Una visita al museo Guggenheim de Bilbao siempre es toda una experiencia. Pero lo que encierra su armadura de acero y formas imposibles va un poco más allá de exposiciones temporales, fondos de colección y sofisticados espacios. Aquí también se encuentra Nerua, el restaurante dirigido por Josean Alija que, con una cocina enraizada en Euskadi, logra sorprender al comensal más exigente gracias a su firme apuesta por el mundo vegetal, los productos del Cantábrico y la innovación culinaria. Todo ello, 'aliñado' con un personalísimo sello creativo amplamente reconocido dentro del sector.
Nerua es un espacio de vanguardia, como lo es el museo que lo alberga, un restaurante neutro y armonioso cuya entrada principal se encuentra junto a la escultura de Louise Bourgeois, 'Mama', y a la Ría, que tiene un protagonismo especial en el restaurante, ya que a ella le debe su nombre. La denominación de 'Nerua' se puede encontrar en textos de la época romana, escritos en latín antiguo, para referirse al Nervión.
Pero volviendo al siglo XXI, platos como las ‘Ostras, espárrago blanco con jugo de cerveza, lima y guindilla’ o el ‘Txangurro, coliflor y jugo de maíz tostado’ a modo de entrante, o el ‘Rodaballo, hebras de ocra y aceituna verde’ y el ‘Carré de cordero, pencas de acelga, semillas de calabaza y alholva’ como principales, son algunas de las delicias más representativas de la carta interpretada de forma magistral por Josean Alija (una estrella Michelin y tres Soles en la Guía Repsol), un confeso adicto a los desafíos gastronómicos. Cuenta Jeff Koons, creador de una de las obras más reconocidas del Guggenheim, el perro 'Puppy', que el arte no es algo que se encuentre en un objeto, sino en la mente del espectador. En el caso de Nerua, nos atreveríamos a decir que también está en la carta de este sobresaliente restaurante donde la entrada se realiza por la cocina –toda una declaración de intenciones- y el menú, como el arte, se disfruta con los cinco sentidos.
Premio de la Academia de Gastronomía de la Comunitat Valenciana y corazón del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM); viajamos hasta Valencia para comer, y comer muy bien, en el restaurante La Sucursal. Ubicado en una sala antiguamente destinada a exposiciones, la comida de La Sucursal no decepciona: gastronomía mediterránea y creativa, galardonada con una estrella Michelin; un lugar donde el producto es el rey.
En una sala diáfana, aunque no muy grande, y con el minimalismo propio de estar dentro de un museo dedicado al arte moderno (líneas depuradas, colores suaves) Jorge de Andrés, chef de La Sucursal, matiza con maestría platos como el ‘Tartar de tomate, encurtidos y mostaza’, ‘Arroz untuoso de calamar, lechuga de mar y espinacas’ o el ‘Secreto ibérico con alcachofa’ en un menú degustación (55€) basado en productos de temporada y que pone especial énfasis en los aromas, texturas y cómo no, en los sabores. Todo ello con la particularidad (y el mérito añadido) de que La Sucursal continúa siendo hoy por hoy un negocio familiar que Loles Salvador, la matriarca de este clan de la restauración de Valencia, puso en marcha hace más de 25 años. Ahí es nada.
Y en un vuelo de aproximadamente dos horas de duración nos desplazamos hasta París, exactamente hasta el 'Museo de Quai Branly' donde se encuentra ubicado el restaurante Les Ombres. Ubicado en una de las azoteas más privilegiadas de París, con unas espléndidas vistas a la Torre Eiffel, el Chef Frederic Claudel y su equipo ofrecen una cocina sorprendentemente sencilla pero muy sabrosa. “Desarrollamos una gastronomía basada en la frescura y la estacionalidad. La clave está en la elección de productos y en una cocina coherente con nuestra tarjeta de crédito”, afirma Claudel.
Algo que, sin duda se agradece tratándose de París. Tanto el edificio del museo como también el restaurante están diseñados por Jean Nouvel y es recomendable acudir a mediodía, por aquello de poder disfrutar de las impresionantes vistas, momento en el que, además, el restaurante Les Ombres cuenta con un menú especial (42€), que incluye un entrante, plato y postre a tu elección donde no debería faltar el ‘Rape con polenta, cebolleta, chorizo, limón confitado y crujiente de parmesano’.
Bastante más casual que el refinamiento parisino, pero con unas de las mejores vistas sobre el Támesis, la catedral de St Paul’s y de la City, viajamos a Londres para visitar la Tate Modern y comer en su restaurante, ubicado en la sexta planta de este increíble museo londinense. Una vez instalados, es recomendable pedir las ‘Vieiras con almendras, corteza de tocino, puré de espinacas y huevas de salmón’ como entrante, uno de los platos más sabrosos de la carta en una cocina sencilla centrada en el producto.
También es posible cenar e incluso tomar un clásico 'Afternoon Tea', aunque merece la pena acudir de día para disfrutar de sus privilegiadas vistas y, ya que estamos, de la exposición de Sonia Delaunay, la primera retrospectiva del Reino Unido de la pintora y diseñadora rusa, que la Tate exhibirá hasta el próximo 9 de agosto. Sin duda, un plan irresistible que nos muestra, una vez más, cómo el arte y la cocina pueden dar lugar a la 'pareja de baile' mejor avenida.