MasterChef dijo adiós a dos concursantes de una vez

El programa del pasado miércoles fue más emocionante que nunca, entre otras cosas, porque las madres —y el sabor de la cocina de siempre— recibieron un cálido homenaje

Después de siete días de enorme incertidumbre y numerosos rumores, por fin supimos quién decidió abandonar de manera voluntaria el talent culinario de más éxito de la televisión. Tal y como muchos sospechaban —aunque Emil también estaba en las quinielas—, Gonzalo abandonó el concurso.
Tras manifestar a sus compañeros su interés por dejar el programa y pasar unos días de vacaciones en la playa; y criticar abiertamente a algunos de los jueces —sobre todo a Jordi Cruz a quien apoda ‘llaverín’—, los miembros del jurado se lo pusieron fácil. Pepe Rodríguez Rey le invitó a abandonar el espacio televisivo si era eso lo que deseaba. Y Gonzalo no se hizo rogar. Aclaró que estaba cansado y salió.


Fue uno de los momentos más sorprendentes de lo que llevamos de temporada, a pesar de que el aspirante había sido el más ‘criticón’ de todos, llegando en varias ocasiones a faltar el respeto a sus compañeros. Pero antes de que Gonzalo saliera hubo escenas ‘escritas con el corazón’.
Porque el del pasado miércoles fue el programa de las madres. A ellas se les dedicó toda la primera parte del concurso con su correspondiente prueba: los aspirantes debían emularlas cocinando su plato estrella. Y la cosa no pudo ser más emotiva., por las lágrimas de muchos de ellos al ver a sus progenitoras (impagable la imagen de Eva González emocionada ante la visión de Mila abrazando a su madre).

La prueba no era sencilla. Muchos de nuestros queridos aspirantes han aprendido a amar la cocina con el ejemplo de sus mamis. Y debían ponerse a su altura. O al menos, intentarlo. No todos lo consiguieron. Aunque pusieron cariño y muy buena intención a los fuegos. O más bien a las placas. Eso es lo que hubieron de emplear casi todos los hijos.
Suerte que contaban con las placas de inducción de Bosch, a las que los concursantes se han adaptado a las mil maravillas y que llevan empleando desde el primer programa. Pueden aprovechar su control de temperatura del aceite, que permite conseguir un dorado perfecto de los alimentos gracias al sensor automático. Le vino de lujo a Mateo para su pollo al chilindrón. Y a Vicky con su pollo con cacahuetes, que se llevó las mayores alabanzas del jurado.

Claro que el horno tuvo su momento. En concreto de la mano de Cristina y el tumbet mallorquín que preparó en honor a su madre o, más bien, a la cocinera filipina de su madre, Leti. Lástima que al plato le faltara un buen rato de cocción en el interior de los estupendos hornos pirolíticos Bosch.
A buen seguro que el próximo miércoles lo volverán a necesitar. Y no sólo los aspirantes que quedan, sino también los que van a querer reengancharse. Y ese será el momento estrella del próximo programa, sin duda. Porque sólo uno de los nueve candidatos podrá volver a la escuela MasterChef.

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