¿Es necesario saber qué es una semicorchea o una clave de sol para emocionarnos con una canción? Lógicamente, no. Ahora, apliquemos esto al mundo de la enología: ¿debemos saber qué es un tanino o qué es el bouquet para disfrutar de un buen vino? Pues lógicamente, tampoco. Así pues, quizá lo primero que convenga recordar es que no; no pasa nada por no entender ni una palabra cuando alguien empieza a describir un vino con términos que no comprendemos. Y mucho menos, sentirnos fuera de lugar. De hecho, flaco favor hace muchas veces ese lenguaje demasiado engolado que se emplea en ciertos sectores del vino, si el objetivo en realidad es acercar al consumidor menos iniciado a este fascinante mundo.
Y el caso es que ‘afición’ no falta… Solo hay que echar un ojo a las cifras de venta de vino durante estas últimas semanas de confinamiento (sin duda, uno de los productos ‘estrella’, tanto en mercados ‘físicos’ como en venta online).
Hoy tenemos una buena noticia para todos esos wine lovers que, además de disfrutar de sus vinos favoritos, tienen también cierto interés y curiosidad por comprender un poco mejor a qué hacen referencia algunos de esos adjetivos tan comunes que los expertos emplean para describir los distintos caldos: es bastante más sencillo que lo que podría parecer. Si no te lo crees echa un ojo a este pequeño glosario –muy básico y alejado de definiciones canónicas- que hemos preparado:
Acorchado:
Es uno de los principales defectos del vino (y uno de los motivos más habituales de devolución de botellas a bodega cuando, por ejemplo, estamos en un restaurante). A pesar de su nombre, no tiene nada que ver con que en su interior podamos encontrar pedacitos de corcho que se han desprendido. En realidad tiene que ver con el olor, y sobre todo, con el gusto a corcho cuando bebemos el vino (gusto desagradable, a humedad, a papel mojado…). Esto está relacionado con un proceso químico de contaminación –el vino ha estado en contacto con un corcho afectado por un compuesto químico volátil llamado Tricloroanisol-. Se produce con poca frecuencia pero puede afectar a todas las bodegas.
Afrutado:
Es uno de los adjetivos más comunes, y también más ‘previsibles’. Efectivamente, se trata de vinos que cuentan con aromas a fruta pronunciados (melocotón, albaricoque, plátano, grosella, frambuesa, fresa, cereza, ciruela, moras, etc).
Amaderado:
Un gran porcentaje de los vinos (no todos son aptos para este proceso) tienen crianza en madera. Esto es, tienen un tiempo de crianza en las barricas o toneles, normalmente de roble francés o roble americano. Durante esta fase la madera transmite una serie de sustancias aromáticas y gustativas al vino. Cuando hablamos de un vino amaderado hablamos de esas notas que la madera aporta al vino.
Astringente:
Esto se produce cuando tiene un exceso de taninos (un poco más abajo explicamos esto de forma más detallada) y un sabor amargo pronunciado. Resultado: un vino cuya degustación no resulta agradable.
Aterciopelado:
Otro adjetivo positivo y lleno de ‘poesía’… Hace referencia a esa sensación agradable, suave y sedosa que sentimos en la boca al beber ciertos vinos, sobre todo, algunos tintos.
Bouquet:
Una palabra también muy recurrente cuando estamos catando un vino es hablar del bouquet. Este término de origen francés se utiliza para designar el conjunto de las sensaciones olfativas que nos ofrece dicho vino.
Complejo:
Algo que tiene numerosos matices, que es opuesto a lo simple o plano. Ésta podría ser una definición genérica para el adjetivo 'complejo'. En el terreno de la enología hablaríamos de un vino con gran cantidad de aromas, sabores, pero en un sentido positivo (muchos matices, pero armónicos y equilibrados).
Con aguja:
Hace referencia a la presencia de carbónico natural (burbujas) que aparece en ciertos vinos jóvenes.
Con carácter:
Muchos de los adjetivos que se utilizan para describir un vino son extrapolables al significado que les concedemos en otros ámbitos… ¿Qué hace, por ejemplo, que hablemos de una persona ‘con carácter’? Seguramente tiene que ver con que reúne una serie de características muy marcadas que la convierten en inconfundible. Alguien que no pasa desapercibido. Pues lo mismo ocurre con ciertos vinos.
Con cuerpo:
Un vino con fuerza, con valores gustativos pronunciados. Sería lo contrario a un vino ligero y sin ‘densidad’. Llevándolo a otro terreno (y que los enólogos y sumilleres perdonen la falta de ortodoxia): un chocolate a la taza tendría más ‘cuerpo’ que un vaso de agua. Eso sí, que tenga cuerpo no significa necesariamente que sea un buen vino, dependerá del ‘equilibrio’ al que hacíamos referencia antes.
Coupage:
Vino elaborado con una mezcla (en las proporciones que el enólogo de cada bodega decida) de distintas variedades de uva.
Desvaído:
Igual que, por ejemplo, nos referimos a un color desvaído cuando no tiene intensidad, en el mundo de la enología estaríamos refiriéndonos a un vino de poca consistencia en el paladar.
Equilibrado:
Es otro de los adjetivos más comunes a la hora de definir un vino. Como su nombre indica hace referencia al buen equilibrio de sus componentes (azúcares, taninos, ácidos, alcohol, etc). También se utilizan mucho en este sentido los términos ‘armonioso’ y ‘redondo’. En definitiva, un vino ¡que da gusto llevarlo a la nariz y al paladar!
Evolucionado:
Se trata de un vino que ha sufrido modificaciones (gustativas, aromáticas…) con el paso del tiempo.
Floral:
Tampoco aquí hay lugar al equívoco. Este adjetivo hace referencia a los aromas (agradables) de ciertos vinos que nos recuerdan a determinadas flores (rosa, jazmín, violeta, madreselva, etc).
Incisivo:
Adjetivo que solemos usar cuando un vino tiene exceso de acidez.
Largo:
Tiene que ver con la sensación que el vino nos deja en la nariz y la boca una vez lo hemos bebido. Si las sensaciones son prolongadas, hablaremos de un vino largo.
Monovarietal:
Es el vino elaborado a partir de una única variedad de uva.
Picado:
Vino con exceso de ácido acético, o para que todos lo entendamos, un vino avinagrado.
Retrogusto:
Se trata del conjunto de sensaciones que deja el vino después de saborearlo (tengan éstas las características que tengan; más o menos prolongadas, más o menos intensas…). El retrogusto es una palabra de uso muy común en el mundo de la gastronomía en general, y del vino en particular.
Sulfuroso:
No es una cualidad agradable. Se trata de un vino con dosis de dioxido de azufre demasiado elevadas. Esto puede aportar sabores que no nos interesan: huevo podrido, olor a caucho, etc.
Tánico:
Otro ‘clásico’ del vocabulario enológico. ‘Este vino es muy tánico’. Esto significa que se trata de un vino con demasiados taninos (sustancias astringentes que se encuentran en algunos tejidos vegetales como el hollejo de las uvas y también en la corteza de los árboles). Muchas veces la presencia abundante de taninos tiene que ver con un exceso de crianza del vino en roble, y es una cualidad mucho más presente en tintos que en blancos.
Vino de pago:
Son vinos que se nacen en una única propiedad, en una zona muy determinada. Tienen unas características de terruño particulares (suelo, clima, variedades específicas de uva…) que hacen que sean únicos y diferenciados.