Para el amante del vino, sea o no experto en enología, tener la posibilidad de degustar un buen caldo es sinónimo de felicidad. Precisamente con el objetivo de hacer que ese disfrute se vea multiplicado al máximo, hoy os traemos (de la mano de los expertos de la D.O de Rueda) algunos errores que es mejor evitar cuando tenemos delante una copa de vino. Si eres principiante en esto de las catas, échales un ojo porque quizá te ayuden a que la próxima copa de vino te sepa (aún) mejor…
Adiós prejuicios
Fijarse demasiado en la etiqueta o precio de un vino que vamos a catar es un error que no debemos cometer. Es preferible, en la medida que podamos, catar a ciegas para que nada influya ni predetermine tus sensaciones. Esto permitirá a tu mente estar más abierta, y podrás dejarte llevar por la experiencia sin prejuicios. Ya habrá tiempo después de descubrir la información detallada del vino que hemos probado.
Déjate de ‘perezas’ y cambia de copa
Si vas a probar más de un vino, es importante cambiar de copa. Así no se mezclarán los sabores y en la copa no permanecerá el recuerdo del vino anterior. Además, hay copas que resultan más idóneas para según qué vinos (por ejemplo, un tinto gran reserva no se servirá en la misma copa que un blanco espumoso, etc).
Antes de beber, ¡mira bien!
Cuando te sirven un vino, no te apresures a beberlo sin apreciar primero sus características visuales ya que nos dan muchísima información sobre el caldo que vamos a catar. En esa fase visual, el color ya nos dice si el vino es más joven o más añejo (en los tintos, cuanto más vivo sea el color, más joven será, mientras que si presenta tonos más similares al color de la piel de una cebolla es porque se trata de vinos más viejos). En los blancos, el color amarillo puede ser más pálido, más pajizo, más dorado… El verdejo, por ejemplo, tiene un color amarillo verdoso muy característico.
¿Vino al trasluz? Mejor sobre fondo blanco
En esa fase visual, la mejor manera de observar esas características es colocar la copa sobre una superficie blanca (la servilleta, el mantel, un simple folio...). Esto nos ayudará a preciar mejor los colores, si es o no brillante, si tiene partículas en suspensión, etc.
Nada de perfumarse
Si la fase visual es importante, aún lo es más la olfativa. Y es que el olfato tiene una capacidad sensorial superior a cualquier otro sentido, incluido el gusto. El vino se huele tanto a copa ‘parada’ como a copa agitada (una vez hemos girado suavemente la copa), ya que en ambos casos afloran olores y sensaciones diferentes: florales, especiados, frutales, vegetales, balsámicos, químicos… Para hacer este ejercicio es preferible no llevar perfumes fuertes y evitar así olores externos para que nuestro olfato no se vea influenciado.
La copa, por el tallo
Es muy recomendable sujetar la copa por la zona del tallo o la base para evitar calentar el vino con nuestras propias manos. Haz girar la copa suavemente desde la base en pequeños círculos hacia ambos lados. Con este ligero movimiento observaremos por un lado cómo caen las ‘lágrimas’ de vino (la marca que deja en la copa el vino tras ‘resbalar’ por el cristal). A menor velocidad de caída, mayor densidad, por lo tanto, más graduación alcohólica.
Relájate y disfruta
Las catas de vino pueden llegar a convertirse para el aficionado amateur en algo casi intimidatorio: una terminología complicada que, muchas veces, en lugar de acercar al consumidor lo aleja, transmitiéndole la sensación de que es un mundo que solo unos pocos pueden llegar a comprender. ¡Error! Si alguna vez sientes algo así, destierra esa idea. Al final, el mejor vino del mundo es el que más te gusta a ti. Da igual cuánto sepas de su composición o características. Así que, relájate y disfruta de tu copa (y si es en buena compañía, ¡mejor que mejor!).
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