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CAYETANA: PROTAGONISTA DE UNA VIDA EXCEPCIONAL

A la duquesa de Alba no le gusta cumplir años, ni que se hable de los que cumple y mucho menos celebrarlo; aún así el hecho de llegar a los 75 hace necesario una mención. Su excepcional vida, la historia de su casa, el ducado histórico de los Alba y su forma de reinterpretar la nobleza y la aristocracia, la convierten en protagonista excepcional de este reportaje.
No corren buenos tiempos para Cayetana, aunque tampoco se puede hablar de un annus horribilis. A la precaria salud de su marido se une la gran sorpresa de Cayetano que, con su paternidad, aportará a la casa de Alba dos mellizos y, también, el desasosiego que produce el hecho de que, a excepción de su única hija, Eugenia, los matrimonios de sus de los hijos mayores han terminado en divorcio: el de Carlos, el primogénito, duque de Huéscar, separado de Matilde Solís; el del duque de Aliaga y María de Hohenlohe y el de Jacobo, conde de Siruela, y María Eugenia Fernández de Castro.
No obstante, la duquesa, aunque ha cancelado todos sus compromisos sociales y ha abandonado, temporalmente, sus dos grandes pasiones: el flamenco y la pintura lleva, sin quejarse, todo el peso en solitario.
Con su cabello ensortijado, a modo de corona y sin el envaramiento propio de una mujer con un imperio a sus pies, defiende que la cultura es la aristocracia de hoy y que el dinero es muchísimo menos importante que la pasión de vivir. Algo de lo que esta mujer jamás ha carecido. Porque, aunque nació duquesa, jamás vivió pendiente de sus títulos a la hora de proceder.
Amiga del pueblo y de los gitanos, recae sobre su espalda el peso de la historia de 17 duques enraizados a un país que ya tenía duque de Alba antes de que Colón descubriera América. Por si esto fuera poco, en su bautizo, celebrado en el palacio Real, actuaron como padrinos un rey, Alfonso XIII, y una reina, Victoria Eugenia... Después, llegó el exilio, los viajes alrededor del mundo con su padre, Jacobo, -su madre, María del Rosario, falleció cuando ella era pequeña-, los primeros amores, el primer marido: Luis Martínez de Irujo, en 1947; seis hijos; la viudedad y un nuevo amor cuando ya pasaba de los cincuenta: don Jesús Aguirre.