Si algo caracteriza de manera especial a este estilo es la elegancia atemporal. Al margen de modas y de tendencias, el look clásico se mantiene inalterable al paso del tiempo. Siempre resulta igual de atractivo y personal y es capaz de adaptarse a la personalidad del morador de la casa. Inspirado en estilos de época como el Luis XV o el de María Antonieta, la clave de su éxito está en equilibrar la fuerza visual de todos sus componentes.
Huye del minimalismo
Está en las antípodas de él. Se trata de ambientes recargados de piezas, de telas y de complementos. Son atmósferas ricas y poderosas y en cierta medida pomposas y exageradas. Por este motivo, necesita para poder realizarse al completo una gran cantidad de metros. Las estancias deben ser amplias y contar con una buena iluminación, inspiradora e idónea. Su contemplación es un placer visual, que puede gustar o no, pero que siempre te transmite alguna sensación. Actualmente, se depura y se mezcla con diseños contemporáneos, que, sin perder su esencia, resultan más fáciles de integrar en las casas actuales.
Busca el equilibrio
Demasiado poderosas, debes buscar el equilibrio entre el espacio y los distintos elementos. Al sobrecargar un ambiente, eliminas su personalidad, cayendo en la ostentación sin sentido. Crea atmósferas en armonía, donde todo parezca responder a una razón. Busca la simetría. Coloca dos candelabros a cada lado de la mesa, dos silloncitos bajo una ventana… Te ayudará a equilibrar, en caso de duda.
Colores que acompañan
Los neutros son, sin duda, los mejores aliados para recrear atmósferas clásicas. Blancos, beiges, cremas o tostados son los más usados. Estas tonalidades son el marco perfecto para los muebles típicos de este estilo, muy pesados visualmente, contribuyendo a equilibrar las estancias.
Las claves del mobiliario
Son parte esencial para recrear este look, ya que poseen un gran protagonismo. Piezas de grandes dimensiones, que siguen distintas tendencias decorativas. Así, encontramos francesas de estilo Luis XV, curvas y ornamentadas; o inglesas con molduras y “S” infinitas; o cuadradas y rectangulares, para los respaldos de las sillas o los sofás; o con reminiscencias del Art Decó. Muebles cálidos e impactantes, en madera de roble o caoba, que se mezclan con detalles en bronce o metálicos.
Sillones orejeros, el clásico chéster, sillas y mesas con patas torneadas son algunas de sus señas de identidad.
Elementos imprescindibles
Hay elementos que son imprescindibles a la hora de reproducir este estilo. Son complementos que ponen esa nota de lujo y contribuyen a ensalzar los ambientes. Desde un aparador de madera, una pieza esencial en el comedor, que ofrece gran capacidad de almacenaje pero con una envoltura llena de elegancia; pasando por un gran espejo, capaz de adornar cualquier estancia (dormitorio, comedor, salón…); hasta los candelabros más personales en sus distintas versiones, bien sobre la mesa, bien en la lámpara de techo.
Sin olvidar, la introducción de alguna obra de arte o de una antigüedad, para reforzar ese espíritu del lujo bien entendido.
Telas: riqueza visual
Ricas, poderosas, con textura, de gran caída y fuerza. Son telas “pesadas” que enriquecen las estancias, llenándolas de reminiscencias clásicas. En cortinas o en tapizados, los tejidos hablan por sí mismos. Un universo de adamascados, cretonas, terciopelos… Donde los estampados juegan con las inspiraciones antiguas. Ellos son, sin duda, el broche perfecto para recrear este look.
Para darles un toque personal, apuesta por la mezcla equilibrada de texturas y estampados. En ocasiones, la riqueza del tejido hace innecesario apostar por motivos llamativos.