Aunque actualmente no paramos de leer que lo que hay que comer son alimentos frescos, las conservas (si son de calidad) forman parte de esos productos que podríamos catalogar como buenos procesados. Son cómodas, están preparadas para ser consumidas al momento –con lo que, en verano, son perfectas para llevártelas a la playa o a un improvisado pícnic-, y se convierten en el delicioso relleno de un improvisado bocadillo (¿podríamos bautizarlo como bocalata?). Las hay en bote, envasadas en plástico o en lata. Las hay de verduras, de pescados azules al natural y en salsas algo exóticas. Todo un mundo por descubrir en el que, esta vez, vamos a quedarnos con aquellas conservas de pescado que, por su lata, son una auténtica obra de arte y, por dentro, una exhibición del savoir faire que tienen las conserveras españolas. Porque aunque los portugueses nos lleven cierta ventaja en cuanto a su packaging, España acumula una larga tradición en esto de encerrar los productos del mar en unos pequeños recipientes de metal que son, cada vez, más bonitos.