Pon la mirada hacia fuera y organiza tu mobiliario de cara a las ventanas. Una habitación con vistas, incluso las que no dan directamente a un jardín, son una forma de “vivir” el exterior. Elimina fronteras, abre las ventanas y coloca un rincón de lectura o convierte tu salón en el de verano, dando prioridad a los grandes ventanales. La mirada y la distribución siempre hacia el exterior.
Si hay un color 'fresco', por definición, ese es el blanco. Ligero visualmente, multiplica la luz natural, ya que la refleja, y aporta grandes dosis de calidez. En las paredes es el perfecto comodín para el resto de la decoración. Admite todos los estilos decorativos y no tiene miedo al contraste con las maderas oscuras o los grandes estampados.
En el mobiliario es el aliado perfecto cuando se trata de estancias llenas de cosas, ya que poseen mucho menos peso visual. Sin olvidar que son un gran aliado en estancias de pocos metros. Si las formas puras y rectas crean ambientes más desahogados; las redondeadas tienen mucho más protagonismo. Al lado del blanco, los tonos neutros, como el gris, y los naturales, como el crudo, tienen un lugar privilegiado, al crear sensación de amplitud, frescura y luminosidad.
Los suelos también importan. Es el momento de guardar la alfombra de invierno y desnudar tus pavimentos. Si te gustan los suelos de madera, apuesta por las maderas claras (haya o abedul, por ejemplo). Los cerámicos y los de mármol son otras dos buenas opciones. Los primeros te permiten jugar con los diseños y los colores, y respecto a los segundos, hay pocos suelos tan fresquitos como estos.
Si a pesar de todo, no estás dispuesta a renunciar a las alfombras, apuesta por las de fibras vegetales (sisal, yute, coco, algas…)o por las de materiales sintéticos, como el PVC, ya que crean una pisada cómoda y son mucho más frescas. Y a pesar de lo que te pueda parecer, las de lana, pelo corto eso sí, tampoco dan calor, al tratarse de un material termorregulador.
Otra manera de preparar tu casa para el buen tiempo es renovando las telas. Cortinas y ropa de cama nos 'abrigan' en invierno y aportan calidez. Por eso, ahora deben no sólo dar sensación de fresquitas sino serlo. El lino y el algodón son los más aconsejables para esta época. Descuelga las pesadas cortinas invernales y apuesta por telas vaporosas, visillos que parecen no existir o con los que puedes jugar y apartar cuando quieres que la luz lo inunde todo. No olvides que si las eliges con mezcla de poliéster se arrugarán menos, algo muy práctico para las cortinas o las colchas. Y para las más calurosas, hay tejidos térmicos para cortinas, que reflejan los rayos solares hacia el exterior, protegiéndonos del calor, que son capaces de rebajar la temperatura hasta 7ºC.
Los muebles son, en parte, culpables de que tu casa sea muy calurosa. ¿Quién no tiene calor cuando piensa en muebles de caoba y en sofás de terciopelo? Los de maderas claras o pintados de blanco y las fibras naturales, como el bambú o el mimbre, siempre son un acierto. Y no te preocupes en invierno cojines y accesorios nos permitirán que “entren en calor”.
Las plantas son esos detalles que también contribuyen a crear atmósferas más frescas. ¡Dales protagonismo! Con o sin flor, en tamaño maxi o en mini en jarrones transparentes ponen, además, una nota alegre, transmitiendo una brisa fresca en tus estancias. Y su aroma nos transportará directamente al campo.