A estas alturas del trimestre, con la Semana Santa a un tiro de piedra, es normal que no podamos dejar de pensar en viajes y planes para descansar y relajarnos. De hecho, buscar posibles destinos es un objetivo fundamental para quienes tienen en sus cabezas salir durante las vacaciones. Sencillamente cambiar de ciudad puede ser una gran idea. Visitar sus más importantes edificios, museos y, desde luego, restaurantes. Pero todo teniendo como base un buen hotel. Al menos bien decorado.
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El NH Abascal podría ser perfecto para quienes viajen a Madrid. Acaba de ser remodelado y el resultado es deslumbrante. Claro que ya el edificio es una joya: obra del arquitecto Manuel I. Galindez, se trata de una obra representativa del Madrid de los años 20. Por eso, para el interior se ha buscado un estilo que no desafinara con el que ya posee el propio edificio, sin prescindir de la comodidad y las aptitudes del diseño actual.
Esa búsqueda de la contemporaneidad se vislumbra desde el lobby, en el que recibe al huésped una gran pared de espejo que multiplica el espacio. La idea que se perseguía era crear un espacio versátil donde socializar y disfrutar tanto de una reunión de trabajo como de una cena distendida con amigos.
Para las habitaciones la apuesta viene con el beis —el nuevo blanco— como color esencial que aporta luminosidad, transparencia y apertura de espacios. Al mismo tiempo, se apuesta por mobiliario de los estilos Luis XV y Luis XVI, con la intención de conjugar el estilo afrancesado propio del edificio con el carácter actual del hotel.
Ese carácter se evidencia en clave funcional, por ejemplo, en el hecho de que las mesillas y los escritorios se hayan diseñado a la misma altura. O en la funcionalidad y estética que ofrece el juego de acabados de las habitaciones: papel pintado y pintura van de la mano.
Por muy apetecible que resulte para muchos la idea de pasar las vacaciones —o el fin de semana— en la Capital, los que habitan en ella —y otros muchos— estarán deseando precisamente escapar de ella. Para, por ejemplo, acudir a un lugar paradisiaco, con playas e infinitas posibilidades de hacer deporte. El Hotel Club La Santa es una posibilidad de lo más tentadora.
Situado en la localidad de Tinajo, en Lanzarote y proyectado por Carlos Morales Arquitectos, el complejo se ha concebido a través de tres condiciones ineludibles. La primera tiene que ver con el paisaje y el entorno. La segunda, con la sostenibilidad y la eficiencia energética. Y la tercera , con las variadas y numerosas —25— disciplinas deportivas que se ofertan.
Para las dos primeras, la arquitectura y el interiorismo son esenciales. Porque se ha buscado conseguir un complejo integrado en la naturaleza que lo rodea. Con ese objetivo, se han introducido materiales que evocan el paisaje volcánico de la isla: las piedra basáltica del lugar, los hormigones vistos, las maderas tintadas de negro (muy presentes en las paredes de las habitaciones), y las formas cúbicas recurrentes de la arquitectura lanzaroteña tradicional. De este modo se ha conseguido que el complejo quede ya desde el exterior vinculado al entorno; en armonía con el paisaje.
Esa sensación se hace evidente también desde el interior de las habitaciones, todas ellas asentadas sobre el terreno. Es decir, se han situado de modo que desde todas ellas se pueda disfrutar de las vistas a la Laguna disfrutando de la sensación de tocar el horizonte. Por otro lado, las raíces danesas de la propiedad del hotel están presentes en el diseño y el interiorismo. Se combina así de manera interesante el confort nórdico que se mimetiza con los singulares paisajes de la isla.
Más información:
www.nh-collection.com
www.clublasanta.com