Estamos a punto de decir adiós al verano y eso, en el terreno gastronómico, implica que también tenemos que despedirnos de algunos productos de temporada, con toda nuestra pena. Nos quedan unos últimos días, por ejemplo, para disfrutar de estos 'langostinos de huerta', que no son otra cosa que como se conoce también a las piparras frescas, y que normalmente encontramos entre los meses de junio y octubre pero no en todos los mercados ni restaurantes porque su producción es relativamente pequeña.
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La piparra es una guindilla que sobre todo se cultiva en el País Vasco y que tiene un sabor delicado, no exento de cierto picor.
Langostinos de la huerta, piperras, piparras o piperrak
Recibe todos estos nombres y se trata de una guindilla cultivada entre abril y mayo en el País Vasco, Navarra, La Rioja y Huesca, que se recolecta de forma manual. Es pequeña -entre 5 y 12 cm-, estrecha y lisa. Tierna, carnosa, tiene la piel fina y brillante y un rabito o pedúnculo alargado. De color verde amarillento, es un pequeño pimiento que en fresco no suele picar en exceso -lo hace sobre todo cuanto más le da el sol y hace más calor- y tiene un sabor muy delicado.
Dicen que las mejores y más afamadas están en Guipúzcoa -concretamente en la localidad de Ibarra, protegidas con la etiqueta 'Eusko Label'-, al tratarse de un lugar de baja altitud, suave temperatura y humedad y lluvia necesarias para su mejor desarrollo.
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Cómo se preparan las piparras: frescas, encurtidas, con pimentón...
En fresco, aunque hay quien la toma cruda, no hay nada como freírlas en aceite de oliva virgen extra hasta que empiezan a ahuecarse y dorarse ligeramente, se secan con papel y se sirven con una sal que no sea excesivamente fina -es ideal la que viene en escamas-. En algún lugar del País Vasco, hacen este proceso y luego las ultracongelan y las comercializan así listas para calentar en el microondas o para freír un par de minutos.
Simplemente fritas son un auténtico manjar.
Y las ya famosas encurtidas son las que no pueden faltar en el pincho vasco más famoso, la Gilda, y las que en muchos lugares sirven para acompañar con platos de legumbres o para incorporar en ensaladas y en las populares banderillas con cebollita, pimiento rojo y pepinillo. Eso sí, vigila siempre que las piparras sean crujientes, que son las buenas buenas, con su contenido justo de agua.
Así se hace la gilda perfecta
También desde hace no mucho, esta guindilla se deja madurar para que pase de color verde a rojo, se recoge, se deja secar al aire libre y después se meten en el horno para molerla y hacer pimentón. Es muy aromático y aporta un toque picante que potencia los sabores.