El ingrediente base de unos de los dulces más delicados que Europa ha creado en toda su historia gastronómica empieza su temporada ahora, en otoño, pero su gran momento llegará con Navidad. Sí, esa época en la que nos permitimos todo, incluso esta pequeña golosina que hace disfrutar como ninguna nuestro paladar. Luix XIV, el conocido como Rey Sol, no era para nada tonto y se declaraba fan cuando abría uno (sí, porque van envueltos). Y es que, por su nombre, es muy factible que su origen sea francés; debido a una sobreproducción de castañas que, con la llegada del azúcar descubierto en América y un poco de influencia italiana a través de la familia Médici, supo recubrirse de un delicioso almíbar para llamarse marrón glacé. Y eso es lo que vamos a enseñarte hacer hoy.
El marrón glacé, castaña confitada o glaseada es un producto muy delicado y, por ello, además de conservarse envuelto de forma individual, tiene cierta dificultad cuando se elabora, pues la castaña debe permanecer entera. Pero atrévete, porque el resultado es maravilloso y evitarás el alto desembolso que supone comprarlas fuera de casa.
Sus ingredientes básicos son las castañas, el azúcar, el limón y la canela en rama. Aunque hay quien las echa unas horas en brandy, les añade anís estrellado o una vaina de vainilla de Bourbon. Pero la receta que nosotros vamos a enseñarte es la más clásica de todas ellas. Solo te pedimos dos cosas antes de empezar:
- Asegúrate de elegir unas buenas castañas, tanto en su tamaño como en su estado: que sean grandes, harinosas y porosas.
- Date el tiempo suficiente para darles el fuego lento y el reposo que necesitan.
Ingredientes
- 40 castañas
- 200 gramos de azúcar
- 200 ml de agua
- Canela en rama
- Cáscara de un limón
Elaboración
- Primero, tenemos que cocer las castañas durante unos 10 minutos para poder pelarlas. Si no, será muy complicado. Para facilitarnos la tarea, lo mejor es hacerle una pequeña hendidura en la parte central de la cáscara. Hacerlo en el horno nos las resecaría demasiado.
- Retiramos del fuego y, antes de que se enfríen, las pelamos con mucho cuidado, quitando incluso la piel interior y las reservamos.
- A continuación, hacemos el almíbar. Para ello, disolvemos la misma cantidad de azúcar que de agua en un cazo que ponemos a fuego fuerte. Cuando rompa a hervir, le añadimos la cáscara de limón y la canela, dejando que se reduzca unos minutos.
- En otra cazuela, ponemos a hervir las castañas durante unos 20 minutos.
- Cuando ya tengamos el almíbar hecho, pasamos las castañas a su cazo y dejamos 10 minutos más, para que se impregnen bien. Retiramos del fuego y dejamos así durante 24 horas.
- Transcurrido este tiempo, volvemos a cocer durante unos 5-7 minutos y, de nuevo, dejamos reposar otras 24 horas.
- Al día siguiente, hacemos lo mismo. El proceso de confitado es largo e, incluso, si se quiere, se puede mantener durante 5 o 7 días. Cuantas más veces repitas este paso, más reducirás el sirope y más se endurecerá el clásico glaseado.
- Para terminar, retira las castañas con cuidado y envuélvelas en muselina u otro material que no absorba demasiado su azúcar. Si además las guardas en un bote hermético, podrás conservarlas varios meses.