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Un auténtico Do It Yourself (DIY) tan sencillo que querrás probar una receta tras otra, dándoles a tus platos un sabor más intenso y un toque muy personal. Tan solo necesitarás el ingrediente base –azúcar o sal-, hierbas frescas, especias y un frasco hermético donde poder conservarla. Es una forma diferente de reducir el contenido de sal o azúcar de tus recetas, pero dándoles un aroma que conseguirá que tu plato sea irresistible. Para la sal funcionan perfectamente el ajo, el perejil, la albahaca, el romero o el tomillo. Para el azúcar, las frutas deshidratas, la vainilla o el café. Te enseñamos cómo mezclar ambos ingredientes, conservar el resultado y tener una despensa aromática única.

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Azúcar y lavanda

En primer lugar, tienes que saber que el azúcar apenas presenta olor, con lo que las combinaciones suelen ser siempre acertadas y muy sencillas, pues se impregna rápido del aroma elegido. Un proceso que en cocina llaman perfumar. Además, la lavanda y las violetas suelen darle un color muy bonito al azúcar. Utiliza ambos ingredientes como la canela, incluyendo sus ramas directamente en un bote hermético, agitándolo bien y dejándolo reposar, al menos, cinco días. Combinará a la perfección con tés, cafés y, en el caso de la canela, con natillas o espolvoreada sobre tostadas recién hechas.

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Azúcar y vainilla

Otra de las mezclas más comunes es la del azúcar y la vainilla. Los supermercados, incluso, suelen contar con azúcar vainillado para ahorrarte este proceso. Pero si lo haces en casa, te aseguras de que el aroma sea mucho más natural. Puedes utilizar las vainas que te hayan sobrado de otros postres (lávalas antes) o una nueva. Ábrela longitudinalmente y sigue el mismo proceso anterior. La cantidad dependerá de la intensidad y sabor que quieras, pero basta con una vaina por cada 300 g de azúcar. Su combinación perfecta es utilizarla para flanes, magdalenas, rosquillas como las que te enseñábamos en este enlace o galletas.

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Azúcar y café

Una de las combinaciones más clásicas cuando nos preparamos una taza de café. Pero lo que igual no habías pensado es en perfumar tu azúcar con granos molidos, (el molinillo, por cierto, será tu gran aliado para todas estas recetas, incluidas la realizadas con sal, pues te ayudará a homogeneizar). El proceso sigue siendo el mismo, obteniendo un azúcar perfecto para dar un toque diferente a todas tus recetas de repostería.

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Sal y guindilla

Después de estas tres opciones con el azúcar (aunque hay miles), nos pasamos al lado de lo salado con nuestra receta más picante. Tanto en esta como en todas, lo mejor es que utilices una base de flor de sal y que te hagas con un procesador de alimentos, el molinillo que ya te hemos comentado, la propia Thermomix o un mortero si eres habilidoso. La textura en este caso es muy importante y debe quedar lo más homogénea posible, sobre todo, si utilizas productos frescos como las guindillas.

Lo primero que tendrás que hacer es desecarlas en el horno a muy baja temperatura, sin superar nunca los 65 °C y retirando los ingredientes, como pronto, a las dos horas. Vigila, por supuesto, que no se quemen. Una vez se ha enfriado, lo trituraremos todo junto y lo guardaremos en un frasco hermético.

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Sal, pimienta y mostaza

En vez de echar los tres ingredientes por separado, ¿por qué no tenerlo ya preparado? De la misma forma que en el caso anterior, tostaremos los granos de mostaza y luego trituraremos todo junto. Funciona a la perfección con todo tipo de carnes y pescados; podemos decir que es el comodín. Y si te atreves a combinarla con el chocolate, puedes llevarte una muy grata sorpresa.

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Sal, romero y un toque de limón

Por último, una combinación que huele y sabe a verano. Mezclar la sal con romero y un poco de limón. Utilizando la misma técnica que con la guindilla, pues se mantiene para todos los ingredientes frescos; ya sean la ralladura de un cítrico, como la naranja o el limón (que también funciona combinadas con el azúcar) o hierbas aromáticas como el tomillo o el romero. En el caso de las frutas, ten en cuenta que la ralladura de la piel no debe tocar nunca su parte blanca, pues es de un sabor amargo que nos estropearía el resultado final. La combinación con cualquier tipo de pescado es apuesta ganadora.

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