cobrizo nuestro color. Llena de luz y alegría nuestras paredes, combinadas con tonos neutros. Este dúo (neutro-naranja) se integra a la perfección con los cobrizos, dorados y plateados, que han entrado con fuerza en la decoración”.
Tonos pasteles: emociones a flor de piel
De aspecto natural, nos introducen en un mundo de sensaciones y emociones. Suaves, cálidos, llenos de encanto y frescura tienen la virtud de ser relajantes e intimistas. Nos gustan en todas las estancias porque en cada una de ellas aportan un toque distinto. Los muebles decapados, la maderas y los tejidos frescos y naturales son buenos acompañantes.
La hora de los vibrantes
Atrevidos, impactantes y alegres. Es la hora del color en su máxima expresión. Azules, verdes, rosas, violetas, amarillos… El único requisito es la intensidad, deben ser tonalidades vibrantes.
Si no te atreves a usarlos para todo el espacio, resérvalos para destacar una única pared y realzar una zona (como la del cabecero) o un elemento arquitectónico (como la chimenea); dar protagonismo a una pared (como la del sofá) o delimitar un espacio dentro de una habitación.
Antes de decidir la tonalidad, debes fijarte en la luz (natural y artificial) de la estancia, para potenciar la luminosidad y la amplitud visual, y en el mobiliario existente, para crear conjuntos armónicos. Y ante la duda… Sigue la máxima que establece que el color predominante (60%) debe ser el claro.