Afortunadamente, la industria alimentaria se rige por unos rigurosos controles que hacen que las intoxicaciones debido al consumo de productos que compramos en los mercados sean poco frecuentes. Por supuesto, hay casos aislados; este mismo verano se producía un brote de botulismo debido a una partida de tortillas envasadas en mal estado. Pero muchas veces, cuando una intoxicación alimentaria hace aparición, somos nosotros los responsables. Algo que se produce especialmente en verano. Como sabemos, es con el calor y las altas temperaturas cuando las bacterias se multiplican de manera exponencial. Y, quien ha tenido la mala fortuna de padecer un problema de salud relacionado con la ingesta de determinados alimentos, sabe de sobra que las consecuencias no son precisamente agradables: desde un incómodo malestar de estómago, a síntomas más graves como fiebre, vómitos, diarrea, calambres abdominales, deshidratación…
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En verano las posiblidades de intoxicación alimentaria se multiplican debido al calor
Lógicamente, el riesgo cero es imposible, pero cierto es también que, con una serie de gestos muy simples, las posibilidades de intoxicación alimentaria se minimizan mucho. Gestos, por cierto, que empiezan en el mismo mercado. A continuación, te recordamos algunos de los más importantes. Échales un vistazo y, si alguno no forma parte de tus rutinas, sería buena idea incorporarlo de cara a evitar que una agradable comida o cena de verano termine de forma indeseada.
PRIMER PASO: EL MERCADO
Comprobar bien las etiquetas de los alimentos que compramos debería ser siempre una pauta a seguir. Allí encontramos no solo una (utilísima) información nutricional, sino las fechas de consumo preferente y de caducidad y, según el producto, también las condiciones de conservación. No están ahí por capricho, así que no deberíamos pasarlas por alto. Si no llevan etiqueta (frutas, verduras…) siempre trata de comprar alimentos lo más frescos posible.
Los productos refrigerados y congelados, lo último que debes meter en el carro de la compra
Además, es importante mantener la cadena de frío. Los alimentos que requieren frío o congelación deberían mantenerse así hasta que vayamos a utilizarlos. Sus temperaturas no pueden andar fluctuando, de modo que, si estamos en el supermercado, deberemos esperar al último momento para meterlos en el carrito, y llegar a casa en el menor tiempo posible para conservarlos en nevera o congelador.
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PRECAUCIONES EN CASA
Una vez en casa, es importante conservar bien separados los productos crudos de los cocinados para evitar la denominada ‘contaminación cruzada’. El objetivo es eludir la posible transmisión de microorganismos entre los alimentos. Algo a lo que debemos prestar también mucha atención durante la preparación de las recetas: nunca mezclar utensilios y recipientes que hayamos utilizado para alimentos crudos con los que usamos para los cocinados.
La superficie donde vamos a trabajar, siempre bien limipia
Además, es fundamental cuidar de que nuestra nevera, congelador y despensa estén siempre bien limpios, sin restos de comida o líquidos derramados (foco de gérmenes y contaminación) e introducir en ellos los alimentos bien tapados y protegidos. También deberemos tener siempre las manos bien limpias antes de manipular alimentos, así como el resto de menaje (tenedores, tijeras, cuchillos, etc). También deberán estarlo, por supuesto, las superficies sobre las que vayamos a trabajar.
Lo ideal en verano, sobre todo si se trata de comida que vamos a meter en un táper, es apostar por cocinados mediante tratamientos prolongados y a altas temperaturas (horno, guisos, frituras…). De este modo evitaremos que los alimentos queden parcialmente crudos, posible causa de intoxicación posterior.
REFRIGERACIÓN Y DESCOGELACIÓN
Otro error común es, una vez hemos comido, tardar demasiado en que los restos vuelvan a la nevera. Si vamos a refrigerarlos, es mejor que no permanezcan demasiado tiempo a temperatura ambiente (que, en verano, suele ser muy alta) antes de hacerlo.
Asimismo, resulta también muy importante descongelar de forma adecuada los alimentos. Lo ideal es hacerlo siempre en la nevera, y sin prisas. En verano, mejor no dejarlo fuera, a temperatura ambiente. Una vez descongelado se cocinará lo antes posible y nunca se recongelará de nuevo.
Lavar bien las verduras frescas (incluso si son alimentos que después pelaremos) es siempre recomendable
TIPS POR GRUPOS DE ALIMENTOS
Verduras y frutas. Si vamos a comerlas en crudo debemos lavarlas concienzudamente, incluso si se trata de alimentos que vamos a pelar, no está de más pasarlos previamente por el grifo. Si se trata de recetas para llevar, como ensaladas, intentar prepararlas en el último momento.
Yogures y lácteos. Siempre bien refrigerados y recuerda meterlos también en el último momento en la mochila o la cesta de pícnic, justo antes de salir de casa. Lo ideal sería en estos casos disponer en casa de bolsas isotérmicas o fiambreras isotermas, que ayudan a mantener las temperaturas.
Carnes y pescados. Siempre en la nevera también y no tardar mucho en cocinarlos. Recuerda que la carne más perecedera es la picada (24-48 horas). Si tienes dudas sobre su buen estado, presenta algún olor que no corresponde, mejor desecharla (lo mismo que con el pescado). Aunque lo ideal es no llegar a ese punto y tratar de evitar siempre que los alimentos terminen en la basura antes tiempo.
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El huevo en verano, siempre bien cocinado, sobre todo si lo incluimos en recetas take away
EL HUEVO, ATENCIÓN ESPECIAL
La temida salmonelosis hace que el huevo sea uno de los alimentos a los que debemos prestar una atención especial en verano. Eso no significa, en absoluto, que debamos evitarlo en nuestros menús: es, sin duda, una de las mejores fuentes de proteína, y además nos ofrece mil y una posibilidades culinarias. Simplemente, tendremos que estar pendientes de cuestiones como estas (sobre todo si se trata de comida para llevar).
Bien cuajado. Aunque nos encanten esas tortillas de interior semilíquido, no son la mejor idea si vamos a preparar, por ejemplo, para llevar en el táper en un día de campo o playa. El huevo deberá estar bien cocinado porque así es más seguro.
Salsas sin huevo. De la misma forma, deberemos evitar en la medida de lo posible salsas que incluyan huevo entre sus ingredientes: mayonesas, etc.
Cuidado en la cocina. Aquí es más vital que nunca evitar la contaminación cruzada de la que hablábamos antes: nunca usar un recipiente donde hemos batido previamente huevo, o un tenedor que ha entrado en contacto con ese huevo crudo… Hay que lavar siempre estos elementos antes de volver a usarlos.
Sobre las cáscaras. También debemos evitar romper las cáscaras sobre el mismo recipiente donde vayamos a cocinar o batir los huevos. Y, en cuanto las hayamos cascado, hay que tirarlas directamente a la basura (nada de que permanezcan en la encimera o superficies de trabajo). Por último, en relación a su posible lavado: si la cáscara del huevo que vamos a usar está sucia, puedes pasarla un poco por el grifo pero siempre, justo antes de utilizarlo (lavarlos y después conservarlos es una pésima idea porque la cáscara está recubierta por una capa protectora denominada cutícula que evitar que las bacterias penetren a través de sus poros).
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