El movimiento realfooding es un estilo de vida (no una dieta) con una base muy concreta y clara: comer comida real y evitar los productos ultraprocesados. Hasta aquí, todo bien, pero nos surgen muchas dudas: ¿qué es la comida real exactamente? ¿por qué la que no lo es no nos sienta bien?¿cómo detecto uno de esos ultraprocesados?¿puedo salir a comer fuera y seguir siendo realfooder? Para resolver todas estas (y otras muchas) preguntas nos sentamos a tomar un café (con leche y sin azucares añadidos) con Carlos Ríos, el gran culpable de que ahora todos seamos (o queramos ser) más conscientes de lo que comemos, algo que podemos conseguir “si le devolvemos la soberanía de nuestra mesa a la comida real”.
Así nació su cuenta en Instagram (@realfooding) que, a fecha de hoy, tiene más de 430 mil seguidores. Y sigue creciendo. Por eso, Carlos nos confiesa que lo mejor que podía hacer era escribir un libro; pues con él, nos está dando el conocimiento científico necesario para cuestionar, indagar y profundizar en nuestra alimentación, aprender a tomar nuestras propias decisiones y escapar de lo que él llama el mundo de Matrix.
Come comida real. Una guía para transformar tu alimentación y tu salud, editado por Paidós y que se presentada ayer en Madrid, nace con la clara intención de “profundizar en este movimiento que ha crecido exponencialmente en el último año, ya que es la mejor manera que tengo de transmitir todos esos conocimientos que creo importantes y para los que las redes sociales se me quedan cortas. Al final, Instagram es muy efímero y limitado; ahí explico el qué y el cómo, no el porqué. Por eso, el libro es el gran complemento necesario”, puntualiza el autor.
Carlos, para todos aquellos que se enganchen ahora: ¿qué es ser realfooder?
El realfooding es un movimiento que defiende el derecho a comer comida real y lucha contra una industria de ultraprocesados que yo llamo Matrix, y en el libro explico por qué. Todos tenemos el derecho a saber lo que es sano y lo que no, una información que el supermercado no nos quiere dar. Es más, nos suelen engañar.
¿Por qué es malo ese ultraprocesamiento de los alimentos, cómo afecta a nuestro organismo para que debamos evitarlos?
Porque no estamos adaptados a este tipo de productos. Basar nuestra dieta en ellos es como ir a la playa sin protección solar; si abusas, al final, te vas a quemar. Los ultraprocesados llegaron hace algunas décadas y nuestro cuerpo no sabe reaccionar bien a sus componentes. Sabemos que las harinas y los azúcares elevan nuestra glucosa sanguínea (lo que se relaciona con altos niveles de colesterol), los aceites vegetales producen inflamaciones y los aditivos alteran nuestra microbiota. Con todo esto, y aunque no lo notemos a corto plazo, nuestro cuerpo va enfermando. Los síntomas son invisibles, no les ponemos remedio y nos acostumbramos a su consumo, pero al final, llega, por ejemplo, la hipertensión o todas esas enfermedades que yo llamo crónicas no transmisibles.
Entonces, si seguimos tu división de comida real, buenos procesados y ultraprocesados, ¿cómo encuentro yo el límite entre estos dos últimos?
Detectando los ingredientes insanos que llevan: azúcares, harinas y aceites. Sobre todo, qué cantidad llevan. Por ejemplo, sabemos que si un alimento lleva más de 10 g de azúcar por cada 100 g es demasiado. Si cogemos un bote de tomate triturado y vemos que no lo sobrepasa y, sin embargo, sí lo hacen unas galletas, ya sabes con cuál quedarte. Ahí está la diferencia.
¿Y el límite entre llevar una dieta equilibrada basada en comida real y la obsesión?
De nuevo, en las cantidades. Yo animo a que el 90% de lo que consumas sea comida real, dándole un 50% a frutas y verduras y otro 40% a los buenos procesados, que funcionen como complemento. Yo, incluso, los incluyo en esa comida real. Y dejar un 10% ocasional (dos o tres veces por mes) a comer ultraprocesados: que no sea algo obligatorio ni los comas con remordimientos. Es decir, aprovechando momentos sociales para que sean la excepción y no la regla.
¿Todas las dietas (desde la mediterránea hasta la vegetariana, la paleo, etc.) pueden ajustarte a esta filosofía?
Sin problema. El realfooding no es una dieta en sí, es una clasificación de alimentos que podemos hacer dentro de cada una de ellas. Hay dietas vegetarianas ricas en productos ultraprocesados que no son nada saludables. Eso es lo bueno del realfooding, que podemos adaptarnos en cualquier parte del mundo, ya que la comida no es igual en Japón que en Chile.
Otro de los temas de los que hablas es el de desmontar esa pirámide de alimentos que siempre nos han enseñado, ¿la dejamos atrás?
Yo no soy partidario de ella, ya que no te dice qué alimentos son procesados o no. Te pone en la base los cereales, pero qué cereales: ¿es lo mismo unos copos de avena que unos corn flakes azucarados? Además, sin duda, habría que bajar las frutas y verduras a la base y eliminar los ultraprocesados de ella.
Vamos con preguntas de alimentos concretos:
- ¿El gluten, independientemente de si eres o no celiaco, sí o no? En el libro hablo de que esta problemática viene de que ha sido un añadido en muchos productos ultraprocesados. Sin embargo, no es preocupante si te mantienes en la comida real y no tienes, por supuesto, ninguna intolerancia o alergia. Es más, el gluten del pan o de la pasta puede aparecer dentro de un patrón saludable.
- ¿El aceite de coco como sustituto del aceite de oliva? No tiene por qué. Los dos son buenos si son vírgenes, pueden complementarse. Yo recomiendo el aceite de oliva porque es bueno para tomar en crudo, cocinar y bastante asequible en nuestro país.
- ¿Hasta dónde puedo llegar con la sal? Mi recomendación es que sea siempre añadida por ti, a tu gusto. Que tengas tú el control, no Matrix. El problema que tiene es que si dejamos que la industria la maneje, se produce un desequilibrio entre el sodio y el potasio de los alimentos que no es nada saludable.
- ¿Y la miel no era saludable como endulzante? La miel es un azúcar libre, como la de los zumos que nos hacemos, y pasa muy rápido a la sangre; por eso, hay que limitar su consumo. Ha de ser esporádico y, por supuesto, nada de las que venden en los supermercados, están muy adulteradas.
- Otro alimento que parecía malo, ahora es bueno, pero luego no tanto: el café. ¿Con cuál nos quedamos entonces? Con el natural, el tostado y de variedad arábica. Evitemos el torrefacto, que está demasiado procesado, los solubles y en cápsulas, pues tienen un alto contenido en acrilamida, bastante tóxico para el organismo.
- Y por último, ¿por qué demonizar los desnatados si, en realidad, no son malos? Los productos desnatados no son malos pero tampoco son más sanos. Lo que pasa es que la gente cree que engordan menos, cosa que no es real, porque dentro de una dieta equilibrada, ese tipo de grasa es más saciante y no engorda por sí misma. Si quieres tomarte un yogur, escoge el normal, el griego o el desnatado; lo importante es que no lleven azúcares añadidos.
Con toda esta información, llego al supermercado y tengo que pasar tres horas leyendo etiquetas para que no me engañen. ¿Un truco rápido para saber si lo que me llevo es válido o no?
Lo primero es hacer una lista de la compra, protegiéndote de los antojos que te ofrece Matrix. Luego centrarte en productos frescos y, por último, leer bien las etiquetas. De forma fácil: si tienes más de cinco ingredientes, probablemente haya que descartarlo, sobre todo, si entre ellos aparece la palabra azúcar.
Desvélanos entonces algún otro truco rápido que nos das en el libro.
No preocuparte de las calorías, comer hasta saciarte, no pasar hambre y disfrutar de la comida. Así podrás mantener una dieta saludable a largo plazo, si no, no hay quien aguante.
Y para terminar de animarnos a todos, ¿es compatible con seguir saliendo a comer y cenar fuera?
Cada vez más. Afortunadamente, en nuestra gastronomía hay mil opciones y lugares a los que ir y disfrutar de un cocido, una tortilla de patatas, un salmorejo o una paella. Todo eso es comida real. Lo único que tienes que hacer es intentar evitar esas cadenas que vienen del extranjero y nos ofrecen comida rápida y ultraprocesada.