Se cree que su origen se remonta a la época romana y se caracteriza por su textura suave, con una corteza fina y crujiente y una forma redonda y aplanada. Se toma mucho en los desayunos y meriendas andaluzas, untado con aceite de oliva y tomate triturado, solo o acompañado de jamón serrano, queso, etc. Aquí tienes una sencilla receta para hacer en casa.
Ingredientes
- 300 gramos de harina de fuerza
- 2 gramos de levadura seca
- 185 mililitros de agua
- 6 gramos de sal
- 6 gramos de azúcar blanca
- 3 gramos de aceite de oliva
Preparación
- En un cuenco grande echa la harina, la levadura, la sal y el azúcar.
- Haz un agujero en el centro e incorpora el agua con el aceite.
- Amasa con movimientos envolventes hasta conseguir que deje de pegarse en las manos
- Devuelve la masa al cuenco, tapa con un paño y deja que fermente durante 2 horas.
- Precalienta el horno a 190ºC.
- Divide la masa en 4 trozos del mismo tamaño.
- Con la ayuda de nuestros dedos y del rodillo, aplasta cada pieza y dales forma circular y un grosro de 1,5 cm.
- Coloca cada bollito en la bandeja de horno cubierta con papel.
- Mete en el horno y durante los primeros 5 minutos ve abriendo la puerta del horno de vez en cuando y pulveriza rápidamente las paredes con agua para crear humedad.
- Deja unos 15 minutos más o hasta que veas que están hechos pero siguen más o menos blancos.
- Saca, deja templar ¡y rellena con los ingredientes que más te apetezcan!
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