Se cree que la calabaza se cultiva desde hace más de 10.000 años. Sobre las primeras evidencias de su existencia ha diferentes teorías: unas las sitúan en América Central y otras sostienen que su origen está en Asia. Es uno de los ingredientes más otoñales -dependiendo de la época, se dan unas u otras variedades-, el símbolo por antonomasia de la tradicional fiesta de Halloween y un comodín en los fogones tanto en platos salados como dulces.
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Las hay naranjas, amarillas, verdes moradas... con diferentes tamaños, formas y sabores -se estima que existen más de 1.000 variedades-. Cuando llega esta época, nos encanta preparar las recetas más variadas con esta hortaliza. Su pulpa es un auténtico must en la cocina y sus pipas nos aportan una textura muy crocante. La aprovechamos casi entera -la piel no, pero sí la pulpa, su carne, las semillas y sus flores- y durante otoño e invierno no puede faltar en nuestros menús.
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La calabaza, que llegó a Europa gracias a los españoles en el siglo XV y de ahí se extendió por el resto de Europa, se utilizaba como recipiente para almacenar agua, vino y otros ingredientes e, incluso, como instrumento musical o para confeccionar distintas piezas de artesanía. Es pariente del pepino, el melón, la sandía o el calabacín y está llena de propiedades saludables.
¿Qué beneficios tiene para la salud?
La calabaza es una gran aliada para nuestra salud. Contiene agua y fibra, por lo que posee un efecto saciante y laxante, y su poder calórico es bajo. Además destaca su contenido en betacaroteno, un componente antioxidante que refuerza nuestras defensas y nuestro sistema inmunitario y en vitaminas A, C y E y minerales como calcio, potasio y magnesio. Ayuda a combatir la hipertensión, la colesterolemia y varias dolencias asociadas al aparato digestivo y al riñón y regula el nivel de glucosa en la sangre, algo que puede evitar la aparición de la diabetes.
Cómo comprar y conservar las calabazas
Hay que optar por ejemplares maduros, con corteza gruesa y lisa y que tengan bastante peso, si las compramos enteras -porque otra opción es comprarla pelada y troceada dependiendo de para qué la vayamos a utilizar-. Además, el rabito impide que la calabaza se seque.
Enteras pueden durar hasta 6 meses en casa fuera de la nevera en un lugar fresco y seco, ya que están protegidas por su gruesa piel. Si la vacías y la pelas, lo mejor para conservarla es cocinarla, cocida, asada, salteada, etc, y congelarla. Pelada y fresca, nos aguanta envasada al vacío unos días dentro de la nevera.
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Cómo cocinar la calabaza
Nuestra reina del otoño, con su toque dulce y su pulpa firme, se presta a todo tipo de guisos, fritos, empanadas, bebidas, gratinados, purés, ensaladas, arroces, pastas, rellenas... y es perfecta, especialmente si se trata de calabazas de invierno que tienen un punto más de dulzor pero menos agua y son más carnosas, para hacer repostería: tartas, bizcochos, flanes, cabello de ángel, buñuelos, mermeladas y confituras o tortitas, entre otros postres. Aquí te dejamos 7 recetas fáciles y deliciosas con calabaza para que le saques todo el partido posible.