A menudo cuando vamos a freír un huevo, sobre todo las primeras veces, cometemos varios errores y raro es que nos quede perfecto (yema demasiado hecha o rota, clara medio cruda...). A priori la técnica es sencilla pero no sólo vale con la teoría y hemos de tener en cuenta varios consejos prácticos para no fracasar en el intento.
Sigue atentamente el paso a paso en este vídeo.
Empecemos por la elección del huevo, en este caso de gallina. Ha de ser de calidad, muy fresco y mejor si está a temperatura ambiente, ni muy frío de la nevera, ni muy caliente de estar en un lugar con excesivo calor.
El siguiente paso es echar en una sartén un dedo de un buen aceite de oliva para calentarlo. La temperatura es importante, sobre todo para obtener la puntilla (que es esa especie de red de color marroncito que se forma alrededor del huevo). Para ello es fundamental que se caliente pero que no llegue a quemarse.
Ahora vamos a cascar el huevo con cuidado para abrirlo sobre un pequeño bol o una taza, con el fin de evitar que la yema se rompa.
Lo echamos en la sartén, en la que ya tenemos el aceite en su punto justo de fritura, y con una espumadera vamos echándole aceite por encima para que la clara se vaya cuajando y la yema no nos quede cruda pero sí líquida.
Sacamos con cuidado y escurrimos el exceso de aceite (un buen truco es meter la espumadera previamente en aceite para que el huevo no se quede pegado).
Lo servimos y es ahora, cuando ya lo tenemos recién frito, el momento de incorporar la sal y no antes porque el huevo podría quedar más seco y adquirir una textura algo gomosa.
Opcionalmente, se pueden añadir al huevo algunas especias o condimentos como cebollino picado, pimentón y unas gotas de vinagre. Y ya lo tendríamos más que listo para mojar pan.
Aquí tienes algunas tapas con huevo y más recetas con este producto.