Quesos frescos hay de muchos tipos. Y no, no es solamente el que conocemos como queso de Burgos. Desde la mozarella, la ricotta o el mascarpone –típicos de Italia-, hasta nuestro queso de Villalón, el requesón, el feta griego o el típico quark que encontramos en los estantes del norte de Europa. Además, puede ser de vaca, de oveja y de cabra. Pero, lo que está claro, es que es un alimento con muchas proteínas de alto valor biológico, con un contenido en calcio que se asimila fácilmente y muchas vitaminas A, B y D.
Por lo general, acudimos al supermercado a por aquellos que han sido elaborados con un método industrial de ultrafiltración, en el que la leche pasa por muchas membranas que retienen parte de sus grasas y proteínas, pasando finalmente a un envase con cuajo. Pero elaborarlo es más sencillo que todo esto y, sin duda, mucho más antiguo. Nuestras abuelas y madres lo hacían para no desaprovechar todo ese sobrante de leche que les llegaba cada semana. No necesitas grandes utensilios y podrás controlar su cantidad de grasa –eligiendo el tipo de leche, si echarle o no azúcar y nata-. Lo único que tienes que tener es paciencia, refrigerarlo bien y consumirlo en no más de tres o cuatro días.
Te dejamos una receta muy sencilla, pero con la que conseguir un queso fresco delicioso y natural. Si le vas cogiendo el truco, puedes aromatizarlo con hierbas y especias, añadiéndoselas en el momento de la sal y siempre podrás disfrutarlo con frutos secos, dulce de membrillo, miel o mermelada y, por supuesto, como ingrediente de tus ensaladas de verano.
Ingredientes
- 1,5 l de leche entera fresca pasteurizada. Hay que tener dos cosas en cuenta: debe ser entera, para que cuaje bien y, además, no sirven aquellas que no sean frescas, es decir, las que encuentras en los supermercados sin refrigerar.
- El zumo de un limón.
- Un yogur natural no azucarado. También se puede enriquecer con nata, el resultado es mucho más cremoso, pero su contenido en grasas también es mayor.
- Un pellizco de sal.
Elaboración
- El primer paso es calentar la leche. Es muy importante que la vigilemos constantemente, pues no debe llegar a hervir nunca, sino que debe quedarse en torno a unos 80 °C de temperatura.
- En el momento en el que ha adquirido esa temperatura, le agregamos el zumo de limón y el yogur natural (sin azúcares añadidos). Es muy normal que con estos ingredientes la leche empiece a cortarse.
- Remueve bien unos minutos y deja reposar otros quince.
- Sobre una cacerola amplia coloca un colador y cúbrelo con un colador. Comienza a echar la mezcla anterior, añádele una pizca de sal e intégralo bien con los movimientos suaves de una cuchara.
- Cierra el paño con una goma o una pinza, aprieta bien para que suelte todo su líquido y déjalo reposar durante una hora.
- Transcurrido ese tiempo, mete la mezcla en un molde, prensando bien con tus manos, y guárdalo en la nevera durante un mínimo de 5 horas.