Hacen referencia a productos de origen vegetal que han llegado de lejos para quedarse. Su exotismo se combina con la notable cantidad de propiedades saludables que aportan. Son sólo un pequeño porcentaje de los conocidos en otros continentes. Frutas, verduras, legumbres, semillas... pueden llegar a ser una solución al desequilibrio mundial entre población y recursos alimentarios.
Nombres como la carambola, el kumquat, el lichi, el rambután o la mano de Buda, entre otras, son frutas que desde hace tiempo podemos encontrar en algunos mercados, junto a vegetales como el kale, el romanesco o el bimi o a cereales -y pseudocereales- como la quinoa, el teff o la espelta. A ellos ahora se suman otros ingredientes más desconocidos en nuestra cultura a los que te acercamos en estas líneas.
El jackfruit
Considerada la fruta nacional de Bangladesh e Indonesia, su peso puede alcancar los 30-35 kilos. De olor poco agradable, recibe otros nombres como saca, jaca o paananen. De textura rugosa y con protuberancias, su pulpa, dividida en gajos, es de color entre naranja y amarillo y de sabor dulce con un toque ácido. Recuerda a una mezcla de mango con naranja además de tener recuerdos a plátano, manzana, guanábana, papaya o piña.
Cuando aún no ha madurado, absorbe el sabor de cualquier marinado y especia, adquiriendo una textura fibrosa muy similar a la carne tras cocinarse. Sus semillas tienen más proteínas que las lentejas y se pueden tostar o cocinar como las legumbres. La piel de esta fruta sirve para alimentar a los animales y se usa también como colorante natural mientras que su madera es muy popular para la fabricación de muebles, marquetería e instrumentos musicales.
El jackfruit está considerado un superalimento porque aporta una serie de fitonutrientes, minerales, vitaminas, proteínas, carbohidratos y minerales muy beneficiosos para la salud. En la pulpa destaca el alto contenido en vitamina A, que favorece la salud de la piel, en vitamina C, buena para fortalecer el sistema inmunológico, y en calcio, imprescindible para el buen estado de huesos y dientes. Posee también bastante fibra, es una gran aliada para hacer una buena digestión y aumenta los niveles de energía, gracias a su contenido en vitamina B
El durian
Se conoce por ser la fruta que peor huele del mundo, de hecho es el motivo de que esté prohibida en muchos hoteles, aeropuertos y transportes públicos en el sudeste asiático, su lugar de origen. Su hedor es insoportable, pero dicen que si lo superas, encontrarás un delicioso e intenso sabor afrutado -con toque amargos y fermentados- en su pulpa cremosa, que se toma tanto fresca como cocinada, especialmente en recetas dulces.
Suele pesar entre 3 y 5 kilos y abunda en Tailandia, Malasia y Singapur. Su cáscara está repleta de pinchos, lo que obliga a usar guantes para manipularla. Es rica en fibra, calcio, vitaminas y minerales como potasio, zinc y magnesio y hay quien la considera la fruta más nutritiva del mundo. Tiene propiedades antibacteriales, antifúngicas y antimicrobianas, favorece la salud de la piel y disminuye la presión arterial.
La medicina tradicional asiática emplea, además de la pulpa, sus raíces, corteza y hojas, ya que tiene propiedades antiinflamatorias, baja la fiebre y se le atribuye un poder afrodisiaco. Las semillas se fríen o se tuestan y también pueden ser transformadas en aceite.
El baobab
De aspecto parecido al del coco, pesa en torno a un kilo y su sabor es agridulce, con toques a nuez. Es un fruto que brota del árbol con el mismo nombre, que también se conoce como 'el árbol de la vida', y en África está considerado un símbolo sagrado. También crecen baobabs en Australia y Oriente Medio.
Esta fruta se conocía en sus orígenes como 'adandonia' y su pulpa posee un gran valor nutricional: es gran fuente de fibra y de hierro; su alto contenido en potasio regula la presión arterial; fortalece los huesos gracias al calcio y al magnesio y protege el sistema inmunitario porque también es muy rico en vitamina C. Forma parte de la medicina tradicional africana y también se emplea en cosmética.
Los nativos extraen aceite de sus semillas -que también convierten en polvo una vez secas y molidas para añadir a distintos platos-, consumen la pulpa de la fruta y el tronco -repleto de agua- lo usan como alimento para el ganado. Los más jóvenes tienen una raíz comestible, parecida a la zanahoria, sus flores también se comen, las raíces se usan para hacer tinte rojo, y la corteza para hacer cuerdas y cestas.
Las ciruelas umeboshi
Son muy consumidas en Oriente, sobre todo en Japón, por su gran cantidad de propiedades medicinales. Se trata de ciruelas fermentadas según un complejo proceso, en el que el fruto se cosecha antes de su maduración, se deja secar al sol y se deposita en barriles con sal y hojas de 'shisho' (o albahaca china) con un peso encima donde permanecen un mínimo de dos años.
El resultado es una fruta con un sabor extredamente ácido y salado, rico en ácido cítrico y en minerales alcalinos como calcio, hierro, fósforo, etc. Ayuda a mejorar la absorción de alimentos y minerales en el intestino delgado, combate el estreñimiento, contribuye a desintoxicar el organismo y aliviar el cansancio. Pero debido a su alto contenido en sal, no está recomendada para pacientes hipertensos o con problemas de hígado.
Las ciruelas umeboshi se usan en diferentes tipos de platos (por ejemplo, los makis), en muchos casos como aliño, y también en forma de pasta, vinagre o infusión.
Las bayas de Aronia
De aspecto similar a los arándanos negros y un sabor agrio y retrogusto amargo, destacan por su altísimo poder antioxidante. Su origen se encuentra en América del Norte y Siberia, aunque hoy crece en numerosos lugares del mundo. Se toman sobre todo como parte de postres, mermeladas, zumos o infusiones.
Están consideradas un superalimento por su alto contenido en polifenoles -especialmente flavonoides-, que, además de efecto antiinflamatorio, aportan al organismo mutitud de antioxidantes. Contribuyen a renovar las células de la piel, reducen la presión arterial y minimizan las molestias estomacales.
Estas bayas son ricas en minerales (potasio, magnesio, calcio, hierro y zinc) y en vitaminas (A, C, E y K). Ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares y pueden ayudar a reducir el nivel de azúcar en sangre en casos de diabetes tipo 2.
La moringa
Originaria de la India, esta planta procede de un árbol del que se aprovecha todo: hojas, frutas, flores, corteza, vainas y raíces. Todas ellas son comestibles, aunque quizás la que más destaca son las hojas, de sabor picante, que se emplean en numerosos guisos y son ricas en vitamina C y otros antioxidantes. También se consumen trituradas y en forma de cápsulas para añadirlas a batidos, salsas, etc o tomarlas como un suplemento nutricional. De las semillas contenidas en las vainas de la moringa se hace un aceite con múliples aplicaciones.
Es una planta con numerosos usos y de grandes beneficios saludables. Se le atribuyen propiedades antiinflamatorias, antimicrobianas, antioxidantes, cardiovasculares, y hepatoprotectoras. Y también se utiliza con fines cosméticos.
La soja verde o mung
También conocida como 'judía mungo' o 'moong' se cultivó por primera vez en la India hace más de 5.000 años y es muy popular en el sudeste asiático. Es una legumbre redonda, pequeña y de color verde que nada tiene que ver con la soja y que destaca por ser muy fácil de digerir. Se usan, en ocasiones previamente remojadas, como parte de guisos de cocciones lentas y largas.
En la cocina india se emplean sus semillas peladas (conocidas como 'urad'), también se utiliza para hacer 'dal' (platos de legumbres sin piel), como parte del curry y para elaborar 'dosa', una especie de tortitas de judías, arroz y especias que se toma como desayuno y merienda. Además, son muy consumidas en forma de germinados.
Es un alimento rico en proteínas y fuente de hidratos de carbono, fibra y minerales. Destaca su riqueza en magnesio (ideal para los huesos, músculos y el sistema nervioso), hierro (clave en el sistema inmunitario) y fósforo (necesario para nutrir los huesos e intervenir en la producción de energía). Además posee un notable contenido en vitaminas del grupo B, necesarias para la creación de glóbulos rojos y nuevas células, y en vitamina C, de capacidad antioxidante.
El fonio
Tras el desembarco en nuestros mercados de cereales -y pseudocereales- como la espelta, el farro, el amaranto o la quinoa, ahora llega el fonio. Se trata de uno de los granos más antiguos, perteneciente a la familia del mijo. Durante siglos ha sido la base de la alimentación para los africanos. Es un tipo de grano fino, casi como arena.
Se puede consumir, como grano, en multitud de platos: ensaladas, guisos, etc. E igualmente, molido y convertido en un tipo de harina, con gran poder aglutinante, se emplea para repostería o panadería y para añadir en zumos, batidos, etc.
Destaca por sus proteínas, vitaminas y minerales y es muy bajo en grasa, por lo que es ideal para dietas veganas y vegetarianas. Su gran porcentaje de hierro ayuda a prevenir y combatir la anemia. Su contenido en magnesio y calcio contribuyen a una buena salud muscular y de la estructura ósea. Y su gran cantidad de fibra regula el tránsito intestinal. Además, es libre de gluten y, por tanto, muy recomendable para celíacos.