MasterChef: mucho arroz, la música de Pablo Alborán y una expulsión inesperada

Ramón, el concursante que consiguió entrar en el programa después de presentarse a los castings de las seis ediciones, abandonaba anoche el talent entre lágrimas. Nadie esperaba que fuera él quien colgara el delantal, dada su pericia entre fogones. Pero un arroz demasiado crudo en la prueba de eliminación puso fin a su paso por el programa.

Por hola.com

¡Qué pena!, exclamaba Pepe Rodríguez, visiblemente emocionado. La decisión que había tenido que tomar hacía unos momentos junto a Jordi Cruz y Samantha Vallejo-Nágera había sido, seguramente, una de las más difíciles de esta edición: tres arroces presentados en la prueba final y uno de ellos prácticamente incomible, dada su escasísima cocción. No había mucho que deliberar... Pero es que ese arroz crudo pertenecía al aspirante que, inasequible al desaliento, había conseguido entrar en MasterChef después de intentarlo hasta en 6 ocasiones. No sólo eso, sino que, más allá de tenacidad, Ramón, apuntaba buenas maneras como cocinero.

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No es de extrañar que Jordi Cruz calificara como “un trago nada fácil para este jurado” el momento en que, dadas las circunstancias, se vieron obligados a expulsar del programa a este conductor de autobuses madrileño. Fue, sin duda, el momento más emotivo de la noche.

No fue, sin embargo, el único en que las emociones a flor de piel hicieron aparición. Ya en la primera prueba pudimos ver, por ejemplo, a Ketty muy conmovida al ser reconocida como mejor cocinera del reto: elaborar un plato libre con la pieza o corte de vacuno (en este caso de la raza ternera rubia gallega) que habían encontrado bajo las ya tradicionales cajas misteriosas. A la cubana de tocó cocinar con riñones y optó por preparar con ellos un guiso aprendido de su suegra que conquistó al jurado.

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Además, este reto (que contó con la visita del prestigioso chef gallego Luis Veira, del restaurante coruñés Arbore da Viera, premiado con una estrella Michelin) contaba con un reclamo añadido: un crucero por el Mediterráneo para dos personas. Ketty no podría estar más contenta. Poco duraría, eso sí, esa alegría…

Su papel como capitana en la prueba de exteriores no tardó de ‘atragantársele’. Y eso que el reto no podía resultar más apetecible: colarse en el local de ensayo donde trabaja el cantante Pablo Alborán y cocinar para él y todo su equipo. El problema que es no se trataba de un menú cualquiera, sino de uno diseñado ni más ni menos que por el chef Dani García (Dani García Restaurante, dos estrellas Michelin) y que, además, en esta ocasión los dos equipos debían trabajar (por turnos y con Ketty al frente de ambos) en todas las complejas elaboraciones: gazpacho amarillo con tomate nitro y erizos, arroz de morcilla y navajas, pescadilla de Marbella con jugo de chirlas, y, como postre, boniato asado con mandarina especiada.

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Dada la dificultad, el programa cedió en esta ocasión las recetas de los platos a los concursantes, pero ni siquiera así supieron sacar adelante el trabajo. Tal era el caos y la desorganización general, que los jueces (y el propio Dani García) tuvieron que calzarse las chaquetillas de chef para poner orden y ayudar a los aspirantes. Fue la única forma de que Alborán y los suyos pudieran disfrutar finalmente del menú prometido...

Y como suele ocurrir siempre que los jueces tienen que meterse entre fogones a echar una mano, la reprimenda posterior estaba asegurada. “Vuestro cocinado ha sido un auténtico desastre”, les reprochaba Pepe. “No estáis preparados para afrontar un menú de cocineros profesionales. Es por ello, que todos vais a la prueba de eliminación”.

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Era previsible. Como también lo era (lo contrario hubiera sido injusto) que los jueces ‘salvaran de la quema’ a los concursantes que sí habían sabido estar a la altura durante la prueba. En este caso fueron tres: Sofía, Daniel y Fabio (encargado éste último de la ejecución de la receta de arroz de morcilla y navajas, todo un éxito entre los comensales. “Está muy rico, le voy a copiar la receta a Dani García”, aseguraba el propio Alborán al probarlo).

Así las cosas, nueve de los doce aspirantes se jugaban su permanencia en el programa en la prueba eliminación, una de las más enrevesadas de cuantas hemos visto hasta ahora. Divididos en grupos de tres, los aspirantes debían preparar por turnos un plato libre; el primero lo iniciaría, el segundo lo continuaría y el tercero lo culminaría. ¿El hándicap principal? Que el primer concursante no podía decir a sus compañeros de grupo de qué plato se trataba, de modo que estos debían intuirlo en función de las elaboraciones con las que se encontraban a medio hacer.

Un reto muy complicado que a unos se les dio reamente bien (caso del equipo azul, formado por Víctor, Toni y Oxana); a otros, regular (caso del equipo rojo, formado por Ketty, Marta y Marina) y a otros, rematadamente mal (caso del equipo verde, formado por Jorge, Ramón y Jon). Además de no haber atinado desde el principio, con una mala elección de ingredientes por parte de Jorge, los miembros del equipo verde tuvieron que afrontar también el grave error cometido por Jon. El vasco descubrió de forma involuntaria la campana donde se ocultaba el nombre del plato de debía culminar, algo prohibido según las reglas del juego.

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Todo ello les convirtió en “dignos perdedores” de la prueba, según los jueces. Había que decidir quién de los tres colgaba definitivamente el delantal, y para ello, el programa les brindó una última oportunidad: preparar de forma individual el aplaudido plato que habían presentado en esa misma prueba los miembros del equipo azul: un arroz con marisco. Y ahí fue cuando llegaron los problemas definitivos para Ramón. Su receta no pintaba mal en un principio, y los arroces presentados por sus compañeros, Jorge y Jon, no fueron para tirar cohetes. Pero, desgraciadamente para el conductor de autobuses, el arroz tuvo una cocción fallida. Tan crudo le quedó que el jurado ni siquiera se retiró a deliberar. “Lo tenemos claro”, aseguraba Pepe. Y proseguía: “Los tres habéis tenido las mismas oportunidades, pero hay un arroz duro que no se puede comer. Por tanto, el aspirante que no continúa en las cocinas de MasterChef es… Ramón”.

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La tristeza invadía el plató, empezando por el propio expulsado, que no podía contener las lágrimas, siguiendo por Jon (quien aseguraba, desconsolado, que era él quien debía haberse ido), o por los propios jueces, sabedores de la valía y tenacidad de Ramón. Pero como bien apuntaba Eva González, desgraciadamente “un solo cocinado malo te puede sacar de MasterChef’. Y, desde luego, no hay mejor ejemplo de ello que lo vivido en el programa de anoche.

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